Pocos sabores españoles se sacarán de la obra de Neruda, pero hay en ella esta vena castellanísima de la obsesión morbosa de la muerte. El lector atropellado llamaría a Neruda un anti-místico español. Tengamos cuidado con la palabra mística que sobajeamos demasiado y que nos lleva frecuentemente a juicios primarios. Pudiese ser Neruda un místico de la materia. Aunque se trate del poeta más corporal que pueda darse (por algo es chileno) siguiéndole paso a paso, se sabe de él esta novedad que alegraría a San Juan de la Cruz: la materia en que se sumerge voluntariamente, le repugna de pronto y de una repugnancia que llega hasta la náusea; Neruda no es un adulador de la materia, aunque tanto se restriega en ella; de pronto la puñetea y la abre en res como para odiarla mejor...Y aquí se desnuda un germen eterno de Castilla.
Su aventura con las materias me parece un milagro puro. El monje hindú lo mismo que M. Bergson, quieren que para conocer veamos por instalarnos realmente dentro del objeto. Neruda el hombre de operaciones poéticas inefables, ha logrado en el "Canto a la Madera" este curioso extrañamiento en la región inhumana y secreta.
El clima donde el poeta vive la mayor parte del tiempo con sus fantasmas habrá que llamarlo caliginoso y también palúdico. El poeta, eterno ángel abortado, busca la fiebre para suplirse su elemento original. Ha de haber también unos espíritus angélicos de la profundidad, como quien dice unos ángeles de caverna o de fondo marino, porque los planos de la frecuentación de Neruda parecen ser más subterráneos que atmosféricos, a pesar de la pasión oceánica del poeta.
Viva donde viva y lance de la manera que sea su mensaje el hecho de contemplar y respetar en Pablo Neruda es el de la personalidad.
Neruda significa un hombre nuevo en la América, una sensibilidad con la cual abre todo capítulo emocional americano. Su alta categoría arranca de su rotunda diferenciación.
Varias imágenes me levanta la poesía de Neruda cuando dejo de leerla para sedimentarla en mí y verla tomar en el reposo una existencia casi orgánica. Esta es una de esas imágenes: un árbol adosado de lianas y musgos, a la vez quieto y trepidante de vitalidad dentro de su forro de vidas adscriptas. Algunos poemas suyos me dan un estruendo tumultuoso y un pasmo de nirvana que sirve de extraño sostén a ese hervor.
Las facultades opuestas y los rumbos contrastados de la criatura americana se explican siempre por el mestizaje: aquí anda como en cualquier cosa un hecho de sangre. Neruda se estima blanco puro, al igual del mestizo común que, por su cultura europea, olvida fabulosamente su doble manadero. Los amigos españoles de Neruda sonríen cariñosamente a su convicción ingenua. Aunque su cuerpo no dijese lo suficiente el mestizaje, en ojo y mirada, en la languidez de la manera y especialmente del habla, la poesía suya llena de dejos orientales confesaría el conflicto, esta vez bienaventurado, de las sangres. Porque el mestizaje, que tiene varios aspectos de tragedia pura, tal vez sólo en las artes entraña una ventaja y da una seguridad de enriquecimiento. La riqueza que forma el aluvión emotivo y lingüístico de Neruda, la confluencia de un sarcasmo un poco brutal con una gravedad casi religiosa, y muchas cosas más, se las miramos como la consecuencia evidente de su trama de sangres española e indígena. En cualquier poeta el Oriente hubiese echado su garra, pero el Oriente ayuda sólo a medias y más desorienta que favorece al occidental. La arcilla indígena de Neruda se puso a hervir el primer contacto con el Asia. "Residencia en la Tierra" cuenta tácitamente este profundo encuentro. Y revela también el secreto de que , cuando el mestizo abre sin miedo su presa de agua se produce un torrente de originalidad liberada. Nuestra imaginación americana es dolorosa; nuestra devolución a nosotros mismos es operación feliz.
Ahora digamos la buena palabra: americanidad. Neruda recuerda constantemente a Whitman mucho más que por su verso de vértebras desmedidas por un resuello largo y un desenfado de hombre americano sin trabas ni atajos. La americanidad se resuelve en esta obra en vigor suelto, en audacia dichosa y en ácida fertilidad.
La poesía última (ya no se puede decir ni moderna ni ultraísta) de la América debe a Neruda cosa tan importante como una justificación de sus hazañas parciales. Neruda viene, detrás de varios oleajes poéticos de ensayo, como una marejada mayor que arroja en la costa la entraña entera del Mar que las otras dieron en brazada pequeña o resaca incompleta.
Mi país le debe favor extraordinario: Chile ha sido país fermental y fuerte. Pero su literatura, muchos años regida por una especie de Senado remolón que fue clásico con Bello y seudo clásico después apenas si es uno u otro trozo ha dejado ver las entrañas ígneas de la raza, por que la chilenidad aparece en las antologías seca, lerda y pesada. Neruda hace estallar en "Residencia en la Tierra" unas tremendas levaduras chilenas que nos aseguran porvenir poético muy ancho y feraz.
Origen, Sentido y Significación de los Textos
Sus primeras "obras literarias" parecen haber sido las cartas de amor que escribiera a la niña Blanca Wilson, saliendo en ayuda de un camarada. "Esta muchacha era la hija del herrero y uno de los muchachos, perdido de amor por ella, me pidió que le escribiera sus cartas de amor". Al descubrirlo ella con el tiempo, "me preguntó si yo era el autor de las cartas que le llevaba su enamorado. No me atreví a renegar de mis obras y muy turbado le respondí que sí. Entonces me pasó un membrillo que por supuesto no quise comer y guardé como un tesoro".
Poco tiempo más tarde sentirá por primera vez la experiencia mágica del placer de confundirse con una mujer. Tras una trilla, al reposar en un granero, "me quedé dormido. Desperté de pronto porque algo se aproximaba a mí, un cuerpo desconocido se movía debajo de la paja y se acercaba al mío. Tuve miedo. Ese algo se arrimaba lentamente. Sentía quebrarse las briznas de paja, aplastadas por la forma desconocida que avanzaba. Todo mi cuerpo estaba alerta, esperando. Me quedé inmóvil. Oía una respiración muy cerca de mi cabeza. De pronto avanzó una mano sobre mí, una mano grande, trabajadora, pero una mano de mujer. Me recorrió la frente, los ojos, todo el rostro con dulzura. Luego una boca ávida se pego a la mía y sentí, a lo largo de todo mi cuerpo, hasta mis pies, un cuerpo de mujer que se apretaba conmigo. poco a poco mi temor se cambió en placer intenso. Mi mano recorrió una cabellera con trenzas, una frente lisa, unos ojos de párpados cerrados, suaves como amapolas. Mi mano siguió buscando y toqué dos senos grandes y firmes, unas anchas y redondas nalgas, unas piernas que me entrelazaban, y hundí los dedos en un pubis como musgo de las montañas. Ni una palabra salía ni salió de aquella boca anónima...".
Esta vivencia directa del gozo carnal se reflejará en los Cuadernos de Temuco con todas las contradicciones del caso: el misterio, el miedo, la culpa, el ensueño, el goce en la espera, también el "pecado". La gravitación de lo religioso y su entorno propio han sido mezquinamente estudiados en la obra de Neruda. Los testimonios más relevantes serán referidos más abajo. Una semejante incertidumbre queda, pese a todo, respecto al otro momento significativo y que ha devenido lugar común: el compromiso político que vituperan los adversarios y elogian los partidarios. En los textos de los "Cuadernos de Temuco" aparecen en su primera versión "Las maestranzas de la Noche". Pero la indudable tendencia debe quedar relativizada al menos por un silencio tan significativo como las palabras. Pese a la visible gravitación de la "pacificación" sangrienta en la institución de Temuco, es notable constatar que en toda esta época, también en los Cuadernos, no se encuentran ni una sola alusión explícita ni implícita a ella. Sólo cabe pensar en dos alternativas: o bien el joven Neruda se resistió a ver hechos vigentes o bien internalizó el discurso ideológico vigente que identificaba la masacre con la pacificación (masacre = pacificación = nada). La ausencia es constatable, tanto como la de la Guerra Mundial. Se hace necesario diferenciar en el análisis de la iniciación política de Neruda, pero ello -a su vez- con todavía mayor complejidad. Porque si bien todo esto es cierto, un cierto modo de radicalidad también va a aparecer si equívocos. En un poema publicado en La mañana de Temuco el 21 de enero de 1922, que he encontrado en la Biblioteca Nacional de Santiago y del que no da cuenta hasta hoy ninguna bibliografía, el joven Neruda va a hablar implacablemente del vínculo entre la sociedad y su brazo armado, el ejército que había masacrado a los indígenas. El antimilitarismo que debía caracterizar su anarquismo individualista inmediatamente ulterior, es maravillosamente articulado en este texto paralelo a los Cuadernos de Temuco y que anticipa sus líneas finales, las de 1973, para condenar a la dictadura abyecta y que traía la mayor masacre:
El maestro entre los hombres
- Y tú ¿qué haces? díjole.
Y el hombre le repuso: - Soy
obrero del fierro y del bronce.
Mi martillo machaca el metal sobre
la bigornia y de ahí sale el metal purificado.
Vivo escondido, detrás de mi fragua,
cantando mientras trabajo. Trabajo,
Maestro, y eso es todo.
Y él respondió: -Trabaja, hermano,
que en tu fragua se está modelando el porvenir.
-Y tú ¿qué esperas, mujer?
-Yo soy la esposa del labrador, le dijo,
y a él espero. Allá, en la llanura, bajo el
látigo del mayoral y la furia del Sol, él
está. Lo espero en las tardes, en esta colina,
porque mi sonrisa le haga dulce el regreso.
Nuestra vida es triste, oh Señor, pero di
la palabra que haga bella la vida del hijo
que duerme en mi vientre.
Y el maestro le dijo: -Te bendigo, hermana, porque de tu
vientre nacerá el porvenir.
Siguió su camino el Maestro.
En un recodo solitario un hombre meditaba. Se acercó a él en silencio y lo observó. Las cejas negras, divididas por la vertical arruga de la sabiduría, los cabellos grises, la espalda agachada, aquel hombre era la rebeldía sobre el dolor y la fatalidad.
Y el maestro le dijo: -Piensa, hombre, que tu pensamiento creará el Porvenir.
Y el pensador le sonrió.
Aún se detuvo a interrogar a otro hombre.
Y éste le dijo: -Soy soldado. En la paz no hago nada, en la guerra, mato. Encarno la Fuerza de la lucha con la Idea. Soy el recipiente del Pasado. Por dos cuartas de tierra mataré hombres, destrozaré ciudades, robaré, violará, moriré. Mando sin "para qué" y obedezco sin "por qué". Soy soldado.
Y díjole el Maestro: -Hermano, desgarra tu vestidura de guerrero, arroja tus armas y rebélate, que estás ahogando el Porvenir.
Pero el soldado no le escuchaba.
Cuando Neftalí, por otra parte, aludía en su primer escrito publicado, el artículo Entusiasmo y perseverancia (1917), a la necesidad de alentar a "las clases obreras", se estaba haciendo cargo de una realidad visible en Temuco, ciudad pobre. "Cuando corrío el año 1916 el Hospital de Caridad tenía sólo 35 camas para hombres y 17 camas para mujeres. Temuco alcanzaba a 16.000 habitantes y en ese plazo, al terminar las dos epidemias podía advertirse que sólo había una cama por cada 350 habitantes" .
Los motivos y el origen
La reflexión retrospectiva de Neruda, y con ello la de sus biógrafos, tiende a crear la imagen originaria de un niño más o menos tímido, incluso torpe, pero ante todo inmerso en una inmensa naturaleza verde, gigante, lluviosa y predominante. Arboles, escarabajos, espacio cósmico como objetividades dominantes y caracterizantes. También aquí la revisión cuidadosa de los textos de la época debe conducir a conclusiones mucho más complejas y diferenciadas. Ellas deberán tener en cuenta, al menos, una preeminencia absoluta de dos factores en complementación híbrida: lo religioso y lo erótico, ambos en interacción casi obsesiva. La búsqueda de la mujer, joven y casi niña, pero mujer del todo, es dominante y a la vez cargada de un significado abstracto:
Por qué te busco, por qué te busco tanto?
he cruzado los yermos, he mojado con llanto
mi difunta alegría...
(253)
Entre los surcos de tu cuerpo moreno
es un racimo que a la tierra llega.
Torna los ojos, mírate los senos
son dos semillas ácidad y ciegas
(...)
La palabra de qué concepto pleno
será tu cuerpo?
(305)
La madurez de la experiencia erótica es notable, el margen de su percepción casi increíble en un adolescente, pero precisamente por ello significativa en extremo:
Como un surco en descanso sentí tu cuerpo abrirse
para recibir la ofrenda máxima de mi ser
... Sentir... tremar, Y oh tierra, hundirse,
hundirse, hundirse
así como los soles en el atardecer...
Y la siembra caliente que desciende y que entrega
su tesoro instintivo de sangre y de calor,
mientras en el vacío tiemblan las manos ciegas
de haber tactado tanto racimo de esplendor!
(299)
La vivencia carnal llega a tal punto de diferenciación e intensidad que tiende incluso a sobrepasar la medida de lo natural, de los usual. Las mujeres son denominadas entonces "bestias sexuales" (243). Los campesinos, sus esposos, deber "estar contentos de su animalidad" (292). Pero precisamente este ascenso de la intensidad se va a articular con lo específicamente religios. En la "Llaga mística" la mujer deviene la virgen de Berceo:
Querría entregarte las rosas del deseo
que en su celda llagada Gonzalo de Berceo
ofrecía a la virgen florecida de azul.
(249)
Como el amor, el erótico y el "puro", lo religioso del Neruda adolescente devienen, en su interacción, los momentos trascendentales. La visión del mundo deviene así mística:
Como el pájaro tibio
que mira a Dios yo escucho
y miro los rosales que florecen.
(261)
La vida que debe seguir a la muerte es una exigencia de principio:
No nos digas el cuándo, no nos digas el cómo,
pero dinos adónde nos llevará la muerte!
(259)
La familiaridad que todo místico tiene con lo divino, con Dios, llega en el Neruda adolescente a una singular solicitud:
dame una mano amiga, dame un fruto, Señor,
dame dos senos tibios, dos ojos amados...
(251)
La influencia misma, la imagen inicial y decisiva, porque instituye el arquetipo existencial que Neruda va a buscar legítimamente en la felicidad, la alegría y el gozo, es valorada también desde lo religioso:
Infancia mía triste
clara como un albo voto de castidad
Horas mías lejanas, horas mías perdidas
que entre la lejanía se santifican más
(244)
Este complejo todo recibe un adicional elemento. La percepción inicial, radicalmente positiva, va a articular una imagen casi paradigmática de motivos que traen al recuerdo la ternura de Gabriela Mistral, sus rondas, referidas al niño como arquetipo. También los juguetes que acompañaron a Pablo Neruda durante toda su vida:
Quedo pensando la niña
en los corderitos blancos,
mientras la luna besaba
los caminos desolados.
(...)
Montón de lana hecha cielo,
lana crespa, lana blanca,
lana como la de aquellos
corderos de Tierra Santa.
(255-256)
Es en este contexto que deberán entenderse los motivos sociales, particularmente los de las "Maestranzas de la noche", hacia el final del tercer cuaderno. Allí, consecuentemente, y sin forzar las cosas, Neftalí une su deseo de justicia ("el grito se me crispa como un nervio enroscado") con el melancólico lamento por obreros ya muertos, por ánimas suyas merodeando el lugar al que fueron a buscar y producir la vida y del que sólo recibieron la muerte.
Esta enorme y compleja trabazón tiene, pese a todo, un inicio notable por su pureza positiva, y quiero destacarla aquí precisamente para poder mostrar la alienación ulterior a que ella es llevada. Desde el primer poema, el que inica los Cuadernos, la vivencia de lo positivo es absoluta
Amo la mansedumbre y cuando entro
a los umbrales de una soledad
abro los ojos y los lleno
de la dulzura de su paz.
(...)
Yo encuentro en las quietudes de las cosa
un canto enorme y mudo.
Y volviendo los ojos hacia el cielo
encuentro en los temblores de las nubes,
en el ave que pasa y en el viento
la gran dulzura de la mansedumbre.
(41)
Incluso la pregunta sobre la muerte recibe en la imagen inicial una respuesta sorprendente en la constitución de una subjetividad sin fisuras, autosuficiente:
Las almas se recogen en sí mismas. Son fuertes.
Se han calentado en todos los dolores humanos.
Nada temen ni esperan, cuando venga la muerte
la esperarán tal como si llegara un hermano.
(61)
Es en oposición a este punto de partida que van a ir surgiendo en los Cuadernos los motivos que conducen paulatinamente al nihilismo extremo de la Residencia en la tierra. También aquí se combina la vivencia con lo religioso, en su "Sinfonía brumosa":
En la sangre cansada luz firme inquietud,
oro santo de nobles cansancios que pasaron,
los días recogidos
en nuestras manos albas
santificadas por Nuestro Señor,
el de las hojas y el de los momentos
que no tuvieron el hondor de olvido
y que crucificaron en dolor.
Nuestro señor dolor,
por todos los minutos
y por las aguas brutas de la infecundidad.
Señor, señor, señor...
(161)
Al mismo tiempo va encontrando formulaciones impresionantes de vivencia mística:
en lo infinito la luz se hizo montaña.
(162)
y en un poema que llama "Las transparencias crueles" Neruda comienza ya a descubrir lo que llama "la sacrificante caravana espectral" en un "temblor de vida y en un cerco enlutado" (162). In crescendo al pasar del cuaderno segundo al tercero, va a llegar a valorar su adolescencia como vacío:
Es que ya siento que se va mi adolescencia y va dejando que revienten los frutos negros del dolor.
(248)
Los autores que lo orientaron, además de Juan Lorrain, debieron ser "el decadente feudal Valle-Inclán", Felipe Trigo y sus "virgenes rubias", "los dolores de Verlaine" y "luego Schopenhauer que se llevó mi alegría (275). Y para sorpresa escribe Neftalí en "La busca":
El buen loco de Nietzsche decía
en la casa llena deja de cantar
pero canta y canta en la casa vacía
-tu voz sea un grito disuelto en el mar-.
(287)
Pero este camino prospectivo de los Cuadernos de Temuco no se detiene en la anticipación de Residencia en la tierra. Neruda encuentra aquí también todo el reservario que aparecerá en Estravagario para entender lo trascendental desde la capacidad reductiva del humor. A la misma niña amada que trae el dolor, Neftalí le dice:
Chiquilla (yo me acuerdo que usabas taco bajo).
(272)
Le cuenta extravagancias lingüísticas:
Yo creo que pitea y no pita un tren.
(271)
Y da toda una clase de humor en un poema escrito durante la clase de Química.