-Señor, ya he terminado con el trabajo que usted me dijo que hiciera.- Le dije al Mesonero.
-Vamos a ver como lo has hecho.- Me dijo el Mesonero.
Él vino con migo a la cocina, y la inspeccionó de arriba a abajo. Después de un largo silencio, el Mesonero dijo:
-La verdad es que has limpiado muy, muy bien. ¿Querrás quedarte a trabajar aquí?- Me pregunto.
-¡Claro que sí, señor!- Le dije.
-Bueno... ¿tienes habré o no?- Me preguntó.
-Sí que la tengo.- Le respondí pensando que este amo sería mucho mejor que los otros, pero la verdad era que yo me había equivocado mucho, aunque esto yo todavía no lo sabía.
-Pues ahora te doy algo para comer.- Me dijo.
El Mesonero volvió pronto con un plato pequeño, que contenía unas verduras hervida, un huevo frito y un trozo de pan.
-Aquí tienes.- Me dijo mientras me pasaba el plato.
-Muchísimas gracias.- Le dije.- Es la mejor cosa que como en días.-
-¡Que aproveches! Y cuando termines, puedes dormir en la habitación de allí. Por cierto la cama esta al fondo de la habitación.- Me dijo apuntando hacia una habitación al otro lado del comedor.
-Vale.- Le dije.
Pronto acabé de comer la cena, aunque el estomago me hacia ruidos, por que aún estaba muy hambriento, pero decidí no decirle nada al Mesonero. Estaba muy cansado, así que me dirigí hacia la habitación que el Mesonero había apuntado. Me costó muchísimo abrir la puerta, y al entrar, me di cuenta de que no había luz allí. Salí fuera para ver si encontraba al Mesonero. Él estaba en la sala de estar. Piqué la puerta antes de entrar. Al oír que alguien picaba, el Mesonero movió la cabeza. Y al verme allí, se extrañó mucho.
-¿Qué quieres muchacho?- Me pregunto el Mesonero.
-En la habitación no hay luz. Me preguntaba si tal vez tiene una vela o algo, para que pueda iluminar la habitación, para así poder ver.- Le dije al Mesonero.
-Ahora mismo no muchacho. Apáñatelas por esta noche, mañana te encontraré una. Ahora vete a dormir.- Me dijo el Mesonero.
-De acuerdo Señor.- Le respondí.
Me dirigí hacia la habitación de nuevo. Y de nuevo me seguía costando mucho abrir la puerta. Y cada vez tenía más y más hambre. Como no conseguía abrir la puerta y el estomago me hacia ruidos, decidí ir a ver si encontraba algo de comer en la cocina.
Al entrar en la cocina, vi que no había nada comestible, excepto un bol lleno de frutas. Me acerqué hacia el bol y cogí una manzana. La lavé con un poquito de agua en el grifo, y di un mordisco grande. Al hacerlo me di cuenta de que las frutas estas no eran reales, sino de cera. Al darme cuenta de esto escupí la manzana, y la tiré al cubo de basura. Seguí buscando algo de comer, pero no encontré nada así que me fui de nuevo a la habitación.
Esta vez, si que se abrió la puerta con un poco de esfuerzo. Entré y como no había luz, decidí dejar la puerta medio abierta, para así poder encontrar la puerta por la mañana. Con las manos enfrente del cuerpo, me imaginé que era un ciego, buscando el fondo de la habitación, dónde me había dicho el Mesonero que estaba una cama, y así la encontré. Me eché en la cama, sin sabana, como no había. A poco rato comencé a sentir mucho frío. En este momento me acordé de mis últimos amos, y que con ellos no sentía frío por que siempre tuve algo con lo que cubrirme por las noches, para no pasar frío. Aunque con ellos nunca dormí en una cama.
Al amanecer, el Mesonero me despertó diciendo lo siguiente:
-Vamos muchacho, que tenemos muchísimo trabajo que hacer.-
-Si amo.- Le dije.
Me levanté de la cama y por primera vez vi la habitación, por que como el Mesonero había dejado la puerta de la habitación abierta, la luz del sol había entrado, y así pude verla. En las condiciones que estaba la habitación parecía que esta habitación había estado desierta desde hacia mucho tiempo. Deduje esto por las telarañas que había por todas partes, y por lo sucia que estaba la habitación. Salí de la habitación y me dirigí hacia la cocina. Allí estaba el Mesonero, y me dijo:
-Lo primero que tienes que hacer es repartir el desayuno a nuestros clientes, en sus habitaciones.-
-De acuerdo.- Le dije mientras me daba una bandeja llena de comida para una de las habitaciones.
-De momento hay 15 habitaciones ocupadas. Este es el desayuno de la habitación número 1. - Me dijo el Mesonero.
Mientras servía el desayuno a todas las habitaciones, cada vez que cogía la bandeja llena de comida me entraba el olor de la comida dentro de la nariz, lo cual me hacía más y más hambriento. Después de la habitación número 10, ya no aguantaba más. Cuando el Mesonero me llenó la bandeja para la habitación 11, decidí por el camino hacia la habitación comerme un poco de lo que había en el plato.
Comí muy poquito para que no se notara que se había sacado comida del plato. Continué haciendo lo mismo en cada uno de los desayunos de las cuatro últimas habitaciones, y nadie notó nada. Al entrar de nuevo en la cocina, y el Mesonero me dijo:
-Muchacho. Ya que darte alojamiento ya es mucho. Tendrás que apañarte comiendo los restos de las comidas que sobren de nuestros clientes. Y si no sobra nada, pues... no se. La comida es bastante escasa por aquí, es por eso por lo que te he dicho esto. Bueno. Ahora vez a trabajar, que hay mucho que hacer.-
Pasaron unos cuantos días y seguía así. Como los clientes casi nunca dejaban restos, yo seguía quitándoles una minúscula porción de sus comidas antes de entregárselas. Pasaba los días comiendo de sus platos. Lo cual me hacía recordarme de mis antiguos amos, por que ellos al menos me daban comida, aun que era poca, pero algo si que me daban. Y este amo, no me daba de comer, me decía que comiera los resto que casi nunca sobraban, de los clientes.
A los pocos días, estaba sin energías, tardaba muchísimo en hacer cualquier trabajo. De pronto un día, mi amo el Mesonero, me llamó a hablar con él.
-Muchacho, hace días que te noto haciendo mal el trabajo.- Me dijo.
-¿Qué quiere que haga si no como? Obviamente voy a estar muy flojo.- Le respondí.
-Ya te dije antes que aquí hay comida escasa.- En ese preciso momento, sonó el timbre del mesón, lo cual anunciaba la llegada de un nuevo cliente.- Bueno va, vuelve a trabajar.- Me dijo.
Volví a la cocina a acabar mi trabajo. Cada día me sentía más y más cansado, y cada cosa que hacía me costaba mucho más. Decidí que hoy iba a comerme más de los platos de desayuno. Cuando el Mesonero me dio el primer desayuno, sin querer hice un ruido <yumm...>. Lo cual probablemente le hizo sospechar al Mesonero. Por que él me siguió sin yo darme cuenta. Y me atrapó comiéndome la comida de los clientes. Su reacción fue la siguiente:
-¡Dios mío!- Gritó.- Así que mi sospecha era cierta.-
-¿Qué sospecha?- Le pregunté, avergonzado.
-Hace días que los clientes me dicen que hay muy poca comida en sus platos. Pero cuando yo te los doy, siempre hay suficiente.- Me gritó.
Después de un largo silencio, el Mesonero me dijo:
-Muchacho, me temo que te tendrás que buscar otro amo.-
-Lo siento señor.- Le dije.- Pero es que la hambre me obligó a hacerlo.
-Antes de irte, quiero que te quedes con esto.- Me dijo mientras me daba un trocito pequeñito de pan.- Que Dios te acompañe a otra parte hijo.-
El Mesonero me acompañó hacia la puerta del mesón y cuando estuve ya fuera de ella, cerró la puerta en mis narices.