Esta concepción destaca la importancia de tomar en cuenta los referentes generales, de algún modo señalados, aunque de manera atomizada, por las diversas “escuelas de pensamiento sobre la personalidad” imperantes hasta entonces.
Lo anterior equivale a tomar una perspectiva integral, visualizando al ser humano como un ser conformado por tres grandes elementos constitutivos: lo biológico, lo social y lo psicológico.
Curiosamente, esta nueva concepción del ser humano, esta visión tripartita de la personalidad, ha encontrado mayor eco en las disciplinas científicas que conforman las llamadas “ciencias de la salud”.
Estas, en su afán de entender el fenómeno salud-enfermedad (binomio básico de la práctica médica occidental) han consolidado la nueva tendencia a concebir la personalidad como: “la integración dinámica de tres elementos constitutivos absolutamente interdependientes, lo biológico, lo social y lo psicológico”.
Esta triple visión de lo que es una persona, ha sido comparado a un triángulo, “el triángulo de la personalidad”, compuesto por tres lados, en la base del cual está lo biológico.
Así, una personalidad sana, equilibrada, sería aquella cuyos tres lados están perfecta y armoniosamente configurados y desarrollados (un triángulo equilátero).
En la medida en que uno de los lados se desajusta, (se enferma) la estructura total se desequilibra, se “enferma”.
Este es el paradigma que actualmente sirve de base para entender el complejo y amplio concepto de lo que entendemos por salud- enfermedad.
Analicemos brevemente cada uno de los elementos de la personalidad anteriormente señalados:
* La personalidad como entidad biológica.
No puede concebirse la existencia de un individuo (una personalidad) si no se considera como condición previa y básica, la existencia de un soma, un cuerpo, una serie de elementos microscópicos y macroscópicos debidamente organizados: células, tejidos, órganos, sistemas, ser viviente, hombre.
Este primer componente surge de la unión de dos células primigenias: óvulo y espermatozoide, que a través de etapas y fases subsiguientes desembocan al cabo de 9 meses en un representante de la especie humana, un “homo sapiens”, 23 pares de cromosomas.
Durante el tiempo de su existencia, este organismo se sujeta inexorablemente a las leyes de todo ser vivo: nacer, crecer, reproducirse y morir.
* La personalidad como entidad social.
El nacimiento y desarrollo de todo homo sapiens no se “hace en el vacío”
Se realiza en medio de un escenario, un andamiaje social previamente determinado.
Su familia, conjuntamente con las demás “instancias de desarrollo social”, le trasladan al recién nacido, sin que él pueda hacer nada al respecto, toda una herencia social, acumulada a lo largo de los siglos, de la historia, y que va desde costumbres, modos de hacer, pautas de supervivencia, valores, creencias y demás, hasta cuestiones como una nacionalidad específica, apellido, raza, condición económica y social, un lenguaje, una religión.
Es decir, el “homo sapiens nace”, pero el “ser humano se hace”. Se hace en su convivencia diaria con los demás, dentro del contexto de una sociedad, una historia y cultura determinada.
Si las condiciones de su conglomerado social son adecuadas, cada individuo, cada personalidad desarrollará todo su potencia, teniendo entonces la posibilidad de con tribuir con un cambio y mejora al desarrollo de su sociedad y su realidad circundante.
* La personalidad como entidad psicológica.
Producto de la interacción que se establece desde el momento de nacer (y posiblemente antes) entre sociedad - en sentido amplio - y el cerebro, está lo psíquico.
El inmenso torrente de información proveniente del exterior (realidad objetiva) inicia y se desarrolla de modo paulatino y permanente - de menos a más - conformando lo que se conoce como “realidad subjetiva” Tal mundo interior, aunque es reflejo del mundo exterior, lo sobrepasa en mucho.
Está matizado por la experiencia, los aprendizajes, las motivaciones, los temores, las fantasías y sueños de cada ser humano, siendo por lo tanto único e irrepetible.
Este mundo subjetivo va desarrollándose a la par de la maduración de estructuras biológicas comprometidas en tal proceso.
- Lo psíquico en el ser humano, se inicia como un proceso de conocimiento, de toma de contacto con el medio exterior. En primer lugar, el cerebro recibe información (vía órganos de los sentidos), que luego codifica, procesa, para después archivarla, reutilizarla y finalmente ya elaborada, comunicarla, transmitirla a otros individuos.
A este complejo proceso se le llama COGNICIÓN e involucra fenómenos y expresiones no menos interesantes: sensación, percepción, memoria, pensamiento, lenguaje, comunicación.
Resulta aquí obvia no sólo la participación de diversas estructuras cerebrales (lo biológico) sino también la influencia decisiva de lo social, a través de las llamadas instancias de socialización: familia, escuela, grupos de referencia, iglesia, y medios de comunicación especialmente.
- Este proceso de conocimiento al que el individuo va teniendo acceso de modo paulatino, origina en él una reacción, que si la vemos como un “continuum”, presenta en sus extremos ya sea un profundo agrado y aceptación, como un profundo rechazo o desagrado.
A este conjunto de reacciones y vivencias interiores se le denomina genéricamente como AFECTIVIDAD (alegrías, tristezas, enojos, temores, ansiedades…).
Nuevamente es fácil observar la importancia de lo biológico en la génesis de tales fenómenos: la zona límbica, el hipotálamo, las hormonas.
Así también puede uno percatarse rápidamente del papel preponderante de lo social respecto a determinar en el individuo los elementos o circunstancias bajo las cuales debe uno “sentir de determinada manera” hacia ciertas personas, eventos u hechos de la realidad.
- Finalmente, luego de experimentar agrado o desagrado por lo que se conoce, el individuo toma una postura, y así decide y actúa. Su conducta y proceder tiene efectos positivos o negativos en relación no sólo consigo mismo, sino también en relación con los demás y con la realidad en general.
A este último proceso que involucra aspectos tales como la voluntad, el carácter y las motivaciones, se le denomina VOLICION.
Los tres aspectos antes mencionados no pueden entenderse el uno sin los otros; en este documento se han esbozado de manera separada únicamente por necesidad de comprensión. Se presentan de modo casi simultáneo, en prácticamente todo lo que realizamos. Júzguese por ejemplo lo acontecido cada mañana al “hojear” un periódico: vemos algunas secciones, fotos y titulares (cognición): algunos de ellos nos parecen más interesantes que otros, nos atraen y agradan más (afectividad); por lo que decidimos comenzar a leerlos primero y más detenidamente (volición).
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Para el futuro médico resulta de importancia capital comprender y valorar a cabalidad este concepto integrativo (biopsicosocial) de la personalidad, con todos sus alcances e implicaciones.
El estudiante, en su práctica profesional, no tratará enfermedades, órganos, tejidos o sistemas afectados. Tratará individuos, personas, seres humanos con creencias y conocimientos de la más variada índole; con temores y anhelos, frustraciones y esperanzas; que son miembros de una colectividad específica, que tienen amigos, que son esposos y padres, en fin, que son personalidades como él, fascinantemente complejas, únicas e irrepetibles.
Aunque el médico se especialice en “lo biológico” del ser humano, debe entender perfectamente la importancia que para el éxito de su intervención profesional tienen los elementos sociales y psicológicos de cada uno de sus pacientes.
Bien se dice por allí que “si es importante conocer qué clase de enfermedad tiene un paciente, es más importante aún conocer qué clase de paciente tiene un a enfermedad”.
Esto nos lleva a considerar un último punto. El ser humano ¿puede circunscribirse a lo psicobiosocial?
Aunque aquí se ha hecho énfasis en una concepción técnico-científica de la personalidad, no pocos autores afirman que a estas tres dimensiones de la personalidad, habría que agregarle al menos otra: lo espiritual (en sentido amplio).
En otras culturas (pasadas y presentes) este aspecto tiene una gran significación para entender la génesis de un comportamiento dado, tanto a nivel individual como de un colectivo determinado.
No obstante, tratándose de una Facultad de Medicina que responde a planteamientos filosóficos, históricos y científicos de corte occidental, al hablar de “concepción holística de la personalidad”, nos estaremos refiriendo más concretamente al enfoque biopsicosocial antes señalado.
JRRH Enero 2012