Pascal y su teoria. Para abordar con propiedad, desde su concepcin filosfica, el pensamiento y la obra de Blaise Pascal

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Pascal

Para abordar con propiedad, desde su concepción filosófica, el pensamiento y la obra de Blaise Pascal1, en la presente investigación se seguirán los siguientes pasos metodológicos. El primero consiste en precisar el papel que este autor le atribuye a la filosofía en el conjunto de su propuesta teórica y, para ello, es necesario identificar los conceptos primordiales alrededor de los cuales va asignando esa representación. El segundo, determinar la manera como reflexiona filosóficamente sobre asuntos y doctrinas que, arribando desde la tradición, terminan configurando su propia visión de la filosofía.

Ambos momentos deben ser entretejidos, incluso reconociendo la diversidad de facetas que les caracterizan  y con las que debe enfrentarse todo estudio referido a la figura de este representante del pensamiento francés del siglo XVII. De hecho, si aspira cumplir con éxito los objetivos propuestos, un estudio como el aquí planteado, ha de solventar un serio escollo: debe clarificar, previamente, cuál es el Pascal sometido a examen. ¿Acaso se trata de aquél versado en ciencias matemáticas y físicas? ¿O, aquél centrado en la consideración de temas teológicos de vieja data, suficientes como para sentar las bases de su proyecto apologético? ¿Será el Pascal urgido y conmovido por la manera como el hombre de su tiempo asume su condición de creyente, vía gracia divina? ¿O, en fin, tiene que ver con ese pensador empeñado en otear los alcances del razonamiento filosófico al momento de analizar la peculiaridad de la verdad existencial del hombre?

Ahora bien, para ubicar con rigor dicho semblante, nada mejor que calificar y contrastar lo más resaltante de su personalidad y de su manera de pensar. Un hombre a la vez racional e irracional, categórico y perturbado, comprensivo e irónico, caritativo y despiadado; así podría caracterizarse su conflictiva personalidad. Paralelamente, se está en presencia de una obra escrita de forma lógica y paradójica, metódica e inconsecuente, especializada y diversificada, todo al mismo tiempo. Así podría muy bien sintetizarse su legado teórico e, incluso, sus resultados prácticos.

En cierto modo, Pascal vivió a la sombra de esa dualidad de planos, una condición que encuentra su reflejo en la situación del hombre de comienzos de la época moderna, trocando lastimosamente una parte con la otra. Se trata, pues, de pares de cualidades totalmente opuestas e indeclinables. Uno que lo eleva en grandiosidad y otro que lo rebaja en pequeñez. Se está ante una idea de hombre que lo singulariza tanto por su razón y por su saber, como por sus afecciones y deseos, restos de una antropología antigua y expandida, a saber, la del autoconocimiento de ese estado de dualidad constante y conflictiva. Sobre ella, Pascal fundamentará la grandeur de l’homme, sabedor de su amplitud, pero -también- de su insignificancia.

¿Significa esto que la dualidad de visiones y de concepciones del hombre y del mundo es la condición fundamental del pensamiento y de la obra de nuestro autor? ¿Un estudio detallado de la evolución del pensamiento de Pascal acaso no revelaría cierta preeminencia de una de las facetas en juego (digamos, la del Pascal religioso y místico, como así lo aseveran la mayor parte de las exégesis reconocidas) muy por encima de las demás? Es más, ¿se está en presencia de un pensador indeciso, poco firme y sistemático en sus planteamientos en buena parte debido a esa bifrontalidad de la cual hace gala? De cara a tales interrogantes, lo aquí sostenido está pensado desde la perspectiva de una mirada integral del pensamiento y de la obra pascaliana. Y el eje central de tal visión lo constituye la idea de la verdad y de lo verdadero que nuestro autor ostentó.

Se opta, por ende, por un pensador cuyas doctrinas se exhiben signadas por su apego a la ciencia y al método experimental, así como por su religiosidad, pero -igualmente- por su insistencia en establecer altos niveles de reflexión desde una filosofía antropológica cimentada en un racionalismo abierto a la totalidad excelsa y dramática de la experiencia humana. Eso sí, tal como será detallado en lo que sigue, más que de una teoría del hombre en sentido estricto, a lo que nuestro pensador alude constantemente es a una visión de la conducta y del obrar moral y religioso de ese hombre que observa y somete a estudio.

En este punto, el presente estudio se inclina y apuesta por la figura y los aportes del Pascal filósofo. Consciente se está de la poca popularidad de dicha escogencia. Para la mayoría de los intérpretes e historiadores de la filosofía, no se trata del aspecto más relevante y representativo.2 A lo sumo se le describe –acusándolo– de repetidor y adaptador de las contadas fuentes de saber a las que tuvo acceso. Se le imputa, pues, su poca originalidad, así como el no haber dejado para la posteridad una propuesta filosófica sistemática, digna de ser reseñada y considerada.

Frente a una imagen tan negativa, aquí se afirma la importancia y trascendencia de la oferta pascaliana para el ámbito de la filosofía occidental, en especial para ese modo peculiar de hacer filosofía en Francia de finales del siglo XVI y de comienzos del XVII. Un estilo de pensamiento –como el de nuestro filósofo– que al cobijo de ciertas tesis, ciertas problemáticas y determinados conceptos, griegos unos, medioevales otros, e incluso tomados de su propio tiempo, aspira promover cuestiones plenas de contrariedades, heterogéneas e indeterminadas de por sí, un conjunto de principios relativos tanto al pensar mismo, como al humano existir. Sobre todo, reflexiones y propuestas cuya centralidad va a poner de manifiesto al momento en que intente buscar y definir, con criterios racionales, la verdad y lo verdadero.

Dicho esto, de lo que se trata es de situar, convenientemente, los conceptos fundamentales desde los cuales Pascal emprende su proyecto de indagación filosófica de la verdad. Lo primero a detallar es cierta propensión a entremezclar los conceptos que representan al Pascal filósofo con los del científico, los del apologético y los del religioso, aunque, siempre, bajo la óptica y el control de su pensar propiamente filosófico3.

Una inclinación tal es comprensible si se acude al análisis pascaliano del discurso. En su expresión discursiva, no sólo cada concepto, sino –además– cada frase, cada fragmento, adquiere disímil significación, según se refiera a problemáticas de diverso cuño. El mismo Pascal lo previene: «Las palabras ordenadas diversamente dan un sentido diverso, y los sentidos diversamente ordenados producen efectos diferentes» (Fr. 784. Lafuma).

Así mismo, al responder a posibles objeciones por su constante recurrir a nociones consideradas por determinados círculos académicos y sociales franceses, como anacrónicas o de poco uso, afirma lo siguiente:

Me gustaría que me dijeran que he empleado palabras viejas. De la misma manera que los mismos pensamientos  forman un cuerpo de discurso distinto, por una disposición diferente, igualmente las mismas palabras forman otros pensamientos por su diferente disposición (Fr. 696. Lafuma).

Pues bien, la clasificación conceptual aquí propuesta, está estructurada con base en una de esas mots anciens, entendida como esencial para una comprensión de la generalidad del pensamiento filosófico pascaliano, a saber: las noción misma de filosofía.

Centrarse en dicho concepto no es arbitrario; antes bien, responde al interés por aproximarse –en su particularidad– al Pascal filósofo y sus aportes para una teoría de la verdad. Ello explicaría la no–inclusión de otros conceptos claves para una visión más integral del pensador francés, en especial los de apología, fe y religión. Sin embargo, el desarrollo de la exposición conducirá al análisis de los mismos, pero no de una manera aislada, sino al interior del sentido asignado por Pascal a la filosofía. En otras palabras, se edificaría otro tipo de clasificación conceptual, si se tratase del Pascal apologético, o del religioso, del místico, e incluso, del matemático, lo que no es el objetivo temático aquí perseguido (al menos no directamente, sino tangencialmente).

En este sentido, se pretende dar cuenta –en los textos de Pascal- de la interrelación existente entre las nociones de filosofía y verdad, como sí se tratase de criterios distintamente dispuestos, pero que en conjunto forman sus pensamientos acerca de una filosofía de  la verdad. En fin, de manera sucinta, la secuencia seguida se explica con las siguientes palabras: si Pascal se plantea, abiertamente, la posibilidad de filosofar, lo será sobre bases teóricas que reflejan la huella del racionalismo filosófico en su manera de pensar, una tendencia en todo momento encauzada hacia su propia concepción de la verdad.

Para Pascal filosofía es sinónimo de metafísica y filosofar es una actividad reflexiva dirigida a dar contestación a ciertas inquietudes forjadas al calor del transcurrir vital humano. Además, la filosofía es vista como una propedéutica necesaria para la comprensión racional de la auténtica vida del hombre. A partir de esa precisión, el pensador francés ha de decidir tanto la composición de toda su propuesta filosófica, como las fuentes teóricas de las que se nutrirá.

Diversos fragmentos de los Pensées expresan del modo más claro posible lo esencial de dicha puntualización, tanto que pueden considerarse como la declaración de principios que resume con mayor propiedad, lo fundamental de la idea pascaliana de la filosofía:

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Si el hombre se estudiara en primer lugar a sí mismo, vería que es imposible ir más allá. ¿Cómo puede una parte conocer el todo? Pero, tal vez aspira a conocer, al menos, las partes del mundo con las que guarda alguna relación. Sin embargo, las partes del mundo tienen la una con la otra una relación y un encadenamiento tal que me parece imposible conocer la una sin la otra y sin el todo... Pero, lo infinito en pequeñez es mucho menos visible: los filósofos siempre han pretendido llegar a él, y ahí han fracasado todos. Esto ha ...

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