El Romanticismo en El Matadero, de Esteban Echeverra

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El matadero es un cuento escrito por el escritor argentino Esteban Echeverría. En él se retrata de una manera metafórica la situación política de Argentina durante la dictadura de Juan Manuel de Rosas. El escritor argentino describe lo acontecido en un matadero de Buenos Aires utilizando este suceso realista para compararlo alegóricamente con el periodo histórico que comprende desde 1829 a 1852, es decir, la dictadura de Rosas. Según el crítico Sergio Waisman, el texto de Echeverría es una “alegoría fundacional, representando a la Buenos Aires real por metonimia”. Es decir, el escritor argentino utiliza una parte específica de la ciudad para describir alegóricamente el ambiente general de la ciudad. Con este telón de fondo, Echeverría nos retrata las dos secciones en que se dividía el país: los federales, a favor de Rosas, y los unitarios, en contra de la dictadura. Este planteamiento de la trama confiere a la obra una originalidad argumental y estilística que, unida a la naturaleza genérica del texto (relato corto), llevan a casi todos los críticos a catalogar El matadero como la obra fundadora del género (cuento hispanoamericano). Por ejemplo, Andrés Avellaneda alude a su “rara heterodoxia estilística y temática” para catalogar el relato de Echeverría como una “obra fundacional”. En este aspecto la crítica es unánime. Sin embargo, hay disparidad de opiniones a la hora de ubicar este cuento en un movimiento o corriente literaria determinada. La opinión generalizada es que El matadero es un cuento romántico, de acuerdo con las características de la generación a la que pertenece su autor y las influencias que el Romanticismo europeo ejerció sobre éste. Sin embargo, no son pocos los que no dudan de la amplia variedad de características de diferentes movimientos literarios que se pueden encontrar en la obra de Echeverría. De esta manera, hallamos en El matadero elementos que nos remiten a movimientos literarios tales como el Naturalismo, el Realismo o el Costumbrismo. Este hecho no es tan paradójico si tenemos en cuenta que dichas corrientes constituyen una especie de marco cronológico del Romanticismo, es decir, o bien lo preceden o bien lo suceden, por lo tanto es inevitable encontrar semejanzas, paralelismos e influencias entre movimientos, ya que casi nunca un tránsito de una corriente a otra supone una ruptura definitiva de los cánones establecidos.

Echeverría es un autor de la corriente literaria argentina llamada Generación del 37, integrada también por los escritores latinoamericanos Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi y José Mármol. Estos autores se definían a sí mismos como “ciudadanos, jóvenes y exiliados”, términos que caracterizaban a su vez a los escritores románticos europeos, escritores con los que a menudo se relaciona a la Generación del 37 como precursores o al menos, como claras influencias.  En el caso concreto de Echeverría, hallamos partes de su biografía que nos muestran cómo el Romanticismo europeo influyó inexorablemente en su obra, como su viaje a París en 1825. Durante ésta época el Romanticismo estaba en auge en países como Alemania, con figuras tan sobresalientes como Hölderlin, Schelling o Schlegel; en Francia, con Víctor Hugo, Dumas o Madame de Staël (muy relacionada con Echeverría) a la cabeza; en Inglaterra, con exponentes como Lord Byron, Coleridge, Wordsworth y Keats; y por último el Romanticismo español, la lengua de Echeverría, con autores como Bécquer, Espronceda o Larra (es curioso señalar que durante su viaje a Europa Echeverría no visitó España, cuna lingüística de su propia lengua). Durante su estancia en Europa, el escritor argentino se empapó de la literatura del viejo continente y de la ideología que los escritores de allí tenían. Al volver a Buenos Aires difundió a través de las reuniones del Salón Literario el estilo romántico europeo y las doctrinas que éste propugnaba. La característica del Romanticismo europeo que Echeverría pretendió afianzar más en la literatura argentina de su época fue “la focalización en la patria como objeto central de reflexión y la convicción de que son los escritores quienes deben asumir la tarea de pensar un destino para el país naciente”. El escritor, desde su humilde oficio, tiene que conseguir a través de su obra cambios políticos que repercutan en todos los aspectos de la historia del propio país, tanto a nivel económico, como social o cultural, una especie de “liberación” o búsqueda de la propia identidad. En esta particular visión del oficio de escritor, el crítico Bart L. Lewis señala la gran influencia supuso Madame de Stäel para Echeverría: “there is no more urgent moment for a country to define its nacional identity than the time of liberation, a being born into history. It is this sense of taking stock and looking forward that allows us to relate Madame de Stäel’s analysis of Western literature and culture to the brainstorms of Echeverría and his compatriots”. Así, un escritor debe conseguir modificar las costumbres, proponer un sistema legislativo y constitucional alternativo al establecido, buscar una teoría política acorde con los sentimientos, el bienestar de la nación y la libertad de sus ciudadanos…a fin de cuentas, poner la literatura al servicio de la sociedad y la política de un país, en este caso, Argentina. Esta es, a fin y al cabo, la característica fundamental del Romanticismo que Echeverría heredó y que trató de imponer en su país con sus obras: el sentimiento de obligación a mejorar el orden establecido. Por decirlo de otra manera, se trataría de aplicar soluciones europeas a problemas americanos, como muchos autores como Henríquez Ureña han definido el principal objetivo político de los románticos hispanoamericanos. Como señala Roggiano en su ensayo Esteban Echeverría y el Romanticismo europeo, “el Romanticismo [europeo] significó para la Argentina, más que para cualquier otro país hispanoamericano, un cuerpo de doctrina sobre el cual apoyar la ruptura total con la herencia cultural española y fundar, con sentido crítico e independiente (en lo que fuera posible), una plataforma ideológico-estética basada en las ideas dominantes de la Europa moderna”. Siguiendo esta línea, Roggiano afirma que el Romanticismo europeo no debe ser considerado como un movimiento literario, sino como un “vasto plan ideológico de la Europa moderna por quebrantar un sistema único y total, para fragmentarlo en lo múltiple e individualizante y asegurar por ese medio la liberación del hombre y el autodeterminismo de pueblos y naciones”. De esta manera, Echeverría adaptó esta concepción del Romanticismo en Europa, haciendo de la literatura romántica argentina una auténtica arma política y social para combatir las injusticias y desajustes en el sistema establecido en su país. En otras palabras, la concepción de la literatura como “expresión social con un fin utilitario”. De hecho, y centrándonos en la obra concreta de Echeverría El matadero, Borgeson afirma, refiriéndose  en concreto al relato del escritor argentino que “the story then is, aside from its artistic merit, a classic illustration of fictional narrative addressing real social issues in Spanish America”, poniendo de relieve la función social de la literatura antes mencionada. En definitiva, esta idea de concebir la literatura como arma política es la que Echeverría adopta y propugna en la literatura hispanoamericana.

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Sin embargo, hay muchas características de la obra de Echeverría y por extensión, de la Generación del 37 en su totalidad, que alejan el Romanticismo gestado en el Río de la Plata del europeo. El propio Roggiano, después de exponer lo que el Romanticismo europeo había supuesto para la generación de Echeverría, afirma que el Romanticismo rioplatense “sufrió una transformación casi absoluta” y que “en algunos aspectos (yo diría los fundamentales) llegó a proponer, y, por tanto, a significar, lo opuesto a lo que había sido en Europa”. Un ejemplo claro lo hallamos en el diferente concepto de cultura ...

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