Sin embargo, hay muchas características de la obra de Echeverría y por extensión, de la Generación del 37 en su totalidad, que alejan el Romanticismo gestado en el Río de la Plata del europeo. El propio Roggiano, después de exponer lo que el Romanticismo europeo había supuesto para la generación de Echeverría, afirma que el Romanticismo rioplatense “sufrió una transformación casi absoluta” y que “en algunos aspectos (yo diría los fundamentales) llegó a proponer, y, por tanto, a significar, lo opuesto a lo que había sido en Europa”. Un ejemplo claro lo hallamos en el diferente concepto de cultura que ambas corrientes defienden. Si Rousseau, precursor del Romanticismo, concibió la cultura como una clara corrupción de la innata bondad del ser humano, Echeverría y su generación concibieron la incultura como la causante de la barbarie de la pampa (la antinomia entre civilización y barbarie, o, dicho de otra manera, cultura e incultura, es un binomio muy reflexionado, discutido y analizado en la literatura de Hispanoamérica, teniendo como máximo exponente a Domingo Faustino Sarmiento y su obra cumbre, Facundo). Por otra parte, otro concepto adaptado por el Romanticismo argentino que difiere del europeo es el de individualismo. En Europa, los románticos rechazan el individualismo porque, según ellos, es incompatible con el funcionamiento de la sociedad como un conjunto, base de cualquier nación o estado. Sin embargo, Echeverría entiende el individualismo como la base en que se sustenta la sociabilidad, el progreso, la justicia, la libertad, el orden y el derecho. Otro aspecto claramente diferenciador es el que respecta a la organización de la sociedad y, en consecuencia, del estado en general. Mientras que el Romanticismo europeo propugna, de alguna manera, el caos y el desorden en general como cumbre de las libertades individuales, Echeverría cree en un sistema educativo que combata el desorden social y sirva como base para una verdadera democracia representativa. Desde este punto de vista, el Romanticismo argentino es mucho más pragmático, más activo. No sólo se lamentan de la situación política y social de su país, sino que pretenden cambiar el sistema con sus plumas. Así, no entienden la literatura como algo puramente estético (“no era un plan lírico, ni menos literario”) y forma de ocio y entretenimiento, “el país está ahí, bajo las garras de Rosas, la barbarie convertida en sistema (…) y urgía el ataque a esa inorgánica estructura, aniquilarla, sustituirla por otro sistema, el mejor de que hasta allí se tuviera noticia”. A fin de cuentas, podríamos definir la relación de Echeverría con el Romanticismo europeo utilizando las palabras de Roggiano al resumir la controvertida y compleja relación del escritor argentino con el movimiento europeo: “[Echeverría] usó los principios originales del Romanticismo europeo, pero para liberarse de él, de Europa”.
De esta manera, y centrándonos más en la obra que nos ocupa, El matadero, analizaremos las características que lo acercan al Romanticismo y cuáles lo alejan. En primer lugar, Borgeson afirma que Echeverría “was largely responsible for introducing to Spanish America what soon became Romantic commonplaces”. Esta afirmación se complementa con aquella que comparte la totalidad de la crítica al denominar a Echeverría como claro introductor del Romanticismo en Hispanoamérica. De esta manera, es obvio hallar en El matadero características románticas que acerquen el relato al movimiento europeo. Borgeson habla de dos características claramente procedentes del Romanticismo europeo que destacan considerablemente en el relato de Echeverría. Así, la primera característica de la que habla Borgeson es “the extreme moral dichotomy between typologized antagonists”. Es decir, la realidad es descrita mediante contrastes exagerados basados en binomios opuestos: lo sublime frente a lo grotesco, lo angelical frente a lo demoníaco…al fin y al cabo, la civilización frente a la barbarie. En efecto, Echeverría describe en El matadero de un modo claramente subjetivo y, en ocasiones, exagerado, los dos grupos políticos imperantes en la Argentina de entonces: los unitarios y los federales, resaltando mediante adjetivos las diferencias entre ambos grupos. Esto último nos lleva a otra característica destacada por Borgeson: “the abundance of vivid and active adjectives”. Respecto a esto, podemos hallar en El matadero infinidad de adjetivos que, como hemos dicho antes, ponen de relieve las diferencias entre los dos grupos descritos. Algunos ejemplos son: “groseras carcajadas”, “modo bárbaro”, “codiciada presa”, “voces tiples y roncas”, “pegajoso barro”, “exclamaciones chistosas y obscenas”, “atónitos semblantes”, “latido violento”, “unitarios impíos”, “pálido y amoratado rostro”…etc. En relación a esto, cabe señalar la opinión del crítico Fernando Sorrentino en relación al repetido uso de adjetivos calificativos que Echevarría realiza en este cuento. Sorrentino opina, pese a que “El matadero es lo mejor que ha escrito Echeverría, y (...) supera con holgura los intentos narrativos de sus contemporáneos”, hay elementos que desvirtúan la obra en conjunto, como el repetitivo uso de adjetivos, que “da inverosimilitud a los tramos finales del relato”, con lo que “es probable que lo mejor de él esté en las páginas iniciales, en las que participan la narración realista y la descripción costumbrista”. Dejando de lado la opinión de Roggiano y centrándonos más en las características generalizadas del Romanticismo argentino, enumeraremos algunas que podemos destacar del relato de Echeverría. En primer lugar, una característica generalizada de las obras románticas en Hispanoamérica es la presencia notable del esquema político de la época. En efecto, Echeverría expone la situación política de su época mediante metáforas y descripciones (el joven unitario, el toro…). Otra característica, ligada a la anterior, es el aura de fatalidad que se sugiere durante el transcurso del relato y que desemboca con la fatal muerte del joven unitario. Mediante adjetivos y comparaciones se describe una atmósfera asfixiante que augura un final fatal, como en este caso, la muerte del unitario. Este “ambiente romántico” también es logrado gracias a la descripción al principio de un aguacero, que funciona simbólicamente como preámbulo de lo que acontecerá posteriormente en El matadero (la descripción de la naturaleza y de fenómenos meteorológicos como metáforas de los personajes de la obra es una característica clave del Romanticismo). Otro rasgo romántico es la presencia de una figura protagonista que destaque entre todos los demás por su valentía, gallardía o heroicidad. En este caso, esta figura arquetípica la hallamos en el joven unitario, que personifica la integridad característica del héroe romántico. Estas son, en definiva, las características de la literatura romántica más sobresalientes en la obra de Echeverría.
Por otro lado, y como ya hemos podido comprobar antes a través de la opinión del crítico Fernando Sorrentino, también encontramos en El matadero elementos que, en cierto modo, lo alejan del Romanticismo y lo acercan a movimientos como el Costumbrismo, el Realismo y el Naturalismo. Cabe destacar que estos movimientos encuadran cronológicamente al Romanticismo, es decir, son o bien reacciones, transformaciones o consecuencias del movimiento romántico; con lo cual, a pesar de tener características que los diferencian entre sí, también hay claras similitudes, por lo que las rupturas no son definitivas y las influencias son obvias. En primer lugar, hallamos en El matadero descripciones minuciosas de absolutamente todo, tanto de la gente como de las situaciones o el ambiente. Esta característica es muy propia del Realismo y del Naturalismo. Por otro lado, también hallamos en los diálogos del relato rasgos propios del dialecto rioplatense, como por ejemplo “lo escondió en el alzapón”, “¿qué le hago, ño Juan?”, “se lleva la riñonada y el tongorí”, “déle espuela al mancarrón”…Esta reproducción literal del habla popular de una zona determinada también es un rasgo común en las obras realistas y naturalistas. El tema de la obra y su tratamiento también nos evocan claramente al Naturalismo, ya que se describe una escena real sin escatimar en detalles y resaltando la crudeza y la agonía de la atmósfera real. Así, encontramos en la obra descripciones precisas de imágenes impactantes, tales como reses degolladas, cuchillazos, los niños lanzándose tripas…Se podría decir que Echeverría realiza un retrato naturalista de lo que acontece en el relato. De esta manera, Waisman define las descripciones de El matadero como “casi naturalistas, que incorporan lo grotesco y lo sangriento, (y que) son acompañadas por las voces del "habla" popular, de la chusma […] que ha invadido la ciudad”. Como vemos, hallamos gran cantidad de rasgos naturalistas en la obra de Echeverría; tantos que Berg afirma de manera contundente que El matadero “anticipa los principios de la novela naturalista”, considerando así El matadero como la obra germen del Naturalismo hispanoamericano. Por otro lado, cabe destacar la influencia de la Ilustración europea que algunos críticos también han visto en El matadero. Muchos de ellos afirman que el relato de Echeverría muestra claras influencias del enciclopedismo francés de Diderot y D’Alembert, así como el carácter anticlerical y antirreligioso que posee la narración, dogma fundamental de del movimiento ilustrado. Otra corriente más secundaria a nivel literario pero en ocasiones incluso complementaria en la obra que nos ocupa es el Costumbrismo. De hecho, muchos autores realizan subdivisiones en el Romanticismo hispanoamericano. Así, tenemos el Romanticismo costumbrista, al que pertenece la Generación del 37 y Echeverría; el Romanticismo social, que se identifica con la llamada Generación del 52, con José Mármol como máximo exponente y su obra Amalia como obra cumbre; y, por último, el Romanticismo realista, directamente relacionado con la Generación del 67 y con Alberto Blest Gana y Jorge Isaacs y sus respectivas obras Martín Rivas y María como obras más características. El Costumbrismo, o el género “cuadro de costumbres”, es inmediatamente anterior al Romanticismo argentino, por lo tanto las intrusiones de características costumbristas en el relato de Echeverría son evidentes. De hecho, Lyday afirma que El matadero “allows for discussion of the transition between the cuadro de costumbres or estampa and the short story proper as well as for commentary on the Romantic and Realist […] Spanish American literature”, subrayando los confusos límites entre Costumbrismo y Romanticismo. Dos son las principales características costumbristas que hallamos en El matadero. En primer lugar, el método de narración. El método de narración costumbrista consiste en la observación, la crítica y la sátira de los tipos y las costumbres. Así, Echeverría nos ofrece en El matadero descripciones minuciosas y críticas mordaces que nos llevan a imaginar la escena casi como si la estuviéramos observando, como cuando describe la muerte del joven unitario o la muchedumbre en el matadero. La segunda característica fundamental del Costumbrismo que hallamos en el relato de Echeverría es la narración antitética que lleva a cabo el autor argentino: mediante el establecimiento de una perspectiva ideológico-política, Echeverría organiza por medio de antítesis el mundo que se describe, en este caso, unitarios y federales, civilizados y bárbaros, oprimidos y opresores…Estas son en resumidas cuentas las características fundamentales que ligan El matadero con el Costumbrismo.
Finalmente, como conclusión, podríamos decir que El matadero es un cuento romántico, pero habría que señalar algunos matices muy importantes. Es innegable que la influencia del Romanticismo europeo en Echeverría y su generación fue determinante para la consolidación de ésta como un movimiento literario coherente. La cuestión es que el Romanticismo europeo sólo constituyó una base sobre la cual los escritores argentinos fundaron una nueva visión del movimiento romántico. Se diría que el Romanticismo argentino es una adaptación del europeo a la realidad hispanoamericana y, más concretamente, a la argentina. Echeverría y su generación se sirven de la base ideológica (y evidentemente, tratándose de literatura, también temática y estilística) del Romanticismo del viejo continente para tratar de solucionar los problemas de su país, de su sociedad, de acuerdo con el concepto de literatura como arma política que defiende el crítico Henríquez Ureña. Nos encontraríamos ante una nueva modalidad de Romanticismo: el Romanticismo como excusa literaria para denunciar injusticias y desajustes y proponer soluciones. Desde este punto de vista, El matadero se trataría claramente de un cuento romántico, pero romántico a la manera argentina, bastante diferente del Romanticismo europeo. Por otro lado y atendiendo a las claros rasgos característicos de otros movimientos literarios que anteriormente hemos mencionado, es necesario señalar que las influencias son obvias. El matadero es una obra romántica pero que abre las puertas de otras corrientes tales como las anteriormente mencionadas (Realismo y Naturalismo). Es obvio hallar en El matadero rasgos característicos de las corrientes que de alguna manera lo encuadran, ya que o bien encontramos influencias o bien elementos germinales de las corrientes que vendrán después. Precisamente esta riqueza de características de diferentes corrientes que hallamos combinadas en El matadero es posiblemente el hecho que haga a la obra de Echeverría una de las obras más importantes de la literatura hispanoamericana. En cualquier caso, estas características no son suficientes para catalogar a El matadero de una obra realista, naturalista o completamente costumbrista. La unanimidad al incluirla dentro del Romanticismo es decisiva. La biografía de Echeverría, las características de su obra en conjunto, el mensaje, su estilo general y su temática son determinantes a la hora de catalogar El matadero de una obra romántica, y así es como ha pasado a los anales de la historia de la literatura hispanoamericana y universal.
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