En contra de esto, podría argumentarse que el método de descubrir la verdad de hoy es muy diferente al de los más antiguos científicos, que tenemos mayor tecnología y capacidad de investigación y por consiguiente el método de hoy sí es el que descubre la verdad. Sin embargo, ambos métodos se basan en el mismo conjunto de creencias básicas: que existen regularidades definidas en la naturaleza, que el método científico puede descubrir estas regularidades de manera lógica, y que el universo está estructurado de una manera racional la cual el humano pueda descifrar. Estas tres creencias son vitales para el progreso de la ciencia, sin embargo su validez se toma como evidente porque que el método de la ciencia funciona tan bien para describir el universo que parece innegable. Es exactamente en estos casos, como el de la teoría calórica por ejemplo, en la que era asumido sin prueba que el calor era una especie de líquido ya que fluía de caliente a frío, en los que somos vulnerables a una refutación futura. Por lo tanto, desde este punto de vista las verdades son solamente creencias, ya que se basan en un conjunto de ellas.
Hay una posición con respecto a la naturaleza de la verdad que propone que solamente existe una y absoluta, oculta de nosotros eternamente por nuestra confinación mental, que las verdades no pueden ser relativas y por lo tanto una verdad no puede ser una creencia. La gente religiosa que cree en un Dios absoluto y dueño de la verdad es un grupo de gente que tiene esta posición, basada enteramente en la fé y por lo tanto su punto de vista no puede ser argumentado ni discutido por el sistema de pensamiento lógico ya que se basa en otro sistema completamente diferente. Sin embargo aquellos que sostienen esta afirmación con argumentos asumen que la verdad tiene algún tipo de existencia independiente ya que esta es la única manera en la que podría ser absoluta y no sujeta a todos los puntos de vista subjetivos del ser humano. Se asume también que la verdad no es simplemente una ilusión o un fenómeno cultural del hombre que, por cuestiones de supervivencia, desarrolló desde que empezó a tomar conciencia, es decir, a hacerse preguntas sobre su propia naturaleza.
El atribuirle una característica tan humana como la verdad a toda la realidad es claramente un reflejo producido por nuestra conciencia ya que en todas las maneras que percibimos, razonamos o sentimos, hay un siempre un cierto grado en el que se involucra a la veracidad. Así por ejemplo, cuando alguien ve un objeto, juzga si su existencia es verdadera o no de acuerdo a su percepción o a su razonamiento y eso trae como reacción algún tipo de emoción que el afectado juzga auténtica. Lo aparente, lo “obvio”, por nuestra percepción es que existe definitivamente la verdad, sin embargo no debemos olvidar que lo aparente radica solamente en la mente y, ya que no podemos trascender de ella: es imposible saber con seguridad que lo que hay más allá de esta.
Aquellos que creen en una verdad absoluta por consiguiente creen que el universo fue “diseñado” por decirlo así para que el ser humano pueda experimentar ese tipo de sensaciones con respecto a su estructura. Tendrían entonces que preguntarse sobre el origen de aquella verdad, la estructura y funcionamiento del universo. Dos soluciones son posibles: basarse en un creador inteligente que diseñó el mundo a nuestra medida, recayendo así su argumento en la fé y volviéndolo invalido ya que se basa en una creencia subjetiva, o aquellos que explican que el universo se creó a sí mismo de acuerdo a las leyes de la física. Este argumento sin embargo tiene un defecto, si el universo se creó a sí mismo usando estas leyes, ¿de dónde vinieron las leyes? Ciertamente no se crearon con el universo ya que estas lo crearon a aquel. Tendrían que haber tenido, por lo tanto, una existencia independiente y extra-dimensional. Ya que es inútil siquiera suponer que hay más haya del universo, ya que no afectaría de ninguna manera a ningún ser humano por su incapacidad de trascender de la realidad dimensional, este argumento queda, como el otro, basado en creencias y suposiciones. Por ende, el argumento que va en contra de la proposición de que todas las verdades son creencias se basa en sí sobre una creencia, aceptando de cierta manera que su propia verdad, la de que existe una sola, es una creencia, colapsando sobre sí mismo.
Aparte de aquellas verdades “eternas” que hemos estado discutiendo están también las verdades inmediatas, las que se ven y viven día a día y son, aparentemente, mucho más innegables como verdades absolutas que las anteriores. Por ejemplo, si alguien va por la calle y ve que a un hombre le disparan un balazo por el corazón y es certero que ha muerto, nadie podría decir que hay verdades relativas con respecto al hecho de su muerte. Sin embargo, debemos tomar en cuenta que hay todavía una serie de preconcepciones acerca de la realidad que se necesitan para hacer esta afirmación. Se necesita creer que los sentidos del receptor no están engañando al cerebro, se necesita creer en la ciencia que explica que uno muere cuando le tiran un balazo por el corazón y, fundamentalmente, se necesita creer que existe algo más allá de la propia mente del observador. Pues, como ya hemos dicho, no se puede trascender de la mente, en consecuencia no podemos estar 100% seguros de que lo que vivimos no es un sueño, o una alucinación, o simplemente un pestañeo en la verdadera realidad (la cual a su vez está sujeta a las mismas dudas que la aparente). Vemos pues, que el concepto de la realidad esta íntimamente relacionado con el de la verdad, por lo tanto una duda acerca de la realidad y su naturaleza es una duda acerca de las verdades que establecen sus parámetros. (Una interesante reflexión de este mismo tema lo hace el dramaturgo Luigi Pirandello en su obra “Seis personajes en busca de autor” en la que se presentan diferentes planos de realidad, en las cuales cada personaje vive su propia verdad por medio de una obra de teatro, dentro de otra, que a la vez es representada el teatro verdadero.) Por ende, la creencia de que vivimos en una realidad como la que se nos sugiere través de la percepción implica que todas sus verdades, ya sean eternas o inmediatas, son puramente creencias.
El argumento de J.W. Apps trae consigo muchas implicancias hacia nuestra percepción y entendimiento común del mundo. Cuando se investigan las verdades eternas, no podemos creer ciegamente en los paradigmas de la ciencia, ya que pueden estar equivocados con respecto a los nuevos descubrimientos. Thomas Kuhn propone que una revolución científica ocurre cuando uno de los paradigmas se prueba erróneo y se desarrolla uno nuevo para reemplazarlo y, a medida que aquellos se vuelven más complicados y fundamentales, hay más apego por parte de los científicos para tratar de explicar nuevos fenómenos con estos aunque estén erróneos2, haciendo de las revoluciones científicas, las que verdaderamente le dan un impulso gigante a la humanidad hacia el desarrollo (teoría de la relatividad, cuántica), menos frecuentes.
Otra consecuencia, a nivel de verdad inmediata, es que, aunque en la práctica es “correcto” afirmar algo como una verdad irrefutable (la muerte de alguien por ejemplo) a nivel filosófico, en las bases del conocimiento, aquella “verdad”, en teoría, no necesariamente lo es. Por lo tanto el ser pragmático, pero no creer en la verdad pragmática en sí (la que propone que solamente lo práctico es verdadero), sería una buen ideal de creencia. Sí, creencia. Como vemos, el argumento a lo largo de todo este ensayo se ha basado en desacreditar el hecho de que las verdades y por ende los argumentos, pueden llegar a un nivel absoluto de certidumbre. Por lo tanto debemos ser concientes de que todo lo escrito acá es, fundamentalmente, una creencia basada en las presuposiciones subjetivas de la lógica y la argumentación; ya que el decir: “la única verdad es que no hay verdad” es una falacia, una paradoja. No obstante vemos que, al ser pragmático uno puede llegar a un argumento más fundamental que el mismo pragmatismo, reforzando la idea de que es fructuoso pensar prácticamente en un nivel, pero estar conciente de la naturaleza de la verdad en uno más profundo.
En conclusión, hemos podido defender la afirmación de J.W. Apps al interpretarla de una manera cognitiva en vez de semántica para así poder analizar los problemas del conocimiento que esta implica. Nos hemos dado cuenta que la verdad, aunque vista desde tres puntos de vista diferentes, puede ser siempre reducida, a través de la deducción y el razonamiento lógico a una creencia en sus raíces y esencia, pero que, no obstante, al tomarla como lo irrefutable que aparenta ser, hemos podido avanzar y desarrollarnos como sociedad y como especie. Por esto, aunque lleguemos a otro nivel de comprensión de la verdad, debemos seguir usando su concepto habitual para sus usos habituales y superficiales para seguir adelante, y guardarnos su explicación esencial, aunque más gratificante, para el mundo de nuestros pensamientos y conocimientos para así tener en perspectiva nuestra realidad y no vivir confinados al mundo de lo material.
- Diccionario Santillana Del Español. Santillana (pg 179)
- IB Physics: Theory of Knowledge, Gregg Kerr, Nancy Kerr, Paul ruth. Ibid Press (pg 695)