No se menciona en el libro si trabajaba alguna vez el Coronel, salvo su papel en la Guerra Civil. Quizá no trabajaba nunca porque estaba esperando la pensión que el gobierno le prometió hace 15 años. Lo cierto es que, a pesar de la ansiedad ingenua del Coronel cada viernes, cuando la lancha del correo viene, no llega la pensión antedicha. Por lo tanto, la pensión no soluciona los problemas del Coronel y de su mujer.
El lector sabe que el Coronel tenía un hijo, Agustín, hasta que fue acribillado por las autoridades en la gallera. Mientras vivía, Agustín proveía a sus padres de dinero. Después de su muerte, no hay tal mantenedor de la familia, y por lo tanto, desde que la pareja perdieron a su hijo, han sufrido algo que se parece una espada de doble filo. Por esta dependencia, dice la mujer en página 13 «Nosotros somos huérfanos de nuestro hijo». En el libro, el Coronel y su mujer consiguen dinero vendiendo la propiedad de Agustín, como, por ejemplo, su máquina de coser. Sin embargo, es el gallo – también propiedad del hijo – que causa la mayoría de discusiones acaloradas entre el Coronel y su mujer.
El gallo tiene potencial de ganar dinero para la pareja, pero no hay una pelea hasta el enero y el Coronel no tiene bastante dinero para alimentarlo. Por eso piensa en venderlo y acepta la ayuda de los compadres de Agustín. Éste le pese al Coronel en el consciente porque ya está «cansado de andar pidiendo favores». Al fin y al cabo el Coronel no va a vender el gallo porque a él le representa su hijo y la última fuente de espera para el pueblo. Sin embargo, por causando peleas entre la pareja protagonista, dificulta el gallo la vida del Coronel.
Salvo la pobreza, el sistema político también le causa al Coronel varios problemas. El gobierno contemporáneo ha impuesto una represión totalitaria, incluyendo toques de queda y una censura estricta. Se sabe que el Coronel se opone personalmente al gobierno porque durante la guerra civil fue un liberal. Es por la censura que se encuentra el Coronel en una situación peligrosa en página 61 cuando «Comprendió [el Coronel] que había caído fatalmente en una batida de policía» porque tiene una hoja clandestina en su bolso. Aunque el Coronel sobrevive, el mismo agente que lo amenaza, mató a su hijo Agustín en la gallera porque estaba distribuyendo información clandestina, y era éste que causó las inmensas dificultades financieras de que sufren el Coronel y su mujer. En cuanto a la relación entre el gobierno y la pobreza de la pareja protagonista, hay que acordarse la razón por la que el Coronel no recibe su pensión es la falta de competencia de la burocracia.
Al fin de la novela el Coronel todavía es vivo, y por eso se puede decir que, físicamente, ha sobrevivido, a pesar de estar a punto de que la policía lo descubra con la hoja clandestina. No obstante, sería más difícil decir que el Coronel continuará viviendo, cuando proclama al fin que pase lo que pase, no vendrá nunca el gallo, lo que representa su propiedad única de que puede conseguir dinero con certeza. De otra manera, si se considere que al fin, cuando dice el Coronel que aun existe la posibilidad de tener que comer «Mierda», no está sólo admitiendo que su optimismo es agotable, sino de cualquiera manera, el autor le informa al lector que el elemento de su desafío racional se ha reemplazado por el desafío irrazonable porque, anteriormente, el Coronel siempre tenía capaz de responder con viveza a las preguntas agudas de su mujer, pero ahora no. Sin embargo, lo más importante que nos informe la novela es que a pesar de vivir enfrentando de tantas dificultades, como vive el Coronel, la espíritu humana tiene el poder de superar cada infortunio. Éste se acuerde de la frase conocida de «la Pasionaria», Dolores Ibárruri, quien dijo, mientras la Guerra Civil Española, que: «Es mejor morir de pie que vivir de rodillas». Igualmente, el Coronel se niega rotundamente a renunciar su alma a los severos problemas diarios que sufre, y por eso, García Márquez enseña al lector que venga lo que venga, el yo puede triunfar.