La obra Edipo Rey está basada en un antiguo mito griego, una historia de conocimiento popular que todos los espectadores originales conocían. Se puede deducir, entonces, que Sófocles no buscó cautivar a la audiencia con una historia atractiva; otros elementos tuvieron que ser usados, como por ejemplo el sembrar una falsa esperanza en la resolución positiva de la trama, aunque su verdadero y funesto desenlace fuera ya conocido, para crear tensión e interés. Esto por el motivo que, en la visión del espectador de esa época, el destino trágico de Edipo ya estaba escrito, inclusive antes de que la obra haya comenzado. Asimismo, nos encontramos una vez que la obra ha comenzado, con la profecía del oráculo, la cual corrobora la creencia de la audiencia y, además de esto, agrega la idea de una suerte predeterminada al nivel del espacio dramático en sí. Por lo tanto, tenemos ya, en dos dimensiones paralelas, una fuera y otra dentro de escena, la idea del hado preestablecido de Edipo.
Se podría agregar un nivel más profundo a este enfoque: la obsesión de Edipo por evitar a toda costa los hechos que profetizó el oráculo es también una de las razones por las cuales el destino con que se encuentra más adelante es el predicho. Se ve entonces que también tenemos una predeterminación del futuro a nivel del personaje, ya que las reacciones de este constituyen un factor vital del cumplimiento del vaticinio, por ello estas también estaban anticipadas. Esto lleva a la conclusión de que el hecho que Edipo trate de burlar y evadir constantemente al destino se encuentra contenido en el augurio mismo, por lo tanto la profecía considera su propia revelación, es decir, si ella nunca hubiera sido publicada a Edipo, o a sus padres, ninguno de los sucesos hubiera ocurrido, ya que todos son parte de una reacción producida por el oráculo.
Una técnica utilizada por Sófocles para promover el interés y tensión, es la de crear falsas esperanzas, como ha sido mencionado anteriormente. Sófocles intenta, en la medida que es posible, cambiar momentáneamente la historia para el público al crear dudas sobre la concordancia entre el mito conocido por todos y su adaptación para así estimular el interés. Se usan con frecuencia pequeñas y fugaces contradicciones que mantienen al espectador atento al diálogo:
“Creonte: Todos han muerto, menos uno solo que lleno de terror huyó, y de lo que vio nada ha podido revelar, excepto una cosa.
...
Creonte: Dijo que topó no con uno, sino con una multitud de ladrones que lo asaltaron y le dieron muerte”
Vemos así que Creonte no sólo se contradice brevemente para generar incertidumbre, sino que revela una información que no concuerda con la historia original, lo cual incentiva cierta ilusión en el público.
Además de cumplir con la función práctica de retener el interés del público en la trama, estas sutiles discordancias con el mito reflejan, en un nivel conceptual, un importante aspecto del hado que lo realza como el vehículo de la tragedia, es decir, que esa radica en aquel: la ignorancia humana de hasta su propio pasado le impide, por la simple relación de causa y efecto, anticiparse correctamente al futuro. De esta manera le es imposible para él el evitar el dolor.
Llevemos esta concepción al contexto cultural griego; el público tenía la perspectiva de que el destino era producto de los inexplicables caprichos de los dioses y que lo intangible de su naturaleza radica en las impredecibles actitudes divinas. Esto hace de Edipo sólo una injusta víctima de la desconocida voluntad Olímpica; he ahí, entonces, la tragedia.
El caso de Romeo y Julieta tiene precisas similitudes con el de Edipo Rey, aunque presenta aquellos detalles comunes de una manera mucho más sutil. La historia de Romeo y Julieta tampoco es original de Shakespeare, más bien era una historia bastante conocida en pueblos europeos, aunque no en tanta medida como en el caso anterior. No obstante, para contrarrestar esto, Shakespeare coloca un prólogo recitado por el coro anunciando la tragedia entre los dos amantes, para que así todos los espectadores tengan la noción de un destino predeterminado durante la obra, aunque el dramaturgo luego intente a toda costa hacerles pensar que habría un eventual final feliz.
El tema del destino se presenta en este caso en dos dimensiones: la primera es la sugerida por el Coro en el prólogo y conserva el carácter de fatalidad, que conduce de manera inevitable a los amores y vidas de los protagonistas hacia la muerte. La segunda es expuesta en forma de justicia divina, la cual da sentido al fatalismo del anterior nivel y facilita su interpretación en términos de castigo a las faltas morales en las que incurren los Capuleto y Montesco.
Es interesante recalcar que Fray Lorenzo es, generalmente, el único que recurrente y abiertamente toca el tema del destino. Así pues, Shakespeare le da sutilmente cierta connotación religiosa al tema (lo cual refleja además la latente preocupación teológica de la Iglesia de la época sobre esta materia):
“Fray Lorenzo: Ven, pobre Romeo. La desgracia se ha enamorado de ti, y el dolo se ha desposado contigo.”
“Fray Lorenzo (a Julieta):... La suprema voluntad de Dios ha venido a desbaratar mis planes.”
Debemos tomar en cuenta que Fray Lorenzo es en este caso el principal personaje que trata de evitar y burlar al destino, tarea que finalmente resulta en tragedia, como es visto también en Edipo Rey, acercándolos más a él cuando la intención era la opuesta. Es irónico en este caso, ya que, bajo los términos culturales isabelinos, Dios es el autor supremo del destino y es uno de sus representantes en la tierra (el fraile) quien va en contra de él, pero a la misma vez empuja inconscientemente su progreso. Queda entonces al descubierto, como en el caso de Edipo, la trágica lucha del humano ciego e ignorante en contra de sí mismo (su propio destino), que sólo lo lleva a la desdicha. Nos damos cuenta, además, de que este aspecto del destino, el ir en contra de este, tiene un tratamiento prácticamente idéntico al que tuvo 2000 años atrás y consecuentemente queda en exposición la magnitud e importancia de la siguiente característica: el hecho de que el destino toma en cuenta su propia existencia.
Este punto de contacto entre las obras, visto más profundamente, revela una cualidad inherente a la interpretación del destino por parte del hombre: el hecho de que es esencialmente inexplicable. Se le proporciona al destino la característica de que toma en cuenta su propia existencia y revelación, creando un ciclo de auto-referencia conceptualmente muy complejo, en el que se enfatiza la ignorancia del ser humano acerca de su futuro y de dónde este proviene. Por ello, si todas nuestras acciones estuvieran ya previstas, como las obras lo indican, no tendríamos elección alguna sobre nuestro futuro como ocurre con Romeo y Julieta, quienes antes de empezada la obra fueron sentenciados a muerte de manera que, aunque ellos pensaban que poseían libertad, la sentencia se cumplió inexorablemente. De igual manera, podría decirse que Edipo no es en realidad culpable de sus delitos, ya que sus actos fueron “escritos” anteriormente por un ente o fuerza desconocida. Sería solamente un criminal involuntario cuyo único delito es su propia existencia.
A partir de lo visto anteriormente podemos en este punto concluir que en los dos casos el destino actúa como vehículo de la tragedia, al presentar sus características primordiales, la imposibilidad humana de evitar el dolor y, más aún, la de conocer su proveniencia y propósito, lo cual acrecienta esta frustración; ya que, como se mencionó al principio de este ensayo, el cuestionamiento y especulación sobre lo desconocido, y en especial sobre el futuro, es una inherente, esencial y recurrente condición humana.
1500 Palabras.
Bibliografía:
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Shakespeare William. Romeo y Julieta. Madrid, Ed. EDAF, 1998.
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Sófocles. Edipo Rey. Bogotá, Pananericana Editorial, 1999.
Sófocles. Edipo Rey. Bogotá, Pananericana Editorial, 1999, p. 53.
En las palabras de Cicerón, Carnéades sostiene: “El mismo filósofo llegaba a decir que Apolo no podía conocer el pasado cuando no quedaban huellas, y mucho menos lo futuro. Imposible es conocer lo venidero si no se conocen las causas eficientes que lo preparan. Apolo, pues, no pudo predecir el parricidio de Edipo, porque no había en la naturaleza de las cosas ninguna causa esencial de virtud de la cual hubiese necesariamente de matar a su padre...”
Cicerón. El Hado. Madrid, Ed. Orbis, 1985, p. 120.
“Durante el pontificado de Clemente VIII (1592-1605) estalló entre los teólogos católicos una controversia científica…la llamada controversia sobre la gracia. Su objeto era el dificilísimo complejo de problemas formado por la necesidad de la gracia, la predestinación divina y la libertad del albedrío humano. Tanto Lutero como Calvino habían tropezado precisamente en estos problemas.”
Hertling, Ludwig. Historia de la Iglesia. Barcelona, Ed. Herder, 1993, p. 350.
William Shakespeare. Romeo y Julieta. Madrid, Ed. EDAF, 1998, p. 235.
“Los protestantes exiliados durante el reino de Maria I regresaron a Inglaterra y muchos de ellos trajeron consigo nuevas y radicales ideas protestantes, especialmente las de Juan Calvino.”
"Elizabeth I."
Microsoft Encarta Encyclopedia 2001. © 1993-2000 Microsoft Corporation. Traducción Roberto Thais.
"...Calvino rechazaba el hecho de que los seres humanos fueran capaces de gozar del libre albedrío después de la caída de Adán"
"Calvinismo", Enciclopedia Microsoft Encarta en línea 2001, http://encarta.msn.es, 1997-2000 Microsoft Corporation.
“Si todo acontecimiento futuro es verdadero desde la eternidad…necesario es conceder que todo lo que ocurre es resultado fatal de una serie de causas naturalmente enlazadas…Si esto es así, todo lo hace la necesidad; y si así es, nada depende de nuestra libertad”
Cicerón. Op Cit. p 120