En 1984, George Orwell nos presenta un mundo oprimido por la acción de un Estado totalitario llamado el Ingsoc, o Socialismo Inglés. La vida de Winston Smith es el eje por el cual la novela se desarrolla. A partir de este personaje, el autor plantea un análisis del poder, en donde la manipulación a través de los medios de comunicación y la creación de una nueva lengua (la neolengua) cumplen un rol fundamental. Es necesario detenerse en este último punto para entender cómo el Ingsoc ejerce un control irrestricto sobre la sociedad.
En primer lugar, la neolengua fue creada para solucionar las necesidades ideológicas del Ingsoc. Es decir, era una herramienta estratégica y política para difundir la hegemonía sobre el pueblo. Pero, ¿de qué manera lo hacía? Tomando como base la idea de que el pensamiento y el lenguaje están inexorablemente unidos. La neolengua modelaba la mentalidad de los súbditos del Ingsoc. Su propósito era impedir otras formas de pensamiento, ajenos al que imponía el gobierno, o como dice Orwell:
“La intención de la neolengua no era solamente proveer un medio de expresión de la cosmovisión y hábitos mentales propios de los devotos del Ingsoc, sino también imposibilitar otras formas de pensamiento. Lo que se pretendía era que (…), cualquier pensamiento herético, es decir un pensamiento divergente de los principios del Ingsoc, fuera literalmente impensable, o por lo menos en tanto que el pensamiento depende de las palabras”
Esta última parte es sin duda trascendental, “el pensamiento depende de las palabras.” El Ingsoc muy hábilmente toma esta idea y a partir de ella ejerce el más desenfrenado dominio sobre el pueblo. La creación de la neolengua es el más ambicioso de los proyectos fomentados por el Socialismo Ingles. Al prescindir de determinadas palabras, se prescinde de su concepto. De este modo, el Partido puede controlar y uniformar con mayor facilidad los pensamientos de sus miembros, para así evitar el mayor de los delitos concebibles en la sociedad de Oceanía: el crimental. El Ingsoc se convierte en un único poder omnipotente y omnipresente (a través de la figura del Gran Hermano), y de esta manera triunfa sobre el individuo en general, convirtiéndolo en tan sólo un objeto de control y manipulación.
En Casa de Muñecas, la idea del lenguaje como elemento de dominación se plantea desde un ángulo diferente. No existe ningún Estado totalitario, ni el Gran Hermano, ni nada por el estilo. La dominación en este caso se da en un contexto de supuesta alegría y convivencia familiar. Casualmente, Ibsen escribe su obra en un momento donde los valores de la familia y de la mujer estaban en crisis. En aquella época la mujer era vista como un elemento, como una persona inútil, un simple adorno, una linda muñeca, pero Ibsen con “Casa de Muñecas” pone en cuestión estas suposiciones.
En “Casa de muñecas” aparece una de las tantas bifurcaciones del término lenguaje: el lenguaje en el sentido semiológico, es decir el del cuerpo. Claramente se ve que Helmer con sus expresiones hacia Nora, le limita su libertad y las cosas que ella puede hacer. Por ejemplo, a través de los diminutivos y los sobrenombres Helmer minimiza la autoridad de Nora en la familia y como individuo:
Helmer.- ¿Es mi alondra la que gorjea por ahí?
Helmer.- ¿Es mi ardilla la que bulle?
A su vez, se observa en Helmer una actitud posesiva. Helmer hace de Nora un objeto propio, la llama “mi alondra”, “mi ardilla”, “mi pajarito”. El lenguaje que Helmer utiliza al referirse a Nora representa la construcción del personaje (de Nora) tal como debe ser, o mejor dicho, como Helmer quiere que sea. Esto no solo se da la forma en la que Helmer se dirige a Nora, sino que también en las cosas que él le deja hacer. Un claro ejemplo es que Helmer no le permite a Nora coser, ya que es una actividad útil, y según la concepción masculina “la inutilidad es un valor positivo de la mujer”. En efecto, Nora no cose sino que borda. Existe una diferencia sumamente importante entre estas dos palabras: el coser supone trabajo y habilidad mientras que el bordar es más bien un trabajo que no requiere de concentración ni de esfuerzo. Más aún, el bordar figuras y estampas es una analogía con la naturaleza de Nora: ella es un adorno en la vida de su marido Helmer. Estas pequeñas cosas hacen que Helmer directa e indirectamente domine a Nora. Es el lenguaje del cuerpo, el de los símbolos, lo que en este caso condiciona la subjetividad de Nora. Quizás involuntariamente, o quizás no, Torvaldo manipula a su mujer y la construye tal como el quiere que sea, delimitándole las cosas que puede hacer y las que no.
No es menos importante el significado alegórico de los aspectos físicos de los personajes. Si uno contrapone a la Sra. Linde con Nora se advierte una disidencia en su rol como mujeres. La Sra.Linde trabaja, es útil y eficiente, y “accidentalmente” es una mujer gastada. Por otra parte, Nora se dedica a sí misma, a divertirse con sus hijos, y no es parte de ninguna actividad constructiva ni laboriosa. Nora es bella y tiene una vida tranquila junto con su familia, pero como mujer no es más que un simple objeto del su hombre. Su libertad está limitada por la autoridad de su marido, que no hace más que controlarla y dirigirla como a una muñeca.
En conclusión, se observa que en los dos textos ya citados el lenguaje toma un rol
Asimismo, el título de la obra ya pone al lector frente a esta idea de “mujer como objeto del hombre”, y efectivamente esto se comprueba al final de la historia, cuando la misma Nora se da cuenta de su condición de mujer-objeto: “He sido una muñeca grande en esta casa (…)”.
Palabra en neolengua. Significa crimen mental.