El narrador aclara “escribir las historias que me cuento antes de dormirme me parece inconcebible por la mañana”, demostrando que sus historias son claramente el producto de la noche, de la cama, la posición horizontal que tanto ayuda a pensar y a sembrar ideas, y que de mañana cuando recupera su posición horizontal, su repetitiva vida, su super yo, el narrador siente vergüenza por sus historias ya que no quiere que nadie más lo sepa. Agrega la superstición como otra excusa para no poner sus fantasías en testimonios escritos, y que si lo hiciera jamas podrá contarse otra historia a sí mismo, dado que la asfixia provocada por los lectores de su historia ahogaría a su cerebro. Para el narrador, el único escape de su vida diurna estereotipo son sus historias fantasiosas, él se opone totalmente a “numerar corderitos o recordar mis jornadas cotidianas tan poco recordables”, mostrando por completo su disconformidad con la monotonía como los clonados corderos por contar o sus días de trabajo que son fotocopias de los días anteriores.
Es informado al lector que las historias que se cuenta él a sí mismo dependen siempre del humor que se tenga en el momento de contarlas, y luego dice “apago o apagamos”, el narrador nunca sabe si va a estar sólo o con Niágara, el nunca sabe que va soñar, ni cuales son sus deseos de esa noche. Mientras cuenta como es que comienzan sus historias, resaltan dos frases. La primera es: “entro en esa segunda y hermosa capa de negrura que me traen los párpados”, al igual que el estado dentro de la placenta de la madre, entre ese líquido amniótico y el exterior se encuentra la piel de la madre, la carne, los huesos, el lugar ideal para contarse historias; y la segunda es “una palabra o un sonido que se repite cinco o diez veces y de empieza a salir una primera imagen de la historia”, lo cual combinado con “sin duda soy imaginativo, aunque eso se note solamente antes de dormirme” apoya le idea de que las historias son un producto de subconsciente más cercano al consciente, ya que las historias las crea él con alguna imagen que mete dentro de su cabeza repitiéndola un par de veces para poder orientarlo un poco, como la imagen de alguna bella chica que vio en alguna revista o en la calle y que de ninguna forma se aventuró a conquistar.
La primera mención sobre Dilia es un tanto trágica, ella es la causa por la cual tuvo que escribir una de sus historias, pasar por la vergüenza, y mostrar que él era distinto al resto de la sociedad. El protagonista se pregunta continuamente “por qué Dilia”, asegurando que todo lo extraño ocurrió porque ella estaba dentro de su fantasía erótica, la cual ya no es solo una fantasía sino el mundo real del personaje, donde logró satisfacerla necesidad de una mujer, una mujer que suplante a su madre perdida, una madre donde esconderse y alejarse de todo.
Ya dentro de su fantasía, el narrador se describe como un camionero, le gusta su trabajo ahora ya que siempre recorre largos caminos dentro de su camión, su protección. Nuevamente, el camión representaría el cuerpo de la madre, que le brinda todo lo necesario, “ir de un lado a otro en un camión que a la vez es una casa con su colchón... una lámpara para leer y latas de comida y cerveza, un transistor jazz para escuchar jazz en silencio perfecto”. El camión da la sensación de ser todo lo que necesita el camionero, es su fuente de felicidad además de brindarle todo lo anterior, también le brinda placer sexual gracias a las chicas que piden ser aventadas a causa de la oscura, fría, peligrosa noche que se encuentra fuera del camión. Además, “el sentimiento de saberse ignorado por el resto del mundo, que nadie está enterado de que hemos tomado esa ruta y no otra” muestra la libertad del narrador en su plano onírico, en su mundo fantasioso, dentro del camión, del útero de la madre, de donde puede obtener todo el placer que necesita, sin que nadie le moleste, nadie le interrumpa, nadie le critique, sus pensamientos, actos, sus formas de vida satisfactorias, en su sueño el puede elegir su camino con propia libertad.
El narrador nos aclara directamente que tiene que ocultar sus sentimientos, “mi lado simple y a ras de tierra que más y más tengo que esconder cada día”, de la sociedad, ya casi no puede continuar sin mostrar sus sentimientos y necesita meterse urgentemente dentro de un útero, para el cual está Dilia. El encuentro con Dilia es esperado en el sentido en que el camionero siempre levantaba mujeres bellas, cansadas de tanto caminar, y les sacaba el jugo, aprovechaba la noche, la soledad, y como buen macho se las llevaba para el fondo del camión y a la cama. El paisaje montañoso y las curvas de la calle ya llevan el tema de la figura femenina dentro de ellos, esa figura que se transformaba en Dilia, una traición, ya que era conocida y no cumplía con el requisito del resto de las mujeres en las historias, había algo distinto. Mientras el narrador recuerda la vida de Dilia, enumera, entre otras, “un bebé” el cual aparecerá en la última escena, el último paso del narrador por volver al útero de su madre. Luego se describe como sería la historia usualmente con cualquier otra mujer, que el destino final era el sexo, el placer para el camionero macho, donde las únicas variantes e incógnitas son las mujeres en sus distintos tamaños y medidas, pero él aclara que “era Dilia que de ninguna forma tenía sentido en esa curva de la ruta”, o sea que Dilia no encajaba en su camino hasta ahora. Lo que el no sabe es que Dilia le daría el mayor placer de todos. Como mayor excusa para subir a Dilia al camión usa a la ausencia de Niágara, lo cual estimula su soledad y ganas por obtener placer. La mención de Freud en la imaginaria charla entre el narrador y Niágara lleva a buscar alguna relación entre lo masculino y lo femenino, entre el deseo del hombre por conquistar a su madre en la etapa prematura, por volver de donde salimos. Podríamos marcar este punto como el regreso hacia atrás por el camino de la vida, desde aquí el narrador comienza su intento por conquistar a Dilia. Lentamente comienza el viaje hacia atrás en su camión, su caracol, su protección del mundo. Después de una modesta charla, el chamulle del camionero macho surge efecto, pero un desbordante efecto, Dilia es mucho menos tímida de lo que se esperaba. Ya habiendo aceptado la idea de que ella era parte de su historia y de un futuro placer, el narrado se hace el distraído y deja pasar el engaño que le comete a su pareja y a su amigo Alfonso, el esposo de Dilia. Aunque la descripción es vaga a causa de la dificultad de expresar tanto placer o simplemente la vergüenza, se denota que Dilia hace todos los movimientos directamente en busca del hombre, “Dilia lentamente yendo de la mesa hacia la cama con una mano buscando ya el cierre de los jeans” iba en busca de la sexualidad, pero es en realidad el producto del enorme deseo del narrador por obtener lo que busca, que es por ahora, el placer sexual que le dan sus historias, pero cuando mas tarde la vea en la realidad, en plano de esa sociedad que tanto odia, se dará cuenta de que lo que quiere es su, su placenta, su útero, su comodidad.
La historia pierde el control, el narrador ya no es dueño de sus pensamientos, sino que su subconsciente se ha sublevado y ha tomado el dominio de la trama, hace que la noche sea de un placer infinito, interminable, de ambos lados, del hombre y de la mujer, del macho y de la hembra. Esta historia ya no es como el resto de las historias, se ha vuelto en una noche de sexo ininterrumpido. Ahora, el deseo del hombre se ha convertido en el deseo de un niño, un bebé que de ninguna forma va perder la oportunidad de ser arrebatado de su madre nuevamente, va a volver a ella.
El hecho de que el cambio entre el plano onírico, el mundo de los sueños, y la vuelta al mundo real este en la misma oración lleva al indicio de que la realidad y la fantasía se han fusionado: “La historia termina ahí, sin despedidas convencionales en el primer pueblo de la ruta... el peso del cuerpo de Dilia durmiéndose a su vez sobre mí después de un último murmullo, cuando desperté Niágara me hablaba del desayuno y de un compromiso”. Al narrador no se le ocurre decir una palabra al respecto sobre su historia porque todavía sabe muy bien que está devuelta en su sociedad, y su super yo le niega el contarle la infiel historia a Niágara, la deshonra y la vergüenza se lo prohiben. Su subconsciente muy bien sabe que la historia era verídica y no una fantasía por parte, tiene los datos claves en mente: no decir nada a nadie al respecto y llevar un sonajero para el bebé.
En el diálogo de Dilia con Alfonso ya podemos encontrar la perturbación por lo pasado, el arrepentimiento, “No es fácil olvidarlo –dijo Dilia-, es algo que vuelve y vuelve, no sé por qué”. Está claro que aquella larga noche le grabó el movimiento cinético entre la pareja en su cabeza, en su consciencia, el movimiento repetitivo de “vuelve y vuelve”. La vergüenza comienza a atacar a ambos, pero de pronto la fantasía llega a la realidad así como llega a la cabeza de uno “Me fui al baño y me quedé un rato tratando de no mirarme al espejo, de no encontrar también allí y horriblemente eso que yo había sido mientras me contaba la historia y que sentía ahora de nuevo pero aquí”. Las oraciones comienzan a abundar en comas, mostrando la desesperación de los dos al darse cuenta de la terrible situación en la que se encuentran, “de nuevo el deseo pero de este lado” desde la realidad ahora, los deseos de este hombre eran tan grandes que se han cumplido. Es entonces cuando el bebé larga un llanto y Dilia sube corriendo a atenderlo, y atrás de ella va él para aclarar las cosas. El momento más trágico de la historia sucede cuando, entre comas y cambios de puntos de vista, el narrador logra contarnos su experiencia y la de Dilia, Como últimos temas quedan el constante deseo del narrador, quien ya siente celos del bebé, por apoderarse de la madre. Primero, los celos del bebé: “me volvió la espalda para empezar a desvestir al bebé”, luego los sentimientos de un bebé: “Sentí mis ojos como dedos bajando por su boca, su cuello, buscando los senos que la blusa negra dibujaba... un absoluto derecho a acercarme a buscarle los senos bajo la blusa y envolverlos en el primer abrazo” y nuevamente los celos hacia el otro bebé “ágilmente retiró los pañales, el olor de un bebé que se ha hecho pis y caca me llegó junto con los murmullos de Dilia calmándolo como para que no llorara, vi sus manos que buscaban el algodón y o metían entre las piernas levantadas del bebé, vi sus manos limpiando al bebé en vez de venir a mí como habían venido en la oscuridad de ese camión”. La transformación es definitiva, el narrador es ahora el bebé que quiere meterse dentro del útero de la madre, quiere desplazar al otro bebé y tomar su lugar. Los “murmullos” nos llevan directamente al primer párrafo de la historia, cuando Niágara murmuraba en la cama, prácticamente cerrando este cuento circular, y el broche de oro lo tiene la última frase: “en las historias que me cuento”, que es el enganche perfecto con la primera frase, el nacimiento de esta historia, “Me cuento historias”, finalizando con la imagen cerrada, un bebé que entró al útero de una madre invocada a través de los sueños, y un cierre dentro del plano fantasioso pero igual de satisfactorio.
En todo momento la historia toma la forma de una serie de imágenes superpuestas, oscuras, como cuando nos paramos frente y detrás de un par de espejos, donde no vemos mas que un infinito de reflejos en todas direcciones y perdemos la percepción de la historia real, y entonces esta idea queda en el medio de un vacío infinito. En ningún momento se sabe si todo esta historia es en hecho una de las historias que el autor se cuenta a él mismo, ó si es una de las tantas historias del personaje, ó si es el personaje el que está contando realmente la historia, o si es el subconsciente del personaje que está en proceso de una nueva historia.