En los hogares podría faltar hasta de comer pero nunca una televisión, siempre colocándose en un lugar privilegiado como puede ser el comedor de la casa, y a la hora de las comidas es común ver al grupo familiar viendo televisión en vez de estar conversando.
En aquellos lugares con un mayor índice de pobreza y donde existe una mayor carencia de cultura, la televisión adquiere un carácter mágico, casi sagrado, al que escucha con reverencia toda la familiar que se reúne entorno a ella, impidiendo todo diálogo, los niños no leen lo que deben, porque se pasan las horas muertas hipnotizadas frente al televisor.
Esto también puede llegar a perjudicar la relación de pareja ya que al llegar la televisión se crean profundas divisiones porque o el marido esta entretenido en algún partido de fútbol o la esposa no despega la vista de su telenovela favorita, así a veces se olvida de darle un minuto de atención a los hijos o hablar simplemente de la jornada diaria, de cómo te fue en el trabajo, de cómo van tus proyectos y así cosas cotidianas que alimentan la comunicación convirtiéndonos en esclavos del zapping.
El televisor a la vista de muchos se ha convertido en un miembro omnipresente de la familia del que no se puede prescindir sin que deje un gran vacío. Basta con acudir a una tienda de electrodomésticos en la cual, por todos lados se cuenta con uno de estos artefactos, y frente a ellos padres de familia en su mayoría haciendo cuentas para llevar a su casa uno de estos artefactos.
La televisión juega un papel muy importante en el proceso de socialización de la sociedad pero principalmente de nosotros los jóvenes puesto que está relacionada con la calidad de los contenidos de los programas educativos, informativos y de entretenimientos que transmite y también de las publicidades que influyen en los hábitos de consumo de la población.
En los últimos años, posiblemente relacionado con la libertad de información, se ha producido un cambio en la programación de las televisiones, muchas veces con una tendencia a vender productos que no están a la altura de una cultura o de una enseñanza mínima. Muchas veces, programas que desatan fenómenos de violencia, morbosidad, con escenas de dormitorio, infidelidades, sadismo, crueldad, vulgaridad, drogadicción, etc., pueden llegar a afectar a los televidentes, sobretodo a los jóvenes.
En los últimos años se han comenzado a realizar aquellos programas llamados reality shows que han contado con un gran número de televidentes pues en ellos se exhiben continuamente escenas de violencia y sexo, sin faltar las malas palabras. Algunos ejemplos de estos programas son Big Brother. El Bar, Academia, etc.
Sin embargo es necesario tomar en cuenta que no toda la culpa es de la televisión pues los medios en general nos dan a nosotros como receptores o destinatarios, la facultad de elegir o seleccionar la programación, ofreciéndonos contenidos muy variados.
La telebasura como es llamada por muchos se encuentra hoy en un momento ascendente de su ciclo vital. Es como un cáncer, cuya meta es extenderse e invadirlo todo pretendiendo acabar por impedir el mantenimiento o la aparición de otros modelos de información más respetuosos con la verdad y con un mayor interés social.
La televisión viene creando desde hace décadas ciertos patrones o estereotipos, que son asumidos como normas de conducta, así por ejemplo, la imagen difundida por este medio de concursos de belleza o pasarelas de moda, para dar lugar a la llamada aprobación social.
Igualmente la posesión o uso de determinados bienes o servicios creados por la publicidad como sinónimo de un determinado status social comporta, que si conduces tal o cual vehículo, o si vistes esta u otra marca obtendrás grandes dosis de autosatisfacción personal y un elevado grado de aprobación social, de este modo, se ha instalado en nuestra sociedad actual la denominada cultura de marca, dando lugar a la “televisión comercial” de la cual habla el autor del libro que nos reduce a nosotros como ciudadanos a la condición de consumidores, por su parte muchos este consumismo da símbolos de poder y capacidad económica, como verdaderas referencias de su status.
La tele esta sirviendo realmente, teóricamente sería posible para otras cosas, para hacer a la persona consumista que es lo que realmente necesita nuestro sistema económico.
En definitiva, la televisión es una fábrica de estereotipos, para directa o subliminalmente crear en el destinatario sensaciones de autoestima, reconocimiento, o distinción social, pero no hay que olvidar que también puede causar el efecto inverso, en caso de que el receptor no se ajuste a esos modelos preestablecidos.
Los mexicanos vemos cada vez más televisión y la tendencia es a la alza. Nuestros hábitos de tendencia televisiva son de los mayores comparados con otras naciones. Hoy en día muchas personas prefieren ver televisión a cualquier acto de recreación, y esto se debe a que ver televisión se ha transformado en algo muy cómodo ya que lo único que tienen que hacer es encenderla, ni siquiera tienen que pensar, solo mirar.
En promedio la población en general dedica un largo rato a la televisión pero los niños y las amas de casa son las personas que mas ven tele. Un gran porcentaje de estos niños cuanta con televisión en su recamara viendo en su mayoría programación no apta para ellos es decir programación adulta.
La gran parte de los padres, ya sea por su cansancio laboral o limitaciones (económicas o físicas) para buscar otras actividades para sus hijos, no tienen más remedio que asumir la programación televisiva y, a pesar de sus reservas, "aparcar a sus hijos" delante de la misma mientras realizan tareas domésticas o se ausentan para trabajar, dándole el paso a la “niñera electrónica”.
Para muchos, este artefacto con solo prenderlo los ayuda a dejar de pensar en los problemas derivados de la escuela, trabajo, etc. El espectador juega un papel pasivo ante la “caja tonta” pero se ve aun mas marcado en los niños que reciben constantemente mensajes de agresividad y competitividad, incluso a través de los dibujos animados.
El poder de la “niñera electrónica”, a la que muchos padres confían el cuidado y la educación de sus hijos, es indudable ya que muchos de estos niños prefieren ver televisión que ir a la escuela, estar con su familia o incluso salir a jugar con sus amigos.
Todo el contenido de la televisión se presenta deforma aparentemente neutra e inofensiva; pero la repetición de sus consignas acaba por ganar la pasiva voluntad del televidente, que, poco a poco, va cediendo su libertad para irse transformando, en parte de la masa impersonal.
El hombre actual pasa demasiado tiempo delante de la televisión. Esta provoca el mismo fenómeno que el de las drogas: crea adicción. Es la conducta repetitiva que se va haciendo hábito y de la cual es muy difícil salir: tanto que las personas con escasos recursos intelectuales, o poca curiosidad por llenar su ocio con una afición o un hobby bien definido, quedan atrapadas en esa malla una y otra vez. Entonces podemos afirmar, sin temor a equivocamos, que la televisión es casi todo su alimento intelectual.
Con los medios de comunicación pero principalmente con la televisión, llega a llamada globalización emocional que aparca el periodismo con ideas, dejando fuera a la reflexión. La causa de la mayoría de nuestros problemas sociales y políticos es la ignorancia creciente de la gente, causada en su mayor parte por la televisión. Ver televisión en vez de leer, no permite a la gente detenerse o reflexionar, tener en cuenta los problemas y rechazar o combatirlos.
Las telenovelas tienen un efecto en el lado emocional, vendiéndonos solo sueños sin reflejarnos la realidad. Se tiende a pensar que los telespectadores son influidos fundamentalmente desde la razón, cuando en realidad son influidos fundamentalmente desde las emociones. La televisión es precisamente el reino de las emociones y de las apariencias.
En la actualidad el televisor ha llegado a convertirse para la mayoría de los ciudadanos en la única fuente informativa y cultural. Si bien a pesar del rápido crecimiento de Internet nunca a sido garantía de una supremacía sobre la televisión.
En definitiva, la influencia ya sea positiva o negativa que ejercen los medios de comunicación sobre nuestra sociedad actual, produce una auténtica transformación del individuo.