El sentimiento de tensión y urgencia continúa. “Sintió dos o tres fulgurantes puntadas que, como relámpagos, habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla (49).” Como un rayo, los efectos del veneno están rápidamente propagando por su pierna. El tiene mucho dolor punzante y ya sélo mueve el miembro rígidamente. El hombre se encuentra en el medio de una tormenta de sensaciones—no solo físico sino emocional. Vuelve a casa preocupado sobre el resultado de la mordedura y bajo de un estado de conmoción. La ansiedad y tensión se toman forma: el hombre sabe que tiene que contrarrestar la condición grave para salvar su vida.
Al llegar a casa, Paulino intenta llamar a su esposa, pero a causa del veneno, tiene “la garganta reseca (49)” y una sed que “lo devoraba (49)”. Le pide a su mujer caña y traga unos vasos sin resultado. La pierna ahora se ve “como una monstruosa morcilla” (50). Se sienta la muerte acercándole deprisa y su mente llena de posibles soluciones. Decide entonces buscar el ayuda de un amigo en el pueblo Tacurú-Pucú, un viaje de cinco horas por canoa. Este viaje duro puede ser el único remedio que salvara su vida.
La determinación de vivir no le lleva más lejos que el medio del poderoso río, Paraná. Sus esfuerzos están volcados por los chorros del agua y las manos le fallan. Es cierto que el estado del hombre está deteriorándose: “Un nuevo vomito—de sangre esta vez—dirigió una mirada al sol que ya trasponía al monte” (50). Esta imagen de la puesta del sol es un símbolo de su vida está acabando. Cada movimiento es inútil y los efectos del veneno están aumentando. Él se da cuenta de que necesita ayuda para llegar a Tacurú-Pucú. En este momento, Paulino tiene la idea de dejar que el río le transporta a la casa de su amigo, Alves. Quizás con su ayuda llegará sin incidentes a su destino deseado.
Cuando Paulino llega a la casa de su compadre Alves, le llama por asistencia. Desafortunadamente, “En el silencio de la selva no se oyó rumor (50 & 51)”. Paulino sabe en este instante que hará el viaje a Tacurú-Pucú sólo. Vuelve a la canoa desesperado, “Y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevo velozmente a la deriva (51).” La descripción aquí significa que él es moribundo y no tiene control de la vida. Paulino no puede luchar contra las corrientes poderosas del río, tampoco puede cambiar la dirección de la fatalidad. El lector sabe de estas visuales que llegará pronto al final de su vida.
Mientras que Paulino flota río abajo, el texto nos recuerda de nuevo de la amenaza que está acercándole:
El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, siempre la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa (51).
Esta descripción esta reiterando la Naturaleza como una fuerza invicta y la muerte inevitable. Paulino se queda en su canoa atrapada como si fuera una tumba. Las imágenes son agresivas, negras, y poderosas porque Paulino continúa luchando contra la muerte con un cuerpo débil. Sus emociones le hablan del peligro y la tendencia oscura de la Naturaleza. Él sabe que tiene que llegar a Tacurú-Pucú pronto porque es solo una cuestión de tiempo antes de que su cuerpo fallezca.
Después de un rato moviendo río abajo, Paulino empiece a sentirse mejor y viene con el bienestar "una somnolencia llena de recuerdos (51)." Piensa de sus amigos en Tacurú-Pucú, el lapso de tiempo desde que les vio, y calcula el tiempo cuando llegara a su destino. A la vez, la naturaleza también empieza a lucir colores triunfantes: "El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado también (51)." Ya no le duele nada en el cuerpo y la respiración parece que ser normal. Con los cambios del escenario y la falta de síntomas físicos, Paulino se sienta optimista de recuperar de la mordedura. Sin embargo, lo que él no sabe es que su cuerpo ya ha perdido la lucha. Él esta experimentando sus últimos momentos vivos y se ve el entorno tranquilo porque su cuerpo es en paz. Los pensamientos y preguntas continúen fluyendo libremente, distrayéndole hasta que el momento de que se cede—desapareciendo en el poderoso río Paraná para la eternidad.
En este breve cuento, Quiroga se convierte un posible accidente cotidiano en la selva en un símbolo universal de la experiencia humana. Allí aprendemos la capacidad humana de tener la venganza, ansiedad, pensamiento lógico, y también, el instinto de sobrevivir. Las palabras están atadas al hombre y la Naturaleza porque la muerte del hombre, Paulino, es natural. Los imágenes de la Naturaleza acta como una fuerza dinámica que nos facilita la comprensión de las sensaciones y etapas de la muerte experimentados por Paulino. Primero, la Naturaleza está definida como negra, agresiva, fúnebre, y lúgubre. Pero luego la Naturaleza es bella y majestuosa, y al crepúsculo está dorada, con el perfume de azahar y miel silvestre. Aparte de representar lo que se sienta el protagonista durante su excusión ultima, estas descripciones representan la vida y la debilidad humana. Como Paulino que está a la deriva en su canoa, todos los ser humanos están a la deriva en el río de la vida. Estamos de un viaje que no podemos evitar y en todos los casos llegamos al mismo destino—la muerte.