Este clima racional y empírico se manifiesta en los avances técnicos descubiertos por los griegos. En el siglo III a. C. Arquímedes creó un sistema teórico sobre la multiplicación de la fuerza que se consigue con la palanca, el efecto de la cuña y la utilización del plano inclinado o la polea. Los nuevos dispositivos mecánicos favorecieron sobretodo a la ingeniería civil y la minería. Mediante esta mecanización parcial de los trabajos manuales, surgieron grandes establecimientos y el urbanismo cobró un importante auge, pudiendo dedicar mayores recursos a la arquitectura y al arte en general.
La arquitectura es de estilo arquitrabado, en la que se distinguen tres órdenes clásicos fundamentales: el dórico, el jónico y el corintio. Estos son, en realidad, órdenes de proporciones entre la altura y la sección. En la época helenística aparece un orden compuesto, y también se da el tipo de las cariátides y los atlantes.
Son frecuentes los edificios públicos con funciones civiles y colectivas, pero es el templo la construcción más compleja.
Los templos griegos
El templo fue, sin lugar a dudas, uno de los legados más importantes de la arquitectura griega a occidente. Era de una forma bastante simple: una sala rectangular a la que se accedía a través de un pequeño pórtico (pronaos) y cuatro columnas que sostenían un techo bastante similar al actual tejado a dos aguas. En los comienzos éste fue el esquema que marcó los cánones.
Del perfeccionamiento de esta forma básica se configuró el templo griego tal y como hoy lo conocemos. En sus comienzos, los materiales utilizados eran el adobe para los muros y la madera para las columnas. Pero a partir del siglo VII a.C. (período arcaico), éstos fueron reemplazados por la piedra, lo que permitió el agregado de una nueva hilera de columnas en el exterior (peristilo), con lo que la construcción ganó en monumentalidad.
Entonces surgieron los primeros órdenes arquitectónicos: el "", al sur, en las costas del Peloponeso y el "jónico", al este.
Los templos dóricos eran más bien bajos y macizos, los más austeros de todos, utilizándose en un principio troncos y posteriormente, columnas en piedra. Se elevan sobre unas gradas desde donde arranca directamente el fuste decorado por unas veinte estrías unidas a arista viva, ensanchándose ligeramente en la parte central. El capitel está formado por el equino (en el origen, muy ancho y abierto), especie de almohadilla sobre la que descansa el ábaco, paralelepípedo de base cuadrada. Sobre el capitel se desarrolla el entablamento que tiene tres partes: arquitrabe, friso y cornisa La cornisa carga sobre el friso; al ser la cubierta a dos aguas se forma en las fachadas el frontón, en cuyo tímpano aparecen relieves. El arquitrabe es la zona inferior, liso y en el friso encontramos triglifos (estrías verticales) y metopas (espacios decorados con relieves).
La construcción jónica es de mayores dimensiones y más esbelta. El fuste descansa sobre unas molduras denominadas basa; 24 estrías que finalizan en redondo decoran el fuste que acaba con un hilo de perlas llamado contario. El capitel consta del cimacio decorado con ovas y flechas sobre el que descansan las volutas, elemento definitorio del orden jónico. El arquitrabe está formado por tres fajas que avanzan progresivamente mientras que el friso está decorado con relieves. La cornisa es similar al orden dórico. Más adelante, en el período clásico ( siglos V y IV a. C.), la arquitectura griega arribó a su máximo apogeo. A los dos órdenes ya conocidos se sumó el "corintio", que sigue las normas del jónico, incorporando novedades en el capitel. El cuerpo troncocónico tiene forma de cesto adornado con hojas de agua, caulículos y rosas debido a una leyenda que narra como la diosa Gea quiso homenajear a una joven doncella fallecida. Sus familiares depositaron el cesto de labor sobre su tumba e inmediatamente empezaron a crecer de él una doble fila de hojas de acanto y cuatro parejas de tallos que se enrollan sobre si mismos, situándose sobre el conjunto una rosa o palmeta. Presente el platero Calímaco en este "milagro", decidió plasmarlo, dando lugar al capitel corintio. En algunas ocasiones el fuste de la columna es reemplazado por figuras. Si son masculinas se denominan atlantes o telamones mientras que si se trata de figuras femeninas se llaman cariátides.
En tiempos de la dominación helénica (siglo III a. C.) la construcción, que conservó las formas básicas del clasicismo, alcanzó el punto máximo de la fastuosidad. Columnas de capiteles ricamente ornados sostenían frisos trabajados en relieve de una elegancia y factura insuperable.
Como dijimos, el templo es el edificio principal de la arquitectura helénica. Tiene planta rectangular y suele estar formado por tres partes: el pronao o vestíbulo abierto definido por la prolongación de las naves laterales y dos columnas entre ellas; la nao o cella dividido habitualmente en diferentes naves separadas con columnas, situándose en su interior la estatua del dios titular del templo; el opistodomo, estructura similar al pronao pero en el lado opuesto, utilizado habitualmente para guardar los tesoros de la ciudad o del templo.
El más famoso de los templos griegos es el Partenón de Atenas, levantado en honor de la diosa Atenea Partenos por los arquitectos Ictinos y Calícrates, siguiendo las órdenes de . Es de orden dórico y está realizado en mármol blanco del Pentélico mientras que las tejas son de mármol de Paros. En su conjunto destaca la perfecta simetría con que fue construido, guardando las proporciones de tal manera que algunas líneas se han curvado o las columnas se han inclinado para que la deformación visual las enderece. La decoración de los frisos pertenece a Fidias al igual que la famosa estatua de marfil y oro que guardaba la cella.
Otros ejemplos importantes son el templo de Apolo en Figalia, realizado también por Ictinos; el ateniense, posiblemente el más bello ejemplar de orden jónico donde contemplamos a las famosas cariátides; el de Apolo en Didima o el de Zeus en Pérgamo, levantado en época helenística y caracterizado por la gradería de acceso y los cuerpos laterales que la encuadran, dando origen al podium de los templos romanos.
También merece la pena destacar otras construcciones de indudable valor social como el Teatro, en el que podemos apreciar en tres partes: la escena donde se representa la obra en cuestión; la orquestra de planta circular utilizada por el coro y la gradería de planta semicircular rodeando a la orquestra. El de Epidauro, con una acústica envidiable, es el más importante, edificado por Policleto el joven.
Por su parte el odeón tiene una forma similar al teatro, es de proporciones más reducidas y se utiliza para audiciones musicales. Los sepulcros no tienen especial importancia para los griegos siendo el más representativo el Mausoleo de Halicarnaso, levantado para el sátrapa Mausolo por su viuda, constituido por un cuerpo jónico porticado y un remate piramidal en gradas coronado por la cuadriga de Mausolo.
Toda las construcciones que acabamos de describir se vieron reflejadas en Roma, superando sus cualidades estéticas en contados casos, pero fundamentalmente, mejorando las condiciones técnicas y arquitectónicas.
ROMA
Introducción
Con algunos precedentes indirectos, los romanos continuaron los principios griegos. Sus diseños de arcos, gimnasios, foros y templos monumentales constituyen ejemplos clásicos de Urbanismo basado en una estricta observación de la geometría. Sus ciudades estaban organizadas formando una rejilla y entramado de calles, rodeadas por murallas defensivas rectangulares o cuadradas.
Bajo el empuje de la construcción de calzadas y puentes se desarrolló una depurada ingeniería, que trajo consigo la aparición de numerosas técnicas de precisión de agrimensura y medición de edificios. Esto redundó también en provecho de la construcción de grandes instalaciones urbanas y militares, entre las que destacamos la ejecución de los acueductos para suministrar agua potable y el montaje de sistemas de canalización.
Especialmente fecundo fue el trato de la antigua Roma con los nuevos materiales de construcción. Satisfacían las exigencias de las nuevas ideas arquitectónicas de los romanos. A diferencia de los griegos y de las civilizaciones del Nilo y del Eúfrates, no dieron un valor especial a las estructuras que causaron efectos tridimensionales hacia el exterior, sino que buscaron crear grandes espacios interiores y revestirlos por fuera mediante pomposas fachadas. Esta idea se correspondía con la invención de la mampostería. De este modo no se estaba limitado a la arcilla, a los adobes o ladrillos o a las grandes losas cuidadosamente trabajadas: el descubrimiento del mortero de cemento, permitía rellenar el encofrado de tablones y maderos con una mezcla de piedra triturada y mortero de cal, añadiendo a veces cenizas volcánicas. Así, las paredes resultaban extremadamente duras y resistentes a la acción de los meteoros. La masa fraguaba incluso bajo el agua. En los lugares que quedaban visibles, se les revestía, ya fuera con revoque o ladrillo. Los suelos, construidos por lo general con ladrillos vidriados, se cubrían muchas veces con mosaicos.
La ciudad romana
En el mundo itálico el urbanismo reticular tenía una razón eminentemente de carácter religioso. De los etruscos aprendieron los romanos y otros pueblos itálicos, y fundamentalmente quedó en Roma un recuerdo de cosas de Etruria, que tenían que ver con la religión.
Los etruscos pensaban que el mundo se articulaba en torno a dos ejes, que se cruzaban en un punto, idea que los griegos alguna vez habían tenido para algunos aspectos. Los etruscos transmitieron a los romanos el culto y el ritual de la fundación de ciudades, que se hacía con todo un ritual sacro.
Para los etruscos la fundación de una ciudad era un acto de culto, en que el ritual empezaba con la presencia de un sacerdote cubierto con una toga que luego cogía un arado de bronce, tirado por una ternera y un toro blanco e iba trazando un surco alrededor de la futura ciudad, siguiendo la línea por donde se levantarían las murallas. Los que le acompañaban procuraban que toda la tierra que caía fuera del surco, levantada por el arado fuese recogida y vertida otra vez al interior del surco y el sacerdote al llegar al sitio donde iban a estar las puertas de la ciudad, levantaba el arado para que ese sitio no fuese roto y después volvía a clavar el arado para continuar.
Con este rito, lo que se hace es dar forma a la futura ciudad, pero religiosamente. En el futuro si alguien quiere entrar, lo hará por donde el arado no ha surcado el suelo. Según la concepción romana, esta ciudad nueva quedaba inscrita en un cuadrado, rodeada por las murallas y en su interior era atravesada por dos vías perpendiculares. La vía N-S, se le llamó Cardo máximus y la vía E-O, se le llamó Decumanus máximus.
En paralelo al cardo se trazaba una serie de calles y en paralelo al Decumano otro tanto. Las calles paralelas al cardo, se les llamaba cardines y a las paralelas al Decumanus, Decumani, y el resultado era un urbanismo octogonal. Este cuadrado subdividido en pequeños cuadrados, se repartía entre los habitantes. Este sistema se hacía en los campamentos militares.
Este tipo de urbanismo requiere de inmediato algún elemento más. Para que estas orientaciones sean correctas desde el punto de vista de los puntos cardinales, el fundador usaba un aparato que daba una enorme precisión y que se le llama groma, de donde procede el nombre de gromáticos, que se dedicaban al reparto de tierras.
El sitio donde se colocaba la groma era el centro de la ciudad y era sacro. En este sitio solía haber un pozo llamado mundus. El mundus era un pozo cerrado, que sólo se abría con motivo de algunas festividades. El mundus era un sitio peligroso, pues ponía en comunicación el mundo de los vivos y el de los muertos. Era necesario demostrar sumisión a los dioses de lo alto, como era Minerva, Júpiter y Juno, y esto se conseguía con frecuentes ofrendas. Estas ofrendas se hacían en una zona alta de la ciudad en la que se colocaba al menos un templo. Se buscaba una colina sobre la que colocar este ‘Capitolio’ y a los pies surgirán otros edificios.
La mayor parte de la vida pública se hacía al aire libre y eso motivó que las ciudades tuvieran abundantes espacios que dieran cabida a la gente, como jardines, calles porticadas, plazas e incluso la prohibición del tráfico rodado durante el día.
La preocupación por el ciudadano creó también una infraestructura que garantizase servicios públicos como el abastecimiento de aguas (fuentes y acueductos, de los que en Roma llegó a haber once) y la red de alcantarillado, así como las termas, baños y letrinas públicas.
En atención a las necesidades de la vida social y económica se construyeron templos, curias, basílicas y mercados de los que hablaremos más adelante, todo ello con una idea urbanizadora más global. Por ejemplo, las ciudades marítimas situaban sus mercados junto al puerto; en ciudades del interior éstos estarían en el centro de las mismas. Para los edificios sagrados, especialmente los templos de los dioses tutelares (Júpiter, Juno, Minerva), debe elegirse, como hemos dicho, el lugar más elevado. El sitio para el templo de Mercurio será junto al Foro; los templos de Isis y Serapis junto al mercado. El de Hércules en las cercanías del circo; el de Marte fuera de la ciudad, para conjurar el peligro de guerra civil y proteger las murallas de los enemigos; el de Venus junto al puerto, para evitar los placeres y desenfrenos; el de Vulcano también estaría situado fuera de la ciudad para proteger las viviendas de los incendios, así como el de Céres para que de este modo fuera más fácil ofrecer los sacrificios a los campesinos.
Ahora bien, la organización de la ciudad no siempre se atuvo a estos cánones urbanísticos. Hubo emplazamientos anteriores que carecían de toda clase de ordenamientos: callejuelas irregulares, casas hacinadas, ruidosas, con derrumbamientos e incendios a causa de los pobres materiales de edificación (adobe, madera...) y las lámparas de aceite. Para combatirlos existía un brigada de bomberos. Una deficiencia en la organización urbanística consistió en que las calles no llevaban nombre y carecían de numeración, lo que ocasionaba una gran dificultad para orientarse. Por ello los romanos tomaban otros puntos de referencia: edificios públicos, estatuas, jardines... El dato más fácil para la orientación era el predominio de tiendas y talleres de una determinada actividad artesanal: la calle de los orfebres, de los panaderos, de los zapateros...
Además de la fundación religiosa de las ciudades, o la urbanización “a la romana” de ciudades ya existentes, hubo muchas otras ciudades de origen estrictamente militar. Hacia el año 200 a.C. los soldados de la República romana habían conquistado ya toda Italia a excepción de los Alpes; durante los 300 años siguientes fueron capaces de crear un Imperio que se extendía desde España hasta el Golfo Pérsico. Para asegurarse la posesión de este enorme territorio, los soldados romanos construyeron campamentos militares permanentes que, con el tiempo, a medida que iba disminuyendo la necesidad de mantener estas guarniciones militares, acabaron transformándose en importantes ciudades del Imperio.
Los urbanistas decidían el espacio necesario para las casas, las tiendas, las plazas y los templos, estudiaban el volumen de agua que se iba a necesitar, el número y la anchura de las calles, de las aceras y de las alcantarillas: mediante este sistema de planificación intentaban satisfacer las necesidades de todos los habitantes, fueran ricos o pobres.
Mención especial merece el “Foro”. En la civilización romana el forum (que literalmente significa "lugar situado fuera" dado que las ferias y mercados solían celebrarse fuera de la ciudad) era el lugar donde se reunía el pueblo para comerciar o hacer negocios, y también para pasar el rato, donde los magistrados convocaban a los ciudadanos para hablarles, donde se celebran las ejecuciones de condenados; así mismo se celebraban sacrificios, ofrendas, ceremonias sagradas, juegos de animales y gladiadores y banquetes públicos. En los muros de los monumentos del foro se exponen las leyes, las prescripciones religiosas, tratados, etc. Es aquí donde se da un auténtico desarrollo urbanístico, una ordenación urbana que tiene por objeto engrandecer y embellecer la ciudad. Diversos emperadores crearon ‘sus’ foros, derribando las construcciones viejas y dando origen a lugares únicos, llenos de arte. El foro de Trajano, el de Cesar, el foro Romano-Capitolino, los foros imperiales en suma (cuyo esquema reproducimos abajo), constituyen hoy unos afortunados ejemplos del esplendor romano, que nos permiten ver la conjugación entre urbanismo y arte.
Destaquemos tan solo, la ingente labor que debió suponer la urbanización del foro Trajano, nivelando las elevaciones del terreno (cuya altura señala la Columna Trajana), expropiando las casas, abriendo calles y desarrollando un genio creador como pocas veces se ha visto a lo largo de la historia, todo ello con un coste altísimo (Cesar consumió aquí el botín de las guerras de las Galias), aunque el resultado mereció la pena. Recordemos la frase de Augusto, que al morir dijo: “Encontré una ciudad de ladrillos y dejo una ciudad de mármol”.
Las viviendas romanas
Entre los romanos no existió un único tipo de vivienda, sino que la diferencia social y económica propició la variedad. La vivienda particular, ocupada por un solo propietario y su familia, se llamaba domus; y las situadas en el medio rural se denominaban villae . Las viviendas construidas para recibir un cierto número de familias diferentes se llamaban insulae.
La vivienda primitiva en Italia debió ser una sencilla cabaña redonda, habitadas por labradores y pastores, llamadas casae y tuguria, término relacionado con el verbo "tego", cubrir.
La construcción del tugurio era de materiales ordinarios con techumbre de paja. Presentaban una abertura rectangular en el techo que dejaba salir el humo y entrar la luz y el agua. Éste es el principio de la abertura en el centro de la casa romana, llamada compluvium en su parte superior, impluvium en el pavimento y atrium en el conjunto. El atrio (de "ater", negro, por el humo del hogar), es un pequeño patio central rodeado por un pórtico, en torno al cual se disponen las habitaciones.
La domus
El modelo primitivo es de origen etrusco, de planta rectangular donde pueden distinguirse tres zonas: la entrada, un cuerpo central abierto al aire y la luz en su parte superior, en torno al cual estarían situadas las distintas dependencias, y un jardín en su parte posterior. Carece de vista exterior, las ventanas son escasas, pequeñas y irregulares, para ventilar o alumbrar alguna estancia que no comunicaba al patio central.
Suele tener un solo piso y las dependencias interiores están destinadas cada una a un uso concreto: el cubiculum era una alcoba, el triclinium el comedor, el tablinium la sala de visitas.
Este tipo de vivienda fue evolucionando con el tiempo y, sobre todo, tras el contacto con la cultura griega, ampliando nuevos elementos: peristylum, oecus, exedra, bibliotheca, etc. y se le llama de tipo pompeyano, porque en esa ciudad tenemos los mejores ejemplos conservados.
Las partes comunes de la casa son: vestibulum, fauces, atrium, tablinium, alae, andron y peristylum.
A ambos lados del vestíbulo y abiertas a la calle se encuentran dos estancias (tabernae), destinadas al comercio, con un mostrador de obra y una trastienda: un entresuelo dividía el espacio vertical en dos huecos, de los cuales el superior estaba habitado por el propio tendero o una familia pobre.
El mobiliario era escaso y funcional; se limitaba a los objetos más indispensables: arcas, armarios, camas (lectus) que servían a los romanos no sólo para dormir sino también para comer recostados. Las mesas y asientos podían ser de diferente forma y material. Se servían de antorchas, velas y lámparas de aceite para la iluminación interior; para alumbrar la parte exterior de las viviendas se utilizaban antorchas con velas de sebo. Las habitaciones se calentaban por medio de braseros.
Las insulae
En su origen la insula era una vivienda completamente aislada y rodeada por todas partes de un jardín o una calle, es decir, lo que hoy llamamos una manzana.
Surgieron por la superpoblación, la falta de espacio y las duras condiciones económicas de la vida en Roma. Tenían hasta cinco pisos y abundantes balcones y ventanas al exterior para aprovechar más el espacio interior. Las dependencias no tenían características especiales en cuanto a disposición y estructura y se utilizaban según las necesidades familiares. Eran en general estrechas, poco confortables, carentes de agua corriente y retrete, con poca luz y hechas con materiales de mala calidad, por lo que los incendios y los hundimientos eran muy frecuentes. Las más grandes tenían un patio interior de luces y una o varias escaleras para uso común de los vecinos.
La insula solía alquilarse a personas pertenecientes a las clases populares. Pero entre los pobres y los ricos había una clase media que, teniendo como deshonra vivir en casa alquilada, se juntaban para comprar la insula y distribuirla luego en propiedades privadas. A esto se unía la especulación de quienes las realquilaban por pisos, por apartamentos (cenacula), por habitaciones e incluso partes de una habitación.
La villa
En sus posesiones en el campo (de 25 a 60 hectáreas) los romanos solían tener la villa rustica, destinada a ganado y a las tareas agrícolas, que excede del ámbito de este estudio.
Posteriormente se construyó la villa urbana en lugares pintorescos y aireados, convirtiéndose en una finca de lujo destinada al recreo y al placer del dueño y su familia, para descansar de los ajetreos de la vida política y social de la urbe, dejando la villa rústica al cuidado del villicus. Los dueños se rodearon de muchas piezas de arte, sobre todo copias griegas, que son las que en mayor número han llegado hasta nosotros.
El arte arquitectónico romano
El arte romano tiene dos fuentes esenciales de influencia artística: la etrusca y la griega. La aportación etrusca es importante porque se adoptará el arco, la bóveda, y la columna toscana en la arquitectura y el retrato en la escultura. Las principales características de la arquitectura romana son su carácter práctico, su solidez y su monumentalismo. Sus principales monumentos arquitectónicos son los destinados a la vida civil y militar, más aun que los templos y los palacios. Usa indistintamente la arquitectura adintelada de influencia griega y la arquitectura abovedada de influencia etrusca (bóvedas de cañón, de arista, anulares...). Entre los arcos emplean el de medio punto. Asumen los tres órdenes griegos pero aportan dos órdenes nuevos más: el toscano, similar al dórico pero con el fuste liso; y el orden compuesto, combinación del jónico y el corintio. Los romanos utilizan la columna más como elemento decorativo que como sustentante. Pero en lugar de indicaciones generales, sería preferible revisar alguno de los campos fundamentales de la arquitectura romana, principalmente estudiando las obras públicas.
Obras Públicas
Templos y santuarios
Primitivamente los romanos adoraban a las divinidades en lugares naturales, grutas, bosques sagrados... el recinto consagrado, con o sin edificios constituía un santuario. Los delubra eran, al principio, lugares consagrados en los que sacrificadores y oferentes debían purificarse con agua corriente; después el nombre pasó a designar la morada del dios.
El templo es la morada inviolable del dios al que está consagrado. Sólo los sacerdotes tienen acceso al santuario. El altar, en el que se ofrece los sacrificios, está siempre a su entrada. En el interior sólo hay la estatua del dios, entorno a la cual los sacerdotes depositan las ofrendas de sus devotos. Se diferencian los templos romanos de los griegos en que están emplazados sobre un alto basamento. El templo principal de la ciudad de Roma, el Capitolio, estuvo por lo general localizado en un extremo del foro. El templo romano fue el resultado de una combinación de elementos griegos y etruscos: planta rectangular, tejado a dos aguas, vestíbulo profundo con columnas exentas y una escalera en la fachada dando acceso a su alto pódium o plinto. Los romanos conservaron los tradicionales órdenes o cánones griegos (dórico, jónico y corintio), pero, como decíamos antes, inventaron otros dos: el toscano, una especie de orden dórico sin estrías en el fuste y el compuesto, con un capitel creado a partir de la mezcla de elementos jónicos y corintios. La Maison Carrée de la ciudad francesa de Nimes (c. 16 d.C.) es un ejemplo excelente de la tipología romana en este aspecto. Los templos romanos no se levantaron únicamente en el foro, sino que aparecen también a lo largo de toda la ciudad y en el campo. Uno de los ejemplos posteriores más influyentes fue el Panteón (118-128 d.C.) de Roma, que consistió en el habitual vestíbulo o pórtico columnado cubierto a dos aguas, seguido por un espacio cilíndrico cubierto por una cúpula, sustituyendo la tradicional cella o habitación principal rectangular. Los templos rotondos, más simples, como el construido hacia el 75 a.C. en Tívoli, cerca de Roma, basados en prototipos griegos de cellas circulares perípteras, fueron también populares.
Otros templos, sin embargo, eran circulares, en recuerdo de la primitiva choza itálica. El más importante de este equipo es el de Vesta, edificio contiguo en el que vivían las Vestales, y la Regia, antigua residencia del rey Numa, constituyó, en los primeros tiempos, la parte más importante del Foro desde el punto de vista religioso. Su tejado, cónico y con abertura central, dejaba escapar el humo que producía el fuego sagrado, que constantemente debía arder en su altar, especie de hogar nacional.
Acueductos y termas
Roma fue y sigue siendo la cuidad de las fuentes. Numerosos acueductos conducían hasta ella, en al época imperial, más de un millón de metros cúbicos de agua al día. Estas audaces creaciones de la ingeniería romana salvaban las hondonadas mediante puentes colosales de arcadas superpuestas, y las montañas, con túneles que a veces sobrepasaban los dos kilómetros, vertían el agua en grandes depósitos, generalmente triples. Uno de ellos suministraba agua a las fuentes y estanques públicos, otro a los baños, y el tercero a las viviendas, a través de cañerías de plomo.
Recortados en el cielo de campiña romana pueden verse aún los restos de catorce acueductos. En la Provenza, cerca de Nimes, el Pont du Gard cruza el valle mediante un puente de 269 m y 50 de altura, algunos de cuyos arcos miden más de 24 m de luz. En España podemos admirar los de Segovia, Mérida y Tarragona.
La abundancia de agua permitía satisfacer la afición al baño caliente, tan generalizada entre los romanos, que no se lo negaban ni a los esclavos. Los ricos tenían instalaciones de baño en sus casas; los pobres disponían de baños públicos. Las termas, imitadas de Grecia, presentan, como innovación típicamente romana, un campo de deporte anejo. Constaban de varias salas: las de desnudarse; un gran recinto abovedado y tibio; el baño caliente; el baño frío; el baño de vapor, habitación pequeña y circular muy caliente cuya temperatura se regulaba mediante un disco metálico pendiente de unas cadenas y que cerraba más o menos la abertura central de la cúpula. Tenían además salas de reunión, biblioteca y gimnasios y estaban decorados con magnificencia: mármoles, mosaicos, estatuas y otras obras de arte. El sistema de calefacción fue inventado por un romano de la época de Cicerón. Consistía en un horno, construido bajo una cámara especial; irradiaba aire caliente por una tubería, a través de cavidades dispuestas en un suelo de doble piso y de paredes de ladrillos huecos.
Alcantarillado
Por otra parte, el crecimiento de la ciudad obligaba a la realización de costosas obras de ingeniería, en los que fueron los romanos maestros consumados. Por debajo de las calles corría una rápida red de alcantarillado (destaca en este punto la Cloaca Máxima de Roma), y en cada esquina importante de la ciudad vertía sus aguas una fuente municipal, alimentada por uno o varios acueductos.
Puentes
La utilización del arco y de la bóveda como soluciones arquitectónicas aparece en otra clase de obra de ingeniería: los puentes. Estos elementos arquitectónicos, a los que fueron especialmente aficionados los romanos, les permitieron salvar largas distancias uniendo los extremos opuestos de los valles y las orillas de los ríos. En realidad, puentes y acueductos presentaban el mismo problema: construir arcos de piedras estables y resistentes.
Basílicas
Otra construcción pública era la basílica que tenía planta rectangular y constaba de tres naves separadas por columnas. La nave central era más alta que las laterales y terminaba en un ábside en su cabecera. Se solían cubrir con bóvedas. Las basílicas romanas albergaban las transacciones comerciales y los procesos judiciales, pero este edificio se adaptó en tiempos cristianos, convirtiéndose en la tipología de iglesia occidental con un ábside y un altar al final de la nave mayor. Las primeras basílicas se levantaron a comienzos del siglo II a.C. en el propio foro romano, pero es en Pompeya donde se encuentran los ejemplos de basílicas más antiguas y mejor conservadas (c. 120 a.C.).
En la Hispania romana se ha descubierto, gracias a diferentes excavaciones y a los vestigios arqueológicos, la planificación de algunas de las más importantes ciudades hispanorromanas, como Baelo Claudia en Cádiz, Itálica cerca de Sevilla (fundada por Publio Cornelio Escipión el año 206 a.C.), Emerita Augusta (Mérida), Caesar Augusta (Zaragoza) o Tarraco (Tarragona).
Los teatros y anfiteatros
Los teatros romanos aparecieron por primera vez al final del periodo republicano. Constaban de un alto escenario junto a un foso semicircular (orchestra) y un área circundante de asientos dispuestos en gradas (cavea). A diferencia de los teatros griegos, situados en pendientes naturales, los teatros romanos se construyeron sobre una estructura de pilares y bóvedas y de esta manera pudieron ubicarse en el corazón de las ciudades. Los teatros fueron populares en todos los lugares del Imperio.
Podemos encontrar ejemplos impresionantes en Orange (principios del siglo I d.C., Francia) y en Sabratha (finales del siglo II d.C., Libia). Los teatros de Itálica y de Mérida fueron realizados en tiempos de Augusto y de Agripa, respectivamente. El segundo de ellos, aunque presenta diferentes fases constructivas, destaca por su pórtico a modo de gran fachada trasera del escenario (frons scaenae) del siglo I d.C. y por su orchestra semicircular. Los anfiteatros (literalmente, teatros dobles) tuvieron planta elíptica con una pista (arena) central, donde se celebraban combates entre gladiadores y animales, y un graderío alrededor similar al de los teatros. El anfiteatro más antiguo conocido es el de Pompeya (75 a.C.) y el más grande es el Coliseo de Roma (70-80 d.C.), que podía albergar a unos 50.000 espectadores, más o menos la capacidad actual de los estadios deportivos. En la Hispania romana destacan los anfiteatros de Mérida, Tarragona e Itálica.
Los circos o hipódromos se construyeron también en las ciudades más importantes; la plaza Navona de Roma ocupa el lugar de un circo que fue construido durante el reinado de Domiciano (81-96 d.C.). En las ciudades de Tarragona, Sagunto y Toledo pueden hoy día contemplarse algunos restos de antiguos circos romanos.
Las columnas rostrales y los altares
Ocasionalmente se levantaron también columnas historiadas, con frisos de bajorrelieves en espiral, relatando con gran detalle las campañas militares de los romanos. La primera y más grande de ellas fue la del foro de Trajano (113 d.C.) de Roma, levantada por el arquitecto Apolodoro de Damasco. Describe las actividades de la armada romana en su guerra contra los Dacios, en la frontera septentrional del Imperio (actual Rumania). Los relieves históricos adornaron también grandes altares como el Ara Pacis de Augusto (fechado en Roma del 13 al 9 a.C.), cuyos relieves celebran el inicio con Augusto de la pax romana, la gran época de paz y prosperidad del Imperio romano.
Los arcos de triunfo
Por último vamos a tratar los arcos de triunfo, que levantados en todas las partes del imperio se destacan como uno de los monumentos más importantes de la época, e influyentes en épocas posteriores. Aunque casi ninguno de los grandes grupos escultóricos (a menudo cuadrigas) que alguna vez remataron estos arcos ha subsistido, el propósito originario de tales construcciones fue únicamente servir de soporte a la estatuaria honorífica. Los arcos primitivos eran muy sencillos pero bajo Augusto y los emperadores posteriores se fueron complicando. Con el tiempo se convirtieron en verdaderos soportes propagandísticos, recubiertos con series extensas de bajorrelieves, anunciando las victorias y las grandes hazañas de los emperadores. Las imágenes solían representar acontecimientos históricos concretos, pero frecuentemente se desarrollaron también temas alegóricos en los que el emperador podía aparecer en compañía de los dioses o recibiendo el homenaje de los pueblos conquistados.
Entre los arcos más importantes conservados en Roma están el de Tito (c. 81 d.C.), en el foro romano y el de Constantino (315 d.C.) cerca del Coliseo. En los dos bajorrelieves del arco de Tito se representa el desfile triunfal del emperador, los tesoros del gran templo de Jerusalén. El arco de Constantino presenta una mezcla de relieves re utilizados de monumentos más antiguos y otros realizados especialmente para dicho arco. Los medallones y frisos muestran una gran cantidad de temáticas, incluyendo escenas de batalla, sacrificio y distribución de dádivas. En los relieves antiguos la cabeza de Constantino fue labrada en sustitución de las de sus predecesores. Esta remodelación de los relieves antiguos fue algo corriente en la Roma imperial. Los monumentos de los emperadores condenados a título póstumo por el Senado (damnatio memoriae) fueron modificados o destruidos.
BIBLIOGRAFÍA
- Jacques Pirenne, Historia Universal, Editorial Éxito, trad. De la IVª edición francesa. Barcelona 1973
- E.O. James, Historia de las Religiones, Vergara Editorial, Barcelona 1960.
- J. Alcina y otros, Historia del Arte, Alianza Editorial Madrid 1996.
- A. Blanco Freijeiro, Arte Griego. CSIC. Madrid, 1990.
- G. Bazin. Historia del Arte. Ediciones Omega. Barcelona, 1996.
Actividad:
Con este material realiza los siguientes pasos:
1.- Confecciona un glosario ilustrado con las palabras y frases subrayadas del texto, este producto debe ser en Word o en una presentación. Producto terminado entregado al profesor en el periodo de horas lectivas
2.- Confecciona en un proceso de lectura comprensivo un mapa conceptual siguiendo los títulos, subtítulos subrayados, negritas, y palabras subrayadas, el producto final para evaluar será este resumen de las características del urbanismo clásico greco romano. (este trabajo podrá entregarse de una clase para otra).