Además, las novelas de García Pavón, no tienen el poder corrosivo y policíaca de la novela policiaca negra; el lenguaje no es tan crudo ni refleja la misma intensidad la violencia urbana y la visión crítica de la sociedad es también menos feroz. Plinio, jefe de la policía municipal de Tomelloso, no es un ser supernatural como los detectives de la novela policiaca clásica, ni un ser marginal como los inverstigadores de la novela policíaca negra, sino un ser normal, un funcionario típico como es el caso del pequeño-burgués comisario Maigret. Plinio es un buen jefe que conoce a su gente y que representa tradicionalmente al español normal y corriente. Tanto las novelas de García Pavón como las de Doyle, los investigadores protagonistas tienen un compañero: en el caso de Plinio es Don Lotario y en el caso de es Watson. Sin embargo, los dos personajes son muy distintos: Watson es un mero acompañante, observador inocente de la investigación del detective, cuyas finas percepciones escapan a su atención y cuyos pasos él sólo consigue comprender a posteriori, mientras que Don Lotario participa más en la investigación y aníma al amigo Plino a encontrar la solución del caso. En resumen la novela no sigue el proceso lógico y científico de la investigación clásica si no que se basa en el sentido común, en el conocimiento de la psicología popular y en la intuición. Las muchas digresiones estructurales que encontramos sirven como elementos de retardación de la exposición narrativa para que se mantenga vivo el interés del lector; por esta razón, García Pavón incluye en la obra historias del pasado, meditaciones filosóficas y cuentos costumbristas o más bien pistas falsas (como la carta del Gato Montés) para desviar la investigación. En este caso encontramos mucha ironía y una crItica hacia la investigación tradicional ya que Plinio intenta utilizar los métodos científicos pero acaba equivocándose y llegando a una conclusión incorrecta.
El lenguaje utilizado en la novela.
En la novela «Las Hermanas Coloradas» encontramos elementos que parecerían distantes entre ellos como la descripción cosrumbrista y la reflexión metafísica, el tono lírico y el humorístico, la memoria del pasado y la crónica del presente en una mezcla de lenguaje popular y lenguaje culto. Y será propiamente el lenguaje nuestro objeto de análisis en este trabajo porque es una de las características más destacadas de la narrativa de García Pavón que ha creado un lenguaje propio, continuamente renovado, entre poético y humorístico, neocostumbrista y picaresco basado en neologismos e imágenes ocurrentes demostrando una gran memoria oral en el momento que recupera el vernáculo castizo que se iba perdiendo con gran pena del autor el que recuerda que en Tomelloso, pueblo aislado de las grandes vías de comunicación, siempre hubo una gran imaginación para inventar palabras usando sobretodo la clave del humorismo. Hay también una gran variedad en la morfología de sufijos, prefijos y combinaciones de palabras y todos estos elementos añaden a la novela una riqueza expresiva de gran inventiva y colorido verbal.
Capítulo 2
“Una mañana de otoño” “ La partida” y “La casa de las hermanas coloradas” por Caterina D’Arrigo
«Las Hermanas Coloradas» es una novela policíaca, pero Francisco García Pavón no utiliza, como sería de esperar un lenguaje policíaco, más bien crea un lenguaje nuevo caracterizado por la ironía y el costumbrismo. La particularidad de esta novela son las variedades diatópicas, diastráticas y diafásicas con las que el autor caracteriza a los personajes.
Las variedades diatópicas o geográficas relacionan los personajes con su origen territorial. Las variedades diastráticas son las diferentes formas de utilizar la lengua por parte de los hablantes, que pertenecen a una clase social determinada o a un preciso nivel cultural. También otros factores sociológicos como la edad y el sexo, la situación comunicativa determinan el uso del lenguaje. La variedad diafásica está relacionada con los fenómenos de habla debidos a las circunstancias contextuales y situacionales, de esta manera distinguimos un registro coloquial, familiar, vulgar.
En esta novela destacan dos recursos: la narración y el dialogo. Dentro de la narración, a través de la cual conocemos los costumbres de Plinio y su pueblo, individuamos la técnica del monólogo interior. Por medio de esta técnica podemos conocer los pensamientos más intímos de Plinio, hasta el punto de llegar a compartir con él sus preoccupaciones y sus aventuras. A través del diálogo García Pavón caracteriza a los personajes, poniendo de manifesto la clase social y el nivel cultural de éstos. Centrándonos en la parte que hemos analizado podemos decir que en esta novela los personajes son personas sencillas que utilizan registro coloquial y familiar. Por lo que se refiere a la narración y a la descripción, hemos observado que el narrador usa un registro estándar, pero cuando presenta a los personajes abandona repentinamente este registro para utilizar el registro que caracteriza a los personajes que describe.
El narrador utiliza la tercera persona, relata la historia desde su propio punto de vista, pero sin participar en ella, no es un personaje, tampoco se debe confundir con el autor de la obra. El narrador es un ser ficticio, no interviene en el mundo narrado, sino solamente lo cuenta. Cuenta también lo que ocurre en el interior de Plinio, sus pensamientos, sus deseos a través de la técnica del monólogo interior.
Su habla es culta y coloquial y varía registro para caracterizar a los diferentes personajes. Utiliza un español estándar cuando presenta a Plinio y describe su estilo de vida rutinaria y normal: «Su camino siempre era el mismo. Los saludos y comentarios casi repetidos» (p. 10) y cambia de registro utilizando terminos cultos cuando presenta a doña María de los Remedios: «Cuando le pasaba la flama, la tez de doña María de los Remedios volvía a su albura lechal,a su lustre alabastro.» (p. 32).
Es interesante observar que en la novela el narrador utiliza comparaciones, como por ejemplo cuando habla de cómo se aburría don Lotario desde que en el campo no se utilizaban los animales :«se aburría , se aburría como un carnicero en cuaresma» (p. 18) y también cuando habla de los instrumentos de trabajo olvidados en el despacho de don Lotario y dice: «El dorado microscopio, que como pájaro encantado reposaba bajo su campana de cristal» (p. 19) . En esta parte de la novela hay también frases irónicas, como por ejemplo cuando el narrador observa : «Al llegar al ayuntamiento, el guardia de puerta te saludaba militarmente, pero en flojo» (p.11) y «El español tiene mucha imaginación para salvar el momento, ninguna para variar el camino». (p. 36). En lo que se refiere a los dos personajes principales Plinio y don Lotario podemos decir que en primer lugar el apodo Plinio nos hace pensar en un personaje cultoy por consiguente esperamos que utilice un registro medio-alto y así sucede cuando habla con don Lotario. En cambio cuando habla con personajes de nivel socio cultural medio-bajo hemos observado que su lenguaje se enriquece de expresiones coloquiales y expresivas. Al contrario el nivel socio cultural de don Lotario es más bajo y por eso trata de usted a Plinio.También hay personajes femeninos como Rocío , la buñolera, y Gertrudis, que tienen un nivel socio cultural bajo y utilizan un lenguaje coloquial. Gertrudis usa modismos como por ejemplo: «se van a echar a perder»(p. 52) y locuciones verbales coloquiales: «Es pa mear y no echar gota » es decir ser de mear y no echar gota (p. 61).
Estos personajes femeninos nunca cambian registro debido a su nivel socio cultural bajo. En esta parte hemos observado que no existe ningún campo semántico dominante en el texto.
Análisis lingüístico : nivel fonológico.
Por lo que se refiere al nivel fonológico, en la novela encontramos muchos altibajos en la entonación por medio de interrogaciones y exclamaciones y también hay abundancia de palabras con valor expresivo, por ejemplo, durante una conversación en la buñolería sobre el significado de la vida, el filósofo Braulio, al no ser entendido exclama: «¡Coño!» (p. 14). Otro ejemplo lo encotramos cuando Braulio llegó al autocar para saludar a Plinio y don Lotario le dice que le da envidia porque le gustaría ir a Madrid y Plinio le contesta : «Coño, pues vente.»(p .18). Otro ejemplo lo encotramos cuando Plinio y don Lotario están a casa de las hermanas y suea el timbre de la puerta y don Lotario dice :«Coño, Manuel, a que son las hermanas coloradas y nos quedamos sin caso» (p. 51).
Una incorrección típica del registro familiar es la articulación relajada que se debe a la velocidad de emisión, por ejemplo, convertir el morfema –ado en –ao. Un ejemplo lo encontramo cuando Plinio y don Lotario tienen que ir a Madrid y don Lotario intenta animar a Plinio que está preocupado y él replica : «Si animao estoy»(p.23).Otro personaje que tiene esta incorreción es Rocío, que cuando Plinio le pregunta qué idea tiene sobre la desaparición de las hermanas ella responde «Aquí después de irse ellas no han tocao manos» (p. 53).Otro ejemplo es de una mujer del pueblo que para dar ánimo a Caracolillo Puro le grita :«¡Ole ahí tu gracia, resalao!»(p. 31).
En la novela también destaca el fenómeno de la reducción que afecta tanto al plano fonético como al plano lexical, es decir: la apócope y la síncopa. Son incorrecciones típicas del registro familiar y consisten en una contracción de las palabras, sobre todo de palabras de uso frecuente y en locuciones rápidas, vulgarismo muy difuso en España. Por ejemplo, durante el viaje en el autocar hacia Madrid, Plinio, en un monólogo interior sobre la vida, piensa : «Primero, tan tanto y luego, tan na.»(p.33). Tan es apocópe de tanto y na es una apócope de nada. También hay contracciones en otros personajes, como por ejemplo en Braulio cuando dice: «Y pa el caso igual» (p.14). Pa es una apócope de para. En otro momento Cuando Caracolillo Puro, que es un personaje que viaja en el autocar hacia Madrid con Plinio y don Lotario, recordando un momento de tradición oral de Tomelloso, canta: «Manolito dando pa’tras. Manolito dando pa’lante» (p.30). Pa’tras es una síncope de para atrás y pa’lante es una síncope de para adelante. También encontramos contracciones en Gertrudis cuando en una conversación con Plinio sobre la gente que conocía a las hermanas coloradas responde : « Conozco a to el mundo que viene por aquí. Toas gentes como Dios manda.» to/toas son síncopas de todo/todas.Y antes de despedirse le dice: «pa lo que necesiten, aquí está la Gertrudis» «¡Pues no es na, Plinio y don Lotario!»(p.54).. Otro ejemplo lo encontramos cuando Rocío le dice a Braulio durante la conversación en la buñolería sobre el significado de la vida: «Pues a mí la muerte me tié sin cuidao, filósofo.» (p.15). Tié es una apócope de tiene.
Hay confusión entre /-r/ y /-l/ y es un fenómeno de gran extensión en el mundo hispánico y según los datos del Atlas Lingüístico y Etnográfico de Castilla - La Mancha se documenta abundantemente en las provincias de Toledo y Ciudad Real. El único personaje que tiene esta confusión es Rocío, que cuando llega Plinio a la buñolería dice: «Ya està aquí er que fartaba» (p.13).Es el único ejemplo que hemos encontrado en esta parte.
Análisis lingüístico : nivel morfosintáctico.
Analizando el nivel morfosintáctico podemos decir que tenemos cambios de tipo gramatical como el uso del artículo delante de los nombres de persona y este fenómeno es típico del lenguaje coloquial. En la novela el narrador lo utiliza cuando habla de los personajes: «la Gregoria» «la Rocío» «la Gertrudis» «el Faraón» y también Gertrudis, que refiriéndose a sí misma, dice «la Gertrudis» y hablando de las hermanas dice «La María tuvo un novio» (p .54).
Por lo que se refiere a los cambios de tipo sintáctico que caracterizan el lenguaje coloquial en la novela tenemos estructuras incompletas como oraciones suspendidas, pero no impiden la comunicación. Por ejemplo, el personaje Faraón, en el autocar que viaja hacia Madrid discute con Caracolillo Puro y grita: «¡Me caguen la...!»(p.27) que es una expresión vulgar para expresar enfado. Me caguen es una contracción de «me cago en....». Otro ejemplo lo encontramos en don Lotario cuando habla de las hermanas y dice: «Puede ser...No me acuerdo bien...Siempre iban juntas, vestidas ugual, cogiditas del brazo» (p.38).
También hay repeticiones para dar intensidad al discurso, y hemos encontrado además el uso de que enfático. Un ejemplo de los dos fenómenos es cuando don Lotario se entera del caso de las hermanas coloradas y le dice contento a Plinio:« Que muy bien, Manuel, pero que muy bien» (p. 23). Un ejemplo de que enfático es cuando Plinio dice :«Que Dios le oiga, don Anselmo...y le haga caso.»(p. 40). Otro es cuado Braulio dice: «igualico, Plinio. Te digo que igualico» (p. 15). Otro, cuando Plinio, en un monólogo interior sobre el campo, piensa en don Lotario y dice :«se aburría , se aburría como un carnicero en cuaresma» , «Cuánta entrada y salida de animales y hombres. Cuánta [...]. Cuánta [...].»(p. 18).
También hemos observado el uso de formas apelativas, como el imperativo a principio de una frase para atraer la atención de los oyentes, como por ejemplo cuando don Lotario dice : «Venga, anímate, Manuel.»(p. 23). Otro ejemplo es cuando Plino dice al Faraón : «Venga, no le hagas caso» (p. 27) y cuando Gertrudis reconoce a Plinio y dice: «Anda, Dios mío, si es el Jefe Plinio.» (p. 51).
También es importante analizar el uso de los marcadores del discurso, que son unidades lingüísticas invariables y no ejercen una función sintáctica en el marco de la predicación oracional porque son elementos marginales. Su peculiaridad significativa es la de contribuir a establecer la coherencia del texto. En la novela encontramos sobre todo pues y bueno. Pues por ejemplo es un marcador del discurso que puede tener valor consecutivo o expresar vacilación. El valor consecutivo lo hemos encontrado cuando don Anselmo, el comisario de Madrid, explica a Plinio el caso: «Bueno y que nunca salían solas. Siempre con sus padres. No iban a bailes ni a reuniones de juventud. Y bastantico míseras Don Anselmo se rió de la última aclaración de Plinio y dijo: Bueno, pues esas dos hermanas o gemelas coloradas, han desaparecido.» (p.39).En un diálogo entre Plinio y don Lotario : «Hasta dentro de un cuarto de hora o cosa así no tenemos coche. Pues vamos dando un paseo»(p. 42).Cuando don Lotario dice:«pues muy bien» (p.52) pues no aporta ningún contenido semántico sino que refuerza la afirmación de manera enfática. Bueno es otro marcador del discurso que posee en español una expresividad muy rica y una notable versatilidad estilística.Se usa para indicar el cambio de tema en una conversación o la conclusión del intercambio comunicativo; sirve también para acumular información de manera que la conversación pueda seguir desarrollándose sin perder la continuidad temática; y, puede introducir un fragmento de discurso más ajustado a la intención expresiva del hablante, aprovechando su capacidad de marcar el miembro que introduce como el que hay que considerar. Por ejemplo cuando don Lotario dice «Bueno, señores, abur. Tengo que ir a la bodega» (p. 16) y cuando el agente Jiménez dice:«Bueno,señores, yo tengo que marcharme»(p. 47). Con bueno se indica el cambio de tema y la conclusión del intercambio comunicativo.
Análisis lingüístico : nivel léxico semántico.
Por lo que se refiere al nivel léxico semántico, destaca el fenómeno de la sufijación y de la prefijación. En la lengua coloquial los diminutivos y aumentativos, así como muchos prefijos, adquieren valores apreciativos, afectivos e irónicos. En esta novela podemos apreciar una abundancia de diminutivos y, aunque la forma normal de diminutivo estándar es –ito/ita, hay también formas en –ico/ica e –illo/illa. Sin duda, el uso del diminutivo es una de las tendencias características del habla de las mujeres y hemos observado que en la novela son las mujeres las que más los utilizan. Algunos ejemplos: perrito, puertecilla, ventanillo,saloncillo,ugualico.
También podemos observar la transformación de algunas palabras que han sufrido un proceso de resemantización. Como por ejemplo «leche» y «ajo» y lo vemos en frases como: «Bravo, leche» (p.15) expresión que usa don Lotario para subrayar un aspecto positivo del caracter de Braulio, o cuando una señora grita:« ¡Viva Plinio, leche! »(p. 29) para subrayar un aspecto positivo del caracter. Por otro lado tenemos : « con mala leche» (p.36), expresión vulgar que usa el narrador para referirse a algo hecho con mala intención. En el caso de «ajo» las frases: «Ni ajo» (p. 53) y «nadie le dijo ajo» (p. 54) la palabra «ajo» pierde su significado original para convertirse en «nada».
“Don Jacinto Amat y José Ma Perales” y “ El secreto ministerial” por Laetitia Costa
En el capítulo “Don Jacinto Amat y José Ma Perales”, Plinio, la guardia municipal de Tomelloso, interroga a tres personajes para saber más sobre la desaparición de las hermanas Peláez: el cura, Don Jacinto Amat, el primo de las desaparecidas, José Ma Perales y, por último, la portera. En el capítulo, “El secreto ministerial”, el investigador encuentra y dirige una serie de preguntas a dos otros personajes para que digan lo que saben sobre este asunto. Estos testigos son: el señor Novillo, un funcionario del Ministerio y Dolores Arniches, la costurera.
Características específicas del Narrador
Francisco García Pavón, novelista con profundas raíces en su región natal de La Mancha, utiliza en la novela “Las hermanas coloradas” el lenguaje manchego, rico y creativo, con evidentes rasgos populares.
De hecho, el estudio lingüístico del habla coloquial de los personajes aporta informaciones importantes sobre la procedencia geográfica, el nivel sociocultural de los hablantes y la situación social específica del acto de comunicación.
La focalización del narrador es interna porque muestra lo que ve de modo parecido a como lo hace una cámara de cine. Su lenguaje pertenece a un registro estándar porque respeta la reglas gramaticales. Sin embargo, a veces, se pueden observar algunos cambios que afectan a la estructura gramatical como cuando el narrador pone el artículo definido delante del nombre de persona. Por exemplo, define la Gertrudis (p.98) un personaje femenino que aparece, de vez en cuando, en la novela. Este fenómeno se emplea sobre todo en los pequeños pueblos, donde las relaciones son más familiares entre los habitantes.
Al narrador le gusta la palabra arcaica o extraña y esta característica se puede observar, por ejemplo, cuando el oficio que ejerce Don Lotario, el compañero de aventura de Plinio, está definido por “albéitar” (pag.74) en lugar de decir veterinario. Otra manera que el narrador emplea, para precisar el trabajo de este personaje es la utilización del apócope, es decir, la supresión de los sonidos finales de la palabra veterinario en “vete” (Pag. 77). Esta contracción, que afecta al nivel fonológico, se encuentra, en la novela, sobre todo, cuando la voz narrativa cambia de registro. Pasa de un plano alto, estándar a otro informal, más espontáneo. Esto ocurre cuando el narrador va a introducir personajes con rasgos populares o cuando emplea el estilo indirecto libre. Por ejemplo, la reducción de nada en na (pag.76) se produce trasladando los pensamientos de Plinio al texto, en manera indirecta. Una característica típica del arte de narrar de García Pavón es conferir a sus personajes una esencia auténticamente española. Este rasgo se puede observar no sólo a través el nivel fonológico sino también cuando el narrador relata las costumbres de sus personajes que, en realidad son actos que los une a la mayoría de los españoles porque forman el carácter distintivo de una nación, es decir, de España. Un ejemplo significativo es cuando el narrador nos describe el ademán y el movimiento de Plinio que va a una cafetería: el protagonista se apoya en la barra y pide un cortado (p.106). En este caso, el narrador se sirve de la elipsis, es decir omite la palabra café sin perjudicar el sentido de la frase. De hecho, por cortado se entiende un vaso de café con algo de leche. En otra escena del capítulo “Secreto ministerial” el narrador reproduce entre comillas la palabra cortao (p.109), para marcar la articulación relajada del protagonista que, por la velocidad de emisión de los sonidos, el sufijo
–ado pierde su consonante con una aspiración del elemento dental sonoro.
Otro juego literario y lingüístico que García Pavón emplea es la fusión de dos términos que sirve no sólo para conseguir una finalidad comunicativa rápida y eficaz sino también para caracterizar los personajes. Un ejemplo muy claro se puede notar en la palabra “miracielos” (p.84) , referida al cura, cuya estructura es determinada por la unión del verbo mirar más el sustantivo cielos. Este fenómeno de composición nace de la conducta de los curas que cuando rogan miran a Dios, que está en el cielo. Otro ejemplo de palabra compuesta que aporta indicaciones sobre las características físicas del sacerdote Don Jacinto Amat es el término cuellicorto (p.66), formado del sustantivo cuello más el adjetivo corto. Para describir lo que Plinio ve en la cafetería, un lugar donde el protagonista pasa algunos ratos durante las pausas de investigación, el narrador se sirve también de estos recursos. De hecho, las personas que reflejan padeciendo un poco de somnolencia, el escritor las define “meditamodorros” ( p.73), término compuesto por la unión del verbo meditar y del adjetivo modorro.
A lo largo de la novela, el escritor yuxtapone registros aparentemente dispares como: el lenguaje estándar, presente sobre todo en las descripciones costumbristas y en las reflexiones metafísicas y sociales de Plinio; el lenguaje familiar, presente cuando el tono del narrador es más irónico y humorístico, y por último, el lenguaje vulgar, empleado para introducir personajes más grotescos y populares. Esta tendencia acerca la novela a la autenticidad, potenciando, a la vez, el realismo.
La mezcla de estos registros se puede observar sobre todo cuando el narrador, a lo largo de la novela, se detiene, como en la puesta en escena, en fragmentos de realidad y de vida. Estas pequeñas historias se entrecruzan con la trama policiesca y se convierten en una segunda razón de ser de la obra porque García Pavón conjuga en estos dialógos el humor, el retrato minucioso y el costumbrismo.
Esta técnica típica del teatro es un atisbo de los conocimientos teatrales de García Pavón que, durante varios años, fue catedrático de Literatura de la Escuela de Arte Drámatico. De hecho, en el capítulo “Don Jacinto Amat y José Ma Perales”, hay una escena donde Plinio y Don Lotario están en una cafetería para interrogar al cura y la mirada del narrador, de golpe y a la vez, se detiene en otra situación coloquial que se desarrolla en el mismo lugar. La acción de los protagonistas se ralentiza, para grabar los diálogos de algunos hombres, definidos por García Pavón “piropeadores” (p.74). El narrador emplea esta palabra, que pertenece al registro familiar, porque quiere mostrar al lector el carácter típico de macho, que el hombre español ostentó durante mucho tiempo. Cuando las mujeres pasean por la calle o aparecen en un espacio público sin compañía masculina, como en este ejemplo, los hombres empiezan a lisonjear las “redondeces” femeninas, exhibiendo un lenguaje machista. Para introducir el punto de mira de la contemplación masculina, el narrador define a la mujer, que está sola en la cafetería, con el adjetivo coloquial “gachona” (p.76) porque, por su físico despierta interés y agrado. El narrador no sólo pasa a un registro familiar sino también utiliza la palabra vulgar “gachí” (p.74), que procede del caló y que significa mujer. Dentro del machismo, la mujer está vista como un objeto y por eso, los hombres, que están de tertulia, no emplean la palabra mujer sino “hembra” (p.74), sustantivo que define los animales del sexo femenino. El lenguaje machista emplea también expresiones metafóricas que comparan el acto sexual con una imagen más violenta como el combate. De hecho, el hombre, refiriéndose a la mujer desconocida, dice “ésta quiere guerra” (p.76) y, por lo tanto, expresa sus deseos sexuales.
A lo largo de los dos capítulos se pueden apreciar los varios vocablos que pertenecen al campo semántico de la investigación: “indicio” (p.68; p.118), “caso” (p.70), “justicias” (p.77), “misión” (p. 77), “pista” (p.78; p.102), “detectives” (p.78), “policiaca” (p.78), “policía” (p.79), “detectivesca” (p.84), “sabuesos” (p.85; p.104), “gendarmes” (p.87), “olfatear” (p.96).
Características específicas de Plinio y de Don Lotario
Para caracterizar al protagonista del corpus de estas novelas policiacas, García Pavón elige dos nombres: el nombre propio Manuel González, que es el más común en España y el apodo Plinio, escogido por el carácter reflexivo del personaje.
Los sobrenombres permiten ampliar los conocimientos que se poseen sobre los personajes porque aportan informaciones diatópicas, que aclaran si la acción se desarrolla en grandes ciudades o en pequeños pueblos. De esta manera, García Pavón comunica al lector que Manuel González, alias Plinio, vive en Tomelloso, un medio rural donde es frecuente adjudicar sobrenombres a la gente porque los apodos funcionan como factor de unión y familiaridad con los habitantes del pueblo. De este modo, se puede entender también la razón del apodo hermanas coloradas atribuido a la desaparecidas por la gente de Tomelloso que las llama así por el pelo rojo de estas mujeres.
Desde el principio, el protagonista no posee cualidades de los superhéroes y aparece como un hombre común, imbuido del espíritu del pueblo manchego. Además, el narrador muestra al lector todos los vicios y virtudes de Plinio, describiendo sus costumbres típicamente españolas.
Por ejemplo, el narrador no dice que Plinio fuma cigarros sino que emplea la palabra “farias” (p.64; p.95), que es una marca española de cigarros baratos de tripa de hebra larga. De este modo, se produce una identificación entre el producto y su marca. Entonces, García Pavón sorprende también por la riqueza de su lenguaje que se apoya en la sugestión de palabras originales. De hecho, Plinio fuma no sólo farias sino también “celtas” (p.100), que son cigarrillos sin filtro. Cuando el protagonista quiere formar un cigarrillo, envolviendo la picadura en el papel de fumar, el narrador aclara la imagen al lector, utilizando la expresión “liar caldos” (p.100). En cambio, García Pavón entiende por “lumbres” (p.101), los cigarrillos que ya están encendidos.
Plinio pertenece a una clase media-baja, a la pequeña burguesía y esta característica diastrática se puede observar en el registro estándar utilizado por el protagonista. Se puede añadir también que este personaje tiene una buena dialéctica porque, según las circunstancias, cambia de registro: el lenguaje culto se mezcla con palabras pertenecientes al lenguaje familiar.
Esta alternancia de registros es típica de hombres que no faltan de cultura.
La cualidad del nivel socio-cultural se intensifica sobre todo cuando Plinio emplea metáforas literarias que están presentes en sus monólogos interiores. Para aclarar este procedimiento narrativo, es interesante citar una escena del capítulo “El secreto ministerial”.
El investigador manchego quiere interrogar a los amigos de las desaparecidas para lograr noticias sobre ellas y por eso, encuentra al Señor Novillo, un funcionario atípico que tiene un taller de marcos en el ministerio. La presencia del policía suscita miedo al testigo porque no quiere que nadie le descubra ese enredo. Por eso, antes de que Plinio pudiera entrar en el despacho, el señor Novillo quería verificar la intención de la visita del detective.
Por lo tanto, para enfatizar el estado de ánimo del protagonista, que espera fuera de la puerta antes de ser recibido, el narrador traslada en el texto el pensamiento de Plinio que compara su permanencia en aquel sitio a la tumba de don Rodrigo:
“tuvo la impresión de que no iba a salir jamás de aquella tumba de don Rodrigo” (p.100) .
Esta metáfora se refiere a los versos del romance de la penitencia de don Rodrigo que encuentra una culebra viva, en una tumba.
En cambio, un ejemplo interesante de registro más coloquial, utilizado por Plinio, es el empleo de la palabra familiar cuartos (p.64) que significa dinero. Cuando Plinio y Don Lotario tratan asuntos que abarcan los problemas sociales de España, el investigador utiliza un lenguaje más vivaz y animado. De hecho, por medio de la resemantización, Plinio se sirve del verbo vulgar “joder” en la siguiente expresión “joder las plazas” (p.63), en lugar de decir otro verbo con sentido menos obsceno, como el término “destruir”.
El protagonista se dirige a Don Lotario con la fórmula de tratamiento de cortesía, es decir, usted (p.62) porque lo respeta y lo considera superior. Esta aclaración es importante porque aporta informaciones sobre el tipo de relación que tienen los dos amigos.
A nivel fonológico, la pronunciación padece una relajación cuando el diálogo entre Plinio y sus interlocutores tiene mayor intensidad y vigor o cuando el investigador comunica con un personaje de nivel socio-cultural bajo. De tal manera, entre los hablantes la rapidez con que se desarrolla la conversación es mayor y, por el ritmo acelerado, el emisor llega a suprimir algunos sonidos constituyentes de las palabras del mensaje transmitido.
De tal modo, cuando Plinio habla con Don Lotario sobre asuntos importantes e incluso difíciles que suscitan inquietud, a la hora de pronunciar, la precisión de la articulación de los sonidos es menor. De hecho, suprime la parte final de nada en na (p.84). Además cuando el protagonista se relaciona con un personaje que pertenece a una clase baja, como con Gertrudis, la asistenta de las hermanas desaparecidas, su registro cambia y, por consiguiente se producen las modificaciones fonéticas. Por ejemplo, la desinencia -ado del participio pasado del verbo casar pierde su consonante dental sonora y se convierte en casao (p.106).
A lo largo de la novela, Plinio respeta las reglas gramaticales pero esta afirmación no se puede siempre aplicar porque, según los distintos actos de comunicación, el nivel lingüístico del protagonista cambia. De hecho, se puede citar un ejemplo que ilustra bien esta situación. Cuando Plinio se enfada emplea la expresión: “ ¡Que lo parta un rayo!” (p.64), cometiendo un error gramatical, es decir, el loísmo porque utiliza el complemento directo lo en vez de la forma dativa le, con función de complemento indirecto. Además el loísmo constituye un claro ejemplo de vulgarismo.
A nivel sintáctico, se pueden observar estructuras de tipo suspendido que es una característica típica de la espontaneidad del lenguaje coloquial. Como el contacto, entre los hablantes, es espontáneo y directo, el emisor puede dejar la frase a medias sin que eso afecte la comprensión del mensaje. Esta característica se explica porque los dos interlocutores comparten la misma situación y el conocimiento del mismo asunto. Por ejemplo, Plinio se dirige a don Lotario de esta manera:
“A base de Puerta del Sol, pero igualico... Es que no se quieren convencer los listos de que la mayor parte de los españoles son así... ” (p.66).
En esta misma frase, se pueden también subrayar dos otros fenómenos como: la sufijación que afecta a nivel morfosintáctico (igualico) y el dequeísmo, característico en el registro popular (convencer de que).
Además, el sufijo –ico, carga la palabra igual de fuerte sabor manchego por su carácter de variedad diatópica.
En los diálogos de Plinio es frecuente encontrar frases simples, cortas y nominales que responden al principio de economía del lenguaje. De hecho, la lengua se rige por esta tendencia lingüística que reduce todo lo que es redundante y que expresa los mensajes de manera cada vez más breve, sin perjudicar el éxito de los objetivos comunicativos.
Por consiguiente, se puede citar un ejemplo de frase que omite el verbo: “mentira pura” (p.63).
Otra característica importante que afecta a nivel morfo-sintáctico es la alteración del orden de las palabras. De tal forma, para subrayar el destinatario de la comunicación, Plinio pone el pronombre personal después del verbo del enunciado. Por ejemplo: Mire usted (p.62), Pasa tú (p.100).
Además se puede también añadir que, en estos casos, hay dos imperativos con función distinta: el primero (Mire usted) está utilizado, a principio de la conversación, como nexo sintáctico que sirve para atraer la atención de Don Lotario y el segundo imperativo (Pasa tú) tiene la función de mandato.
A lo largo de estos dos capítulos, es muy recurrente encontrar los enlaces coloquiales, que según las circunstancias, tienen varios matices: es que “es que tengo que llevarles zapatos [...]” (p.87), pues “ pues por algo grave salieron [...]” (p.80). En el primer ejemplo, es que tiene valor explicativo mientras que el segundo nexo pues tiene valor consecutivo.
Otros tipos de nexos que Plinio introduce en sus diálogos son los soportes conversacionales, definidos también: “expresiones de relleno” porque son apoyaduras coloquiales que acuden a la boca del protagonista, logrando con su presencia cubrir un hueco mental como momento de pausa. No mantienen el significado original porque según los actos concretos de comunicación, cobran otros valores. Entre estos comodines sintácticos destaca: vamos (p.87), la primera persona plural del imperativo del verbo ir que pierde su significado originario y que adquiere un valor enfático porque Plinio hace un alto para explicar su discurso.
Don Lotario, el compañero de aventura de Plinio, tiene todas las características lingüísticas, hasta ahora analizadas. De hecho, su lenguaje es estándar, marcado, de vez en cuando, por la presencia de los mismos rasgos coloquiales que tiene su amigo Plinio.
Este personaje posee un nivel socio-cultural medio-alto y esta variedad diastática se vislumbra en su verdadera profesión que es la de veterinario y en el tratamiento de respeto don que se antepone a su nombre Lotario. De hecho, antiguamente esta fórmula estaba reservada a personas de elevado rango social. Además todos los personajes se dirigen a Don Lotario con usted mientras que él habla a los demás empleando el pronombre de segunda persona.
La alternencia de su registro es evidente cuando el veterinario intenta animar a Plinio que pierde su ímpetu de investigador y que, incluso, piensa en abandonar la búsqueda de las desaparecidas. El protagonista se siente desanimado por la falta de contacto que percibe entre la gente de Madrid. Por eso, ante la reacción de su amigo, Don Lotario, dice:
“Manuel, calla coño. Que nunca te he visto tan cima, y perdona. Madrid te desnaturaliza. Digas tú lo que quieras éste no es un caso vulgar. Ni el primo es tan tonto como tú dices, otra cosa es que sea despistao; ni ellas son tan despreciables, aparte de que se han criado en nuestro pueblo y recordándolo viven, y esto importa mucho para nosotros. Despéjate, por Dios y por los santos, que aquí hay madera y de la fina...Y si no, al tiempo. ” (p.85).
En este discurso, Don Lotario se sirve del soporte conversacional coño, que, perdiendo su sentido obsceno originario, expresa el estado de ánimo de enfado. Otras características que se pueden marcar son: el enlace coloquial, que; la contracción fonética despistao por despistado, debida al ritmo acelerado; el imperativo exhortativo, despejáte y, por último la intercalación de la frase interjectiva: por Dios y por los santos.
En cambio, en esta lucha lingüística de opiniones, Plinio emplea otro método para que sus razones triunfen sobre las de su ayudante. Adopta formas mucho más suaves que no recurren a un lenguaje violento sino a a la cortesía. Por ejemplo, intenta convencer a su interlocutor con la captatio benevolentiae: “Don Lotario de mi alma” (p.84) y con el empleo de una palabra compuesta original: “curagatos” que, con la unión del verbo curar más el sustantivo gatos, se refiere irónicamente al verdadero oficio de Don Lotario.
3.3. Características específicas de los personajes secundarios
El cura, Don Jacinto Amat, el primo de las hermanas coloradas, José Ma Perales, y el funcionario Novillo son testigos que aparecen en la novela utilizando un lenguaje estándar. Sin embargo, a veces, estos personajes ponen en evidencia algunos rasgos coloquiales que afectan a nivel fonológico, morfo-sintáctico y léxico-semántico. Por ejemplo, cuando Plinio pone preguntas molestas al señor Novillo, el funcionario se enfada y dice espontáneamente la siguiente expresión:
“Pues que me aspen caballero, si yo he guipao ese resquicio”(p.102).
Entonces, de esta oración se pueden desentrañar algunos factores pertenecientes a los distintos niveles lingüísticos: - el enlace coloquial pues,
- el modismo “que me aspen si...”,
- el soporte conversacional “caballero” ,
- y la contracción fonética del participio pasado del verbo vulgar guipar en “guipao”.
Una característica típica del lenguaje coloquial de Don Jacinto Amat, que muestra al lector el “tic” representativo de los sacerdotes, es la reiteración. De hecho, los curas para enfatizar lo que dicen y para dar ejemplos a los fieles que sirvan de modelo, repiten dos veces tanto las palabras como las estructuras. Se puede observar su empleo, según las distintas circunstancias.
En las expresiones: “Ya sé, Ya sé” (p.67), “Nunca se sabe en estos casos, nunca se sabe” (p.67), el cura repite dos veces la frase porque muestra titubeo por no estar seguro de la razón de aquel interrogatorio.
Mientras que cuando vuelve a decir algunas palabras, como las que se encuentran en estas oraciones:
“Ellas son unas santas, lo que se dice unas santas” (p.67),
“Unas benditas, le digo que son unas verdaderas benditas” (p.68)
Don Jacinto Amat pretende dejar claro que lo que dice es verdad y quiere convencer a Plinio sobre la inocencia de las hermanas Peláez y que, por tanto es sincero.
La constante coloquial del primo de las desaparecidas es el empleo de estructuras suspendidas es decir, de oraciones dejadas a medias que no afectan el poder comunicativo. De hecho, José Ma Perales se sirve de estos rasgos sintácticos cuando no está seguro de lo que dice: “ ¿Que si está en la casa...?” (p.79).
Los personajes que tienen un lenguaje más bajo que refleja su nivel socio-cultural son: el faraón, amigo de los protagonistas y, entre los personajes femeninos, se destaca la figura de la portera.
A la hora de analizar lingüísticamente los diálogos, los primeros fenómenos del lenguaje coloquial que llaman la atención son los cambios fonéticos. Para acelerar el ritmo de la conversación, los dos personajes producen una serie de reducciones como: picao (p.85) por picado, encontrao (p. 81; p.86)por encontrado, tratao (p.82) por tratado, lao (p.91) por lado, ustés (p.81) por ustedes, toa (p.81) por toda, pa (p.93) por para.
Siempre a nivel fonético se asiste también a otros tipos de contracciones. Por ejemplo, la portera funda la palabra vida con el término misma, produciendo la síncopa: vidisma (p.82). Mientras que el Faraón añade el elemento de al vocablo luego y origina la prótesis: deluego (p.86). Otro ejemplo significativo que tiene la misma propiedad es: adonde con la unión de a más donde (p.86).
Tanto el Faraón como la portera son ciudadanos de Tomelloso y esta afirmación se puede verificar cuando los dos emplean el sufijo –ico que posee un fuerte regionalismo manchego. El faraón utiliza la palabra bastantica (p.86) y la portera usa el término nadica (p.83).
El lenguaje del Faraón choca sobre todo a nivel semántico porque se sirve de expresiones que se refieren a los deseos y actos sexuales. Por ejemplo, una expresión cargada de sentido erótico y que utiliza una comparación popular es la siguiente:
“me venía más cabreao que una mona, porque esta noche a mí el cuerpo me pedía distracción” (p.86).
A lo largo de sus diálogos, se encuentran también muchas oraciones que tienen doble sentido. De tal manera, se puede citar el modismo: “yo te echaba los reyes” que, según la circunstancia en la que el Faraón se encuentra, adquiere un contenido diferente de su significación habitual. De hecho, se emplea la expresión echar los reyes (p.87) cuando se distribuyen cartas de la baraja entre cuatro o más personas, de las cuales han de ser compañeras en el juego aquellas dos a quienes toquen los primeros reyes que salgan. Del sentido primitivo: unión de pareja en el juego se traslada a la significación erótica: unión de dos cuerpos en el acto sexual.
Con la figura del Faraón se introduce también gran parte de las expresiones humorísticas, cargadas de ironía que entretienen y hacen reír tanto a los otros personajes como al lector. Por ejemplo, esta característica se observa cuando el Faraón pregunta: “¿Qué pecado han cometido vuestros culos?” (p.92).
A nivel léxico-semántico, este personaje crea palabras onomatopéyicas como el término: ye-ye (p.86) que quiere cualificar el vocablo corbata.
Por lo que concierne a la portera, se pueden encontrar cambios significativos en el nivel sintáctico, porque muchas veces la comprensión del mensaje es comprometida por la abundancia: - de interjecciones: Ay Dios mío (p.82),
-
de estructuras incompletas: “este barrio no salían como no fuese algo muy sonao...Ellas a la iglesia [...]”,
-
de intercalación de frases que potencian la función fática: “me entiende usted”,
-
y por último, de imperativos que atraen la atención : “fijése usted”.
Este problema comunicativo se advierte también porque Plinio, durante el diálogo con este personaje, formula varias veces la misma pregunta:
“Pero bueno, ¿cuál es ese recuerdo que ha tenido usted toda la tarde en la cabeza y que iba a contarnos?” (p.82),
“ Bueno...pero vamos a ver ¿qué es lo nuevo que nos tenía que decir y te ha pasao toda la tarde [...]?. (p.83)
Esto quiere decir que, yuxtaponiendo breves oraciones con significado distinto, la comprensión del mensaje queda en la ambigüedad y los oyentes lo pueden entender sólo de forma parcial. Además la portera misma reconoce su problema porque dice: “que se me va la palabra al cielo” (p.82).
Por último, se puede añadir el empleo, por parte de este personaje femenino, del fenómeno de la resemantización. De hecho, para decir que el piso de las señoritas es pequeño utiliza la palabra “ajo”, cambiando su significado primitivo de planta de la familia de las Liliáceas, cuyo bulbo se usa como condimento.
“Una luz encendida” y “La caja de caudales”. por Paola Cascio
Los capítulos sobre los que ahora voy a emprender mi estudio nos presentan el protagonista Manuel González, alias Plinio, el jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso intento inspeccionar otra vez la casa de las hermanas Peláez en la que alguien se ha introducido dejando una luz encendida, y junto con sus compañeros de aventura, don Lotario y el Faraón, investigando en el “cuarto de los espíritus” encuentra una llave que abrirá la caja de caudales a la que se refiere el autor en el capítulo siguiente, donde encontrará muchas letras y postales pertenecientes a las hermanas, aunque la verdadera llave para solucionar el problema se la da –entre burlas y reflexiónes- el Faraón a nuestro amigo Plinio, decodificando una extraña anotación en una guía telefónica...
Los capítulos, como el resto de la novela, revelan un doble interés: cultural pero sobretodo lingüístico. Se trata de hecho, de recuperar gran parte del abundante léxico manchego y especialmente tomellosero, que se va perdiendo consiguiendo trasladar al papel lo que antes únicamente se mantenía por tradición oral y esto permite que se mantenga vivo este lenguaje oral.
El interés de esta análisis está centrada sobretodo en la lengua coloquial, la lengua utilizada espontáneamente en las relaciones cotidianas entre los personajes principales de esta novela es decir Plinio, don Lotario y dulcis in fundo, el Faraón, el que mejor de todos se identifica con los rasgos del registro coloquial y por esta razón analizado por primero.
El Faraón.
El personaje del Faraón aparece con don Lotario en la casa de «Las Hermanas Coloradas» y su llegada rompe un momento de narración descendiente caracterizado por una de las tantas reflexiones de Plinio. A lo largo de la novela no encontramos ninguna información sobre este personaje -quién es, de qué se ocupa-, descubrimos sólo que se llama Antonio y no sabemos con seguridad si se ocupa de viñas o le llaman corredor de vinos (p. 129) por su afición a los buenos tintos. Sin embargo gracias a los comentarios de los otros personajes –y sobretodo del narrador- conseguimos caracterizar al Faraón con muchos rasgos de su personalidad y fisicidad; un sinvergüenza de voz pastosa con labios glotones, un gordo caramundi con gafas y con la broma siempre lista que del punto de vista lingüístico se sobresale entre los demás personajes por su ironía y por su forma de expresarse revelándose el personaje más curioso y divertido de toda la novela. Como los demás personajes de la novela, también el Faraón procede de Tomelloso y sigue utilizando todos los rasgos lingüísticos de la región manchega en la que vive aunque su variedad diatópica no se intuye simplemente si no que será él mismo a subrayar en dos ocasiones su procedencia geográfica; la primera vez cuando encontrándose en el restaurante «La Argentina» con un grupo de estudiantes, muchos de los cuales extranjeros, dice a una suiza:
«-To-di-cos, cococha, to-di-cos. -To…di…cos.
-Así se habla. Lo de todito es jerga madrileña y tú ya eres una cococha manchega...» (p. 134)
Este ejemplo nos aclara la intención del Faraón no sólo de mantener viva su variedad lingüística si no también de convencer los demás a conformarse a ella; él se refiere al habla de Madrid como a una jerga, como si en la ciudad capitolina se hablara un lenguaje cerrado, por un nivel alto de corrección gramatical aunque hoy cuando hablamos de jerga nos referimos al lenguaje utilizado por un específico grupo profesional. Y en otro ejemplo, aún más claro, vemos el Faraón intento contar a los mismos estudiantes el «romance del bidé» y refiriendo la conversación con el conserje de la residencia dice:
«-Muy bien. Hagan el favor de esperar unas chuscas.
-¡Qué va a decir chuscas! –saltó Junípero.
-Bueno...un momento. Y tú tranquilo que cada cual traduce a su idioma.» (p. 136)
A nivel diastrático el personaje del Faraón utiliza un lenguaje coloquial natural y espontáneo en el dialogo con los otros personajes, presentando los hechos de forma subjetiva y expansiva; él utiliza el registro familiar al convertir muchas veces el morfema –ado en –ao demostrando un grado de correción inferior al registro normativo estándar como cuando utiliza recao por recado (p. 128), aceleraos por acelerados (p. 133), pasao por pasado (p. 133), delicao por delicado (p. 137) o tirao por tirados (p. 148), este fenómeno está debido a la economía lingüística que lleva en sí una relajación de la articulación debida a la velocidad del eloquio; pero utiliza también el registro popular –aún más incorrecto- utilizando a menudo interjecciones vulgares y malsonantes como cuano dice con la intención de enfatizar el mensaje:
«-¡Coño lo que soy es muy gracioso!» (p. 133)
«-¡Coño que si pesaba!» (p. 136)
Pero a veces esta interjección viene empleada para expresar contrariedad como por ejemplo en el momento que el Faraón se propone junto a don Lotario de ayudar Plinio en su investigación, aunque éste no parezca muy convencido de la utilidad de su ayuda:
«-Coño, Plinio. ¿Y por qué no nos das una oportunidad aquí al señor albeitar y al que habla, para que hasta la hora de la cena nos demos un garbeíto por ese chalet Villa Esperanza a ver qué se cuaja?» (p. 149)
Como podemos ver esta expresión tiene muchas aplicaciones según el caso, y ha perdido su sentido original obsceno referido al órgano sexual femenino. El hecho que el personaje del Faraón utilice estas expresiones no lo circunscribe a una capa social baja a nivel diastrático porque han entrado en el lenguaje coloquial común; él las utiliza sobretodo cuando la real situación conversacional es familiar y relajada, cuando habla con don Lotario o con los estudiantes o con el mismo Plinio. El Faraón interacciona con los demás personajes de una forma familiar como si les conociera desde hace mucho tiempo y usando siempre la formula de tratamiento de la cortesía que le sirve para perseguir el propio interés y hacer fuerza –lingüisticámente hablando- sobre el interlocutor; hablando con Plinio le dice:
«-Ah, amigo –saltó de pronto-, ahora que acuerdo, me tienes que enseñar ese cuarto famoso de los espíritus que me ha contado don Lotario y que debe de ser ya lo cácaro». (p. 129)
Otro ejemplo lo vemos cuando llegando al restaurante «La Argentina» llama la atención de la estudiante suiza de esta forma:
«-¡A la paz de Dios! –dijo el Faraón al entrar con los brazos abiertos en derechura hacia la helvética que dejó embracilar riendo muy a menudo, entre feliz y tímida.
-Ven aquí hija mía que te voy a estar dando cochocas hasta que vuelvas a tu Suiza natal.» (pp. 133-134)
Un radical cambio de registro se nota al enfrentarse con personajes socialmente más elevados como el director de la residencia:
«-La ley antes de todo. Y mal gobernante es el que retrocede de sus acuerdos justos. Yo lo comprendo perfectamente y si no fuese porque éste es el mejor colegio para graduados que hay en Madrid, el mejor por su pureza, santidad y vaticanismo...»(p. 139)
El registro del Faraón cambiando la situación conversacional, variando el parametro diafásico se ha vuelto normativo y estándar aunque se le nota claramente una fuerte connotación irónica. Otra prueba más de la extracción socio-cultural de Antonio el Faraón que aunque no sea muy elevada no es tampoco vulgar ya que consigue cambiar de registro fácilmente. Las oraciones del Faraón son casi siempre sencillas y cortas, sea ello por un criterio de economía lingüística o por comodidad, y el mensaje permanece claro llegando siempre con fuerza al receptor siempre que éste último tenga los instrumentos lingüísticos para descodificar su mensaje que está expresado casi siempre en el lenguaje coloquial. En los capítulos analizados encontramos una estudiante de lengua suiza que entendiendo sólo un lenguaje estándar no consigue entender del todo el Faraón:
«-¿Pues qué tiene Serafín? –preguntó con una mala leche imponente.
-¿Leche? –se extrañó la suiza.
-Calla, chica, ya te explicaré yo eso.» (p. 138)
«Cuando acabó mi discurso mi discurso, subimos los tres a tu habitación a depositar el violín. Pero éste no estaba.
-Hombre, ¡Cómo iba a estar! Porque si los veo suelto el trapo y se arma el follón.
-¿Follón, follón? –decía la suiza.
-Sí, hija mía, follón de follar –le saltó el Faraón.» (p. 140)
Estos dos ejemplos nos muestran cuanto realmente haya distinción entre el lenguaje estándar y el lenguaje coloquial ya que la suiza codifica en el primer ejemplo la palabra leche como el liquido blanco que se bebe aunque todos los demás bien saben que en el lenguaje coloquial la mala leche se refiere a la mala actitud de alguien, así como en el segundo ejemplo follón deriva del verbo hollar y se refiere a una situación confusa y agitada. Cuando aprendemos una lengua hay que conocer también estos aspectos para que su conocimiento sea completo.
A nivel fonológico no encontramos ninguna contracción, pero abunda como en todo lenguaje coloquial una gran variedad de entonación a lo largo de los dos capítulos gracias sobretodo a la presencia de muchas interrogaciones y exclamaciones, de hecho cuando por la primera vez aparece el personaje del Faraón rompe el silencio con una interrogacción «-¿Se me deja pasar al lugar del rapticidio?» (p. 127) que lleva en sí una vena de diversión; estas interrogaciones se seguirán numerosas y nos ilustran como este personaje tenga en la narración la función de preguntar, colaborar en la investigación a través de su curiosidad y dar pistas fundamentales a Plinio. Las exclamaciones por otra parte también contribuyen a levantar la curva modal de la novela y expresar sorpresa como cuando entrando por primera vez en el «cuarto de los espíritus» le oímos casi gritar «-¡Bendito sea Dios y su Gloria celeste! ¡Y qué carnaval de ateridos!» (p. 129). Siempre a nivel fonológico nos encontramos con una única y curiosa reducción, una apócope en específico –típico fenómeno de la jerga estudiantil-, que el Faraón utiliza con una distinta intención irónica, refiriendo su conversación con el director de la residencia que llama «dire» (p. 137). García Pavón nos pone esta palabra entre comillas para sugerir que el Faraón está irónicamente utilizando esta jerga que de hecho no encontramos más a lo largo de la novela ni por los mismos estudiantes.
A nivel morfosintáctico el lenguaje del Faraón está caracterizado por el uso de algunas repeticiones que le sirven para enfatizar algun elemento de su discurso, al encontrarse con Plinio, éste le pregunta al Faraón como ha ido la aventura del bidé y éste contesta «La monda chico, la monda» (p. 128) que en el lenguaje coloquial se refiere a algo muy divertido y al repetir la palabra se subraya la intensidad de la diversión. Otro ejemplo es cuando hablando de Serafino con el director de la residencia le dice que está «enfermo, enfermo, lo que se dice enfermo, no» (p. 137) repetición que al lector resulta muy irónica al conocer los antefactos de la historia del bidé. Lo que con frecuencia se nota también es el abundante uso de pronombres personales con función fática como cuando dice «tú, Serafín» (p. 134) o «Cómo te llamas tú, hija mía?» (p. 135) hablando con la camarera que tomaba noto y sin ninguna razón ya que la camarera sabía que se refería a ella. Y al final del segundo capítulo tratado, el Faraón llama a sí Plinio y de modo grave le dice «Tú vente que la cosa se pone brava» (p. 167). Cuando el Faraón se expresa suele hacerlo la mayoría de las veces alterando la regular estructura gramatical de la comunicación, como en el caso del bidé, punto más alto de la clímax ascendente de su conversación:
«-Un bidé con flores, Manuel, con florecillas y ramos verdes. Lo compré en el Rastro y debe ser de la época de Prim. Pero flamante, eso sí.» (p. 134)
Aunque esta frase gramaticalmente no tiene mucho sentido, la comunicación se consigue igualmente gracias también a la expresividad del Faraón. Ni siquiera son escasas las interrupciones de sus frases como éxito del desenvolvimiento léxico-gramatical de la idea que interiormente quiere desenvolver y también en este caso la comunicación funciona ya que no son estructuras incompletas sincopadas, si no que son suspendidas, como cuando hablando de Serafín con el director dice:
«Pues tiene ... –volvió el tío con los ojos fuera de bolsa ... Pues tiene ... Bueno será mejor que se lo diga don Lotario.» (p. 138)
En el nivel léxico-semántico es muy común el hecho que el personaje del Faraón hablando utilice la sufijación; a veces utiliza sufijos normativos como en el caso de millonada (p. 168) a veces utiliza sufijos apreciativos que se dividen en sufijos de carácter aumentativo con claro valor despectivo como telefonazo por telefoneada (p. 149) –aunque este lema pertenezca a un registro coloquial- o de carácter diminutivo come cafetito por café (p. 168), garbeíto por garbeo (p. 149) –que en el lenguaje coloquial se refiere a un paseo-; además encontramos sufijaciones que llevan en sí una variedad regional a nivel diatópico como en el caso de paseíco por paseo (p. 149) o visitica por visita (p. 149) o todicos por toditos (p. 134).Utiliza también la prefijación aunque en un solo caso hablando con don Lotario y Plinio y llamándoles «so virulos» (p. 148) con una nota entre lo despectivo y lo irónico. Hay que señalar el extraordinario utilizo de eufemismos por parte del Faraón gracias a los que consigue demostrar toda su fantasía en buscar imágenes siempre muy irónicas y divertidas que puedan substituir palabras consideradas groseras o poco adecuadas a la conversación y también en este caso es obligación llevar a ejemplo la cuestión del bidé ya que el Faraón emplea distintas formas para hablar de este sanitario como sopera (p. 134), guitarra empapelada (p. 136), chipendal (p. 136), violín (p. 140). Los eufemismos se erigen en una de las causas de los cambios semántico: los significados de los signos lingüísticos evolucionan a lo largo del tiempo y responden a diferentes formas. Todos estos ejemplos nos demuestran una vez más la gran inventiva lingüística del Faraón. Notable es también la substitución de palabras y la expresión de conceptos por medio de rodeos donde el hablante elige entre varias opciones la que más expresiva de lo que desea comunicar de acuerdo con su disposición de ánimo como sucede con las metáforas y las comparaciones populares que tanto gustan al Faraón que al encontrarse en el «cuarto de los espíritus» dirá de las Peláez: «-Pero estas hermanas están como turbinas.» (p. 129) donde a través de una metaforización compara la imagen de esta máquina que transforma la fuerza de presión de un fluido en un movimiento giratorio en sus respectivas cabezas para suponer una locura.
Don Lotario
El personaje del ex-veterinario don Lotario es –en los capítulos analizados por mi- el que menos se destaca lingüísticamente hablando, pero también por lo que concierne su función en la evolución de la novela. Mantiene fijo su rol de apoyo en la investigación de Plinio sobretodo en el segundo capítulo «La caja de caudales» en el que simplemente ayuda el jefe de la policía a abrir esta caja y luego desaparece detrás del Faraón –personaje mucho más notable- a investigar sobre el chalet de Villa Esperanza donde descubrirán y referirán a Plinio al final del capítulo que vive doña María de los Remedios. Mientras que en el primer capítulo «Una luz encendida» su rol es el de apoyar en la narración el Faraón protagonista casi absoluto de este capítulo que contará el «romance del bidé» y hará de esta historia el eje central de su intervento. Así en resumen podemos decir que la presencia de don Lotario no tiene sentido sin Plinio por una parte y el Faraón por otra, aunque si analizamos su función desde otra perspectiva, veremos que son estos dos personajes los que no podrían desenrollar su papel sin el apoyo de don Lotario. García Pavón estudia este personaje para que sea un anillo de conexión entre el Faraón y Plinio que serían de otra forma dos polos totalmente opuestos, caracterialmente pero sobretodo lingüísticamente, de hecho cuando Plinio y don Lotario se encuentran en la escena siempre con ellos encontramos también don Lotario el que habla el lenguaje de los dos, lo comprende y lo presenta al otro. También don Lotario procede de Tomelloso aunque lingüísticamente no se note demasiado ya que no aporta a la narración importantes informaciones sobre su procedencia geográfica. En su pueblo nativo tiene el cargo de veterinario, es un médico y su nivel socio-cultural es medio como se puede intuir sobretodo del lenguaje que él utiliza. Don Lotario habla el lenguaje coloquial a lo largo de casi toda la novela en su variante estándar normativa y no son muchos los casos donde encontramos incorrecciones. Esto sucede sobretodo cuando nuestro personaje se relaciona con Plinio que viene de una capa social similar a la suya pero cuando se encuentra con el Faraón que tiene un nivel social más bajo, el lenguaje de don Lotario se conforma al suyo en lo que concierne la variedad diafásica de la conversación y de un registro estándar pasamos a un registro familiar que se expresa en la relajación de la articulación cuando dice quedao por quedado (p. 148) aunque lo haga sólo una vez en estos dos capítulos como ápax y cuando al referirse a la madre de doña María de los Remedios como «su mamá» demuestra la permanencia de un lenguaje infantil. Por lo demás sigue siempre un lenguaje coloquial en su registro estándar menos en el momento que cambia la variante diafásica al cambiar la situación conversacional cuando don Lotario recupera su formalidad de médico veterinario y el lenguaje que le corresponde, para hablar al director de la residencia al que tranquiliza con una «explicación científica» (p. 138) sobre la imaginaria enfermedad de Serafín; el lenguaje utilizado en este caso por el personaje se transforma, se eleva en su registro estándar y aunque no utilice ni cultismos ni términos pertenecientes a la jerga de los médicos, se nota toda su competencia médica en el explicar al director la presencia de un «ezcema» que es la alérgia que «padece» el estudiante contra la cual el único «remedio» posible es la presencia del bidé en su habitación (p. 138). Todas las palabras utilizadas están escogidas por el personaje de don Lotario del preciso campo semántico de la medecina.
Fonológicamente hablando, lo que podemos decir del personaje de don Lotario es que utiliza a menudo una variedad de entonación según el momento y la circumstancia; él aparece en el mismo momento que el Faraón y como éste con una pregunta, aunque sin ninguna vena irónica:
«-¿Se puede saber lo que haces aquí solo con esa cara ausente?» (p. 127)
Don Lotario pero utiliza sólo interrogaciones y nunca exclamaciones que sirven para expresar ironía y sagacidad, características que no siempre exprime nuestro personaje. De la interrogación anterior se nota enseguida el carácter amistoso y familiar que hay entre Plinio y don Lotario que está preocupado por él y al que llama «hijo» en una ocasión (p. 142). Las preguntan continúan a lo largo de la narración ahora hacia Plinio, ahora hacia el Faraón, para dar la oportunidad al autor de dar informaciones al lector como en el caso en el que le pregunta:
«-¿Qué ves, Manuel?» (p. 142)
«-¿Qué piensas, Manuel?» (p. 148)
«-¿Tú crees entonces ...?» (p. 148)
Morfológicamente don Lotario usa el determinante demostrativo con sentido despectivo al hablar del Faraón -al que no considerara interesante lo suficiente- cuando dice a Plinio, casi como si se hubiera arrepentido de haber pasado tanto tiempo con él:
«Me intrigas, Manuel. Estoy arrepentido de haberme ido con el gordo éste.» (p. 128)
El personaje no utiliza casi nunca los pronombres personales aunque hay que mencionar la única vez en la que hablando con el Faraón -al que no quería enseñar el cuarto de los espíritus [«Otro día Antonio»] como si perteneciera sólo a Plinio y a él- le pregunta «-¿Tú te acuerdas de don Norberto, Antonio?» (p. 130) y luego utiliza el pronombre personal yo en dos ocasiones a lo largo de la narración del «romance del bidé» como para recobrar protagonismo ya que el Faraón le manda a callar siempre:
«-Yo no sé como no solté el trapo» (p. 136)
«-Yo creí que en ese momento lo echaba todo a perder.» (p. 137)
Cuando don Lotario se relaciona con el Faraón cambia su actitud y cambia también la forma de construir la estructura gramatical de sus frases que se vuelven más coloquiales y a veces incorrectas como cuando intercambiándose impresiones en la narración del «romance del bidé» a los estudiantes dice del Faraón:
«-Este tan formal, con cara de ceremonia, y el director sin quitar los ojos del chisme lavador, que ahora lo tenía sobre las rodillas y que debía pesar bastantico.» (p. 136)
En este ejemplo encontramos una variación del orden gramatical normativo ya que ni siquiera se entiende gramaticalmente en las rodillas de quién estaba el bidé y además tenemos un caso de yuxtaposición en cuanto faltan los nexos sintácticos que sirven para juntar las varias partes del discurso. El personaje de don Lotario abunda –como todo lenguaje coloquial- en el uso de nexos sintácticos sean ellos utilizados por él para empezar la conversación con Plinio como mira utilizado en dos ocasiones (p. 130 – p. 134) o sean para transitar de un argumento a otro como venga (p. 141).
En el nivel léxico-semántico don Lotario no utiliza mucho la sufijación aunque en los dos capítulos analizados encontramos dos interesantes ejemplos de sufijos apreciativos diminutivos como bastantico por bastante (p. 136) y visitica por visita (p. 167) que son los únicos dos elementos que caracterizan según la variante diatópica el personaje de don Lotario como perteneciente a la región manchega.
Aunque el personaje de don Lotario no tenga la gran inventiva lingüística que manifesta el Faraón, también él aplica en algunos casos la desautomatización lingüística como en el uso del eufemismo cuando habla del bidé al que llama «chisme lavador» (p. 136) donde chisme se refiere a un comentario para murmurar de alguien aunque ahora ha recobrado otra acepción coloquial y se dice a una cosa de poco valor y se usa mucho como palabra comodín para designar de manera imprecisa un objeto. Otro ejemplo del uso coloquial que hace de la lengua este personaje es cuando volviendo de su inspección en Villa Esperanza cuenta a Plinio la sorpresa de haberse encontrado con doña María de los Remedios y dice con lo que parece un refrán:
«Fíjate si este mundo es un comino» (p. 167)
donde la palabra comino es una planta herbácea o su semilla aunque en este caso en el lenguaje coloquial se utiliza para indicar algo que es muy poco o casi nada en cantidad.
Plinio
Plinio es el personaje narrativamente más importante de toda la novela aunque lingüísticamente hablando y haciendo referencia al trabajo de anális lingüística que estamos haciendo, puede que resulte el menos interesante en cuanto su función de investigar y explicar al lector los avances de su trabajo y esto lo hace a través de un registro casi siempre estándar sin la presencia de incorreciones y de forma objetiva; su lenguaje por ejemplo no presenta los rásgos típicos ni del registro familiar ni del vulgar aunque son muchas la veces que el personaje de Plinio utiliza expresiones como «Coño» o «Joder» pero no porqué su nivel socio-cultural sea bajo sino porqué estas expresiones han perdido del todo su conotación vulgar y están empleadas por Plinio más bien como nexos sintácticos como luego veremos. Plinio como los demás personajes analizados, proviene de Tomelloso, aunque sea al que menos se le nota la procedencia geográfica entre los tres personajes analizados hasta aquí; al ser el jefe de la policía del pueblo, su nivel socio-cultural es medio, similar al de don Lotario, aunque respecto a éste tiene una aparencia más formal que se nota también en el lenguaje, sobretodo cuando la situación conversacional lo demanda, por ejemplo cuando llama al comisario de policía para pedirle que le manden a alguien para tomar las huellas digitales su forma de expresarse se vuelve más severa:
«-Ya sabe que yo nunca me fío de nada, pero al menos hay algo en que trabajar»
(p. 132)
Otro momento en el que vemos a Plinio en una versión más formal es al relacionarse con el funcionario del Ministerio Novillo que parece en un primer momento no prestarle demasiada atención hasta que Plinio se pone más serio aunque simpre amable gracias a la entonación de su lenguaje:
«-Me parece que ha olvidado usted que soy un agente de la autoridad, que no admite estas maneras y descomposturas... de modo que el sitio más a propósito para continuar esta conversación va a ser la comisaría. Tenga la bondad de acompañarme ahora mismo.» (p. 159)
A nivel fonológico no encontramos fenómenos que afecten la pronunciación, sólo una vez en los dos capítulos analizados parece escaparle a Plinio una articulación relajada en el decir administrao por administrado (p. 126) al evaluar todas las posibilidades del caso de la desaparición «Las Hermanas Coloradas» en un momento de énfasis en el que Plinio parece abandonar el registro estándar y abandonarse al coloquial (p. 126) al calificar las hermanas Peláez puñeteras ya que resultan difíciles de encontrar y molestas al darle tanto trabajo y al creer que «existe por ahí un perillán que no hemos olido que pone el caso cada vez más cicutrino» donde perillán es la forma coloquial de decir de una persona que es picara o astuta y el verbo oler pierde su acepción sensorial para indicar algo que no se ha imaginado. También el personaje de Plinio utiliza muchos altibajos en la entonación sobretodo en los momentos en los que se aníma hablando o pensando en la investigación y utiliza tanto las interrogaciones cuanto las exclamaciones –a veces todas en el mismo momento- como cuando hablando entre sí dice:
«Bueno, ¡puñeto!, ¿y por qué este acidente va a cargar el caso de misterio y quitarle el aire vecindón que me pareció tener desde el primer momento...? Pero caso vecindón, ¿por qué...? ¡Ay que coño!» (p. 123)
En este ejemplo vemos también como Plinio a nivel sintáctico utilice muchas estructuras incompletas como las frases suspendidas que dejan a Plinio y al lector el tiemo para reflexionar sobre el caso. Utiliza además muchos nexos sintácticos que sirven a un personaje tan central como Plinio a cambiar rápidamente asunto en una conversación o para animar la misma, por esto encontramos –como anticipaba antes- a menudo las palabras coño y joder como nexos sintácticos de transición: «Coño, qué pena, si estuviese aquí don Lotario [...]» (p. 125); o otros nexos como oye para empezar el discuso: «-Oye, a ver qué lees tú aquí» (p. 148).
Muy utilizada a nivel léxico el fenómeno de la derivación, muchos de hecho son los sufijos apreciativos a parte de los normativos encontramos los de carácter diminutivo como gallinica por gallina (p. 127) ratico por rato (p. 141) momentico por momento (p. 156) todos con el sufijo –ico típico de la región manchega. Hay también un prefijo con carácter despectivo que sirve a Plinio paea calificar el sobrino de las hermanas Peláez como anticachondo (p. 127) y un caso de composición con función de adjetivo es el caso de la costurera que viene llamada por Plinio mirafuera (p. 127) el que crea este adjetivo que resulta muy poetico al añadir al verbo mirar el ... afuera con la intención de referirse a una cotilla. Amplia es la paréntesis que hay que abrir al referirnos al uso que hace el personaje de Plinio de la desautomatización lingüística que recobra más fuerza cuando vemos entre las líneas también la presencia del mismo autor. Varias veces el investigador Plinio en la descripción de su investigación modifica refranes que vienen de la cultura rural a la que él pertenece y los utiliza en sus diálogos como «siempre llega la cincha, ¡y tras! a hacer puñetas!» (p. 145) forma coloquial de decir que se ha fracasado en algo o cuando sentencia «Cada cual tiene cara de lo que hace» (p. 164) y muchas son las imagenes que crea o las metáforas que usa como «relucio como un almirez» (p. 127) o «-Yo soy una tumba» (p. 162) usando una metáfora tradicional que compara su silencio al silencio de alguien que muerto y enterrado en una tumba no puede hablar tranquilizando así Novillo sobre el mantenimiento de su secreto.
Mucho se ha investigado –y con razón- sobre los momentos de reflexión de Plinio que son verdaderamente muchos a lo largo de toda la novela, y también en estos dos capítulos analizados, ya que son muy interesantes. Como ya se ha dicho estos momentos de reflexión sirven en la narración para desviar un poco el tiempo y la atención sobre el caso investigatívo y crear suspence; lingüísticamente hablando llevan en sí muchas informaciones sobre la sociedad y la cultura del tiempo coevo a García Pavón y están escritas en un registro casi siempre estándar aunque en muchos momentos –en los que más sale el autor- encontramos rasgos de un lenguaje culto y poético. La primera reflexión nace en al encontrar las postales que don Norberto, padre de las Peláez, mandaba a éstas de sus viajes, y Plinio se pregunta «-¿En qué rincón se encierra el amor del que ya no existe?» (p. 143) interrogándose sobre temáticas metafísicas hablando del amor con cultismos que pertenecen todos al campo semántico de la guerra y de la batalla: esgrimiéndose, oponente, espichada, espada del amor, oxida, cruzar de las espadas. Como podemos ver la elección de las palabras por parte de García Pavón es siempre muy atenta y resulta llena de referencias para el lector culto y muy interesante para el lector común. Otra reflexión según mi opinión preciosa es la que hace sobre el género femenino. Plinio llama a la memoria la imagen de su hija que sigue viviéndo en casa ya que no se ha querido casar, volviéndose «“su” otra mujer» (p. 152); de aquí nace la idea que el hombre vive siempre acompañado por lo femenino y Plinio utiliza también en este caso palabras que pertenecen todas al campo semántico del mundo social de las mujeres (p. 155) como tetas lechales y lechonas, placenta, ajuar y habla de los pespuntes de su cuerpo como si las puntadas seguidas del labor de la costura fueses los poros de su piel. Importante de subrayar es el eufemismo que utiliza en esta ocasión cuando llama el sexo femenino «zuru-zuru» (p. 155) y dice:
«-Toda la vida, tires por donde tires, hay que pasarla entre el zuru-zuru de las mujeres»; «Siempre su zuru-zuru, desde ser paridos hasta la mortaja» (p. 155)
Dejo al final la última –y quizás la más interesante- reflexión que hace nuestro protagonista Plinio después de haber leído la carta que Manolo Puchades novio de una de las hermanas Peláez le escribe a María para explicarle sus razones de soldado republicano. Esta reflexión es lingüísticamente muy interesante al llevar en sí muchas expresiones coloquiales como cuando Plinio dice «Qué risa, macho, qué risa y qué retorcimiento de chilindrines» (p. 145) y sobretodo «Ay, qué coño de hombre» donde semánticamente se unen dos elementos completamente opuestos como el órgano sexual femenino y el sustantivo que identifíca el género masculino pero que en el lenguaje coloquial sirve para expresar la idea que es un hombre increíble; pero esta reflexión es sobretodo interesante porqué encontramos un ejemplo de intertextualidad metaficcional ya que el proprio autor García Pavón alude a la propria vida y a la propria obra narrativa:
«remorando los días de la República en Tomelloso, que Paquito garcía Pavón, el nieto del hermano Luis el de «El Infierno», pintó en sus «Cuentos republicanos» y en «Los liberales»» (p. 146)
La lengua como institución social, sea ella lengua escrita que oral, tiene un poder increíble y es un instrumento que un autor culto y profundo como Francísco García Pavón ha sabido utilizar de la mejor manera, empleándola en sus distintos registros y caracterizándo a través de la misma, todos los personajes que aníman esta novela, de los más notables hasta los más pequeños, todos han nacido y viven gracias a ella.
F. García Pavón, Las Hermanas Coloradas, cit., p. 167.
F. García Pavón, Las Hermanas Coloradas, cit., p. 41.