Unos cuantos se han ido previamente a la marina, y eso hace que Miguel Delibes se anime a enrolarse a la marina, sobre todo porque, como él dice, él lo que no quería era lo que no quería era enfrentares a un ser vivo e, incluso, darlo muerte.
Para los jóvenes de las tierras altas, el mar ese mundo desconocido que empieza a doscientos a vuelo de perdiz de águila, el mar centellea como un refugio para escapar de esa guerra de la que no entienden nada y que precipita en los pueblos y ciudades a los hermanos, a los amigos de ayer, unos contra otros se van mar adentro, uno a uno alistándose voluntarios en la marina que en este año del conflicto, acompañará, desde lejos, la victoria del bando nacional.
Dentro de una guerra, lo que verdaderamente le estremece es la idea del cuerpo a cuerpo, es decir, de atacar a un hombre o de herir a otro hombre con la bayoneta calada. Él siempre ha dicho que se ha sentido psicológicamente herido por la guerra y ha repetido más de una vez que si se pudieran hacer balances de los mutilados de guerra psíquicos, superarían en número a los físicos que la guerra civil española dejó y él siempre se ha considerado un mutilado de guerra psíquico.
“La novela española sufre, también un golpe con la Guerra Civil. Yo casi diría que la literatura es una víctima más de la guerra desde el año 1936 hasta el año 1939, porque la inmensa mayoría de los poetas y novelistas se exilian o se callan, de manera que en el año 1936 se produce una ruptura total de lo que se venía haciendo en España hasta diez años después. En la vida activa de la literatura española apenas sí se reanuda”.
Desde 1936 hasta 1939 el conflicto entre la España republicana y las fuerzas nacionales va a transformar las vidas, destrozar las familias.
Desde 1936 hasta 1939 el conflicto entre la España republicana y las fuerzas nacionales va a transformar las vidas, destrozar las familias.
1939: fin de la guerra civil; el general Franco se impone como el guía de la nueva España que nace de las ruinas de cada cual; Castilla sale de los combates como más pobre y más desolada si fuera posible. Valladolid está en ruinas. En medio de esta devastación general, Miguel Delibes vuelve a empezar sus estudios de derecho y comercio. Hoy día dice: ”no hay un español de más de sesenta años quien por acción u omisión no haya tenido una parte de responsabilidad en todo lo que sucedió después”.
El Norte de Castilla, que el 18 de octubre de 1920 anunciaba discretamente el nacimiento de Miguel Delibes, va a convertirse poco a poco en su periódico. El Norte siempre ha sido en el pasado un periódico liberal muy ligado a la defensa de las tierras de Castilla y de sus campesinos, pero en la España de Franco, las libertades están vetadas y en el Norte de Castilla, como en el resto del país, debe doblar la rodilla.
En las obras que este autor escribe, se dan una serie de temas que se repiten, que van y vienen, que vienen existiendo desde hace ya más de medio siglo, y que aún resisten al tiempo.
Como él mismo siempre ha reconocido, hay cuatro elementos existenciales en todos sus libros:
- La naturaleza;
- La muerte;
- El sentimiento del prójimo;
- La infancia.
Se podría decir que Miguel Delibes ha sido, un poco, el notario de su tiempo, es decir, empezando por la escuela de huéspedes que el señor mateo tiene en la primera novela, siguiendo con la vida de El camino, en la tercera novela, la muerte y la jubilación, todos han desaparecido: los jubilados de ahora no son como esos que él pinta.
En la gran naturaleza desierta y seca, en las mesetas de Castilla, al igual que un poco más arriba, hacia el norte, en la frescura oscura de los caminos encajonados del valle del Molledo, que quedarán, con la ciudad de Valladolid en el único horizonte de su vida y de su obra, Miguel Delibes, niño, recibe el mismo aprendizaje: la muerte, aquí, allá, es una interrogación permanente natural.
“Cuando me enamoré de aquella naturaleza, fue en los primeros años de mi vida, en la primera infancia (del año uno al año diez). Entonces, ya, entendí que esa manera de vivir que era distinta de la de abajo”
El hombre muerto es, en la vida y la obra de Miguel Delibes lo que revela el dolor, la vanidad del destino. En la Hoja roja, escrita a los 34 años, resuena toda la angustia delibesiana por la ineructabilidad de la muerte. Esta es
una constante de su obra, desgraciadamente confirmada por su vida cuando en 1971 desaparece su mujer tras una larga enfermedad. Harán falta quince años para que, con la obra Señora de rojo sobre el fondo gris, y con la sola escritura, Miguel Delibes consiga superar este sufrimiento. “Yo no soy pesimista, dice a veces, soy solamente un optimista muy bien informado”
Se podrían citar unos cuantos nombres importantes de la literatura española de la posguerra: Torrente Ballester, Cela, Delibes, Ana María Matute...; está claro que Cela rompe un poco dentro de la novelística española; La familia de Pascual Duarte marca una ruptura. Sobre todo en el llamado tremendismo por algunos críticos. Luego, lo que es el Realismo social algo que, sin duda ha sido aceptado por Delibes, y en el que podemos encajar a este autor. Es este realismo el que empieza en Las ratas, y que realiza el papel de un acusador de una circunstancia y de la situación española importante e incluso hay un realismo mágico que contrastan muchísimo y que hacen de la acusación y de la denuncia de ese ánimo de Delibes sea más patente, como por ejemplo en Las ratas, donde el niño mágico, milagroso, que vuela por la novela, que contrasta con toda la miseria y toda la postración que la novela refleja.
Como en todas sus novelas del campo, Delibes da la palabra a los campesinos, olvidados que a veces un transeúnte fotografiaba como testigos mudos.
En la España de los años 1950/1960, la imagen del campo y de los campesinos y que el régimen destila del interior y del exterior del país, y que se puede resumir en un solo icono: las películas de Joselito, “el pequeño ruiseñor”. Los pueblos están pacificados, los hombres y mujeres son humildes, valientes y piadosos; estamos muy lejos de aquella miseria en la cual grandes terratenientes mantienen la mayor parte del pueblo y lejos del silencio bochornoso que pesa sobre las conciencias y las libertades. Había casi un juego, una práctica de habilidad para burlar la censura, lo que hacía que la gente que fuese ingeniosa y hábil buscara maneras y formas de decir las cosas, pero sin que se notaran. En este sentido, hay escritores y personas que fueron verdaderos maestros en esto. Además, esto recuerda que ciertas personas pensaban que con la llegada de la democracia, las personas que habían tenido “cosas guardadas en los cajones", sacarían todo u verdadero arte a la luz, pero en realidad, el verdadero artista, el verdadero escritor, sabe adaptarse a los contextos, y sabe escribir, o realizar cualquier tipo de actividad artística sin importar el momento político o temporal. Es decir: el verdadero artista lo es ante cualquier caso y ante cualquier circunstancia.
Sobre este mundo, intacto de los orígenes, donde la lucha por la supervivencia Se va transformando poco a poco en un combate por la dignidad y la justicia la guerra civil va a batirse durante tres años como una tempestad sin gloria.
En la obra El disputado voto del señor cayo la influencia de los medios de comunicación en la vida ciudadana, se subraya a cada paso y se presenta como nociva. Dos ambientes contrastan, el político urbano y el apolítico rural, representados por dos personajes, el candidato moderno, progresista, y el viejo campesino, cuyo voto quiere obtener el primero. Para conseguirlo, tres miembros del Partido, entre ellos el candidato, vivitan, en viaje de propaganda electoral, un pueblo pobre y casi despoblado donde encuentran al protagonista y conversan con él. Si ganan su voto es porque quienes al final llegan a disputárselo se muestran inclinados a una violencia que el personaje no puede aceptar. Con este sencillo argumento, se construye una narración que, más bien relato, que novela, permite reconocer de nuevo el credo delibeano: el lenguaje de la sociedad contemporánea prueba en sus fallos la corrupción y la mecanización del hombre; y sólo quien opta por la vida rural, es decir, por la vida del campo, logrará salvarse.
Para dramatizar la diferencia esencial entre la vida urbana y la vida rural, se enfocan ciertos aspectos distintivos de cada una: la masa alineada sometida a las retóricas de la “comunicación”, frente al individuo trabajando en silencio y en soledad; el profesional de la propaganda frente a quien trabaja con las manos; ruido frente a sonidos; palabras chocando con un obstinado callar. Tales contrastes no son nuevos en la novela del autor, y en este caso la dialé4ctica estructural no parece haber logrado un producto de la misma calidad artística.
Hasta el capítulo IV, se mantiene por debajo del nivel al que Delibes nos tiene acostumbrados: tanto el habla de los personajes, como el lenguaje del narrador parecen algo trillados; los personajes políticos excepto Víctor, el candidato, son tipos, más que individuos. Quizá esta manera reductiva de entrar en materia es apropiada para señalar la creciente insignificancia del hombre frente a la sociedad que lo rige. Al leer los primeros capítulos, el mecanicismo de la vida actual salta a la vista casi continuamente, a veces porque el autor describe la puesta en marcha de algún aparato por la intervención del hombre o sin que nadie haya escogido relacionarse con la máquina (radio, teléfono, automóvil, etc.). Flotan en el aire emisiones publicitarias que acaso no logran que destinatario, de manera que va constituyéndose un lenguaje “residual” en torno a los personajes y al narrador mismo.
El lenguaje residual, como las fibras de procedencia desconocida en las telas sintéticas, no se presta a la descripción. El autor, con su habitual oído atento, recoge lo que se oye, y si es aburrido, entrecortado, monótono, o ininteligible, así lo graba. Aburrimiento, monotonía..., términos rara vez sugeridos por otras novelas de Delibes, sobre todo por las inmediatamente anteriores a ésta, caracterizadas por atraer fácilmente el interés del lector hacia el lenguaje.
La lengua, esa palabra justa es lo que siempre le ha interesado, dice que lo más convincente es escribir como habla, que es lo que hace en el camino, algo que queda reflejado en esta novela. Tras El camino, toma el tono, y en el resto de las novelas, sigue esta línea. El lenguaje le viene por el oído. Escribe con el oído y no con la nariz.
El disputado voto del señor Cayo muestra los escombros de una democracia tecnologizada; el tono de la narración parece contagiado por el desengaño experimentado al vivir el autor en un proceso político en el que la superficialidad y la insinceridad reinan, ayudadas por la deformación sistemática de los medios de comunicación. El trío democrático: Rafa, Laly y Víctor, es algo así como una figuración del señoritismo, la amargura y la melancolía, lo cual deja ver un vacío: faltan, para empezar, voluntad de sacrifico y autoridad. Energía renovadora, no la tienen, y Víctor, reconoce que este fallo les será fatal. Situando a los personajes en la ciudad y luego en el campo, el autor hace ver que la crianza de los jóvenes entre máquinas ha afectado su manera de hablar y de escuchar. En vez de prestar odio a lo que “el prójimo” pudiera decir, encienden o apagan la radio, el televisor, el compañero mecánico, y el intercambio sostenido con él les ha contagiado su expresión verbal.
En esta obra, Delibes aborda un tema de palpitante actualidad que es al propio tiempo de una de las grandes tragedias de nuestro tiempo: el abandono del campo. La acción transcurre en uno de los muchos pueblos prácticamente vacíos y en ruinas del norte de Castilla, donde llega un grupo de jóvenes de uno de los partidos políticos a hacer propaganda electoral. Les recibe el señor Cayo, uno de los dos vecinos que quedan en el pueblo. Su vida es casi robinsoniana, su hablar reposado, lleno de una ancestral sabiduría que infunde un sentido humano a su pequeña vida rural que va desvaneciéndose. El lenguaje crudo y desenfadado de los jóvenes que le visitan, cultos a veces, inconscientes e ignorantes otras, es el contrapunto necesario para poner en evidencia dos culturas que se ignoran. Una desaparece poco a poco sustituida por otra ruidosa, tópica y masificada. Estos dos mundos tan dispares sirven a Delibes para construir una pequeña sátira.
Se podría decir que Miguel Delibes ha sido, un poco, el notario de su tiempo, es decir, empezando por la escuela de huéspedes que el señor mateo tiene en la primera novela, siguiendo con la vida de El camino, en la tercera novela, la muerte y la jubilación, todos han desaparecido: los jubilados de ahora no son como esos que él pinta.
En las obras que este autor escribe, se dan una serie de temas que se repiten, que van y vienen, que vienen existiendo desde hace ya más de medio siglo, y que aún resisten al tiempo.
Desde 1947 y con la novela La sombra del ciprés, Miguel Delibes ha publicado más de cincuenta libros, entre novelas, ensayos y crónicas; sus libros han sido traducidos a treinta idiomas y, en muchos casos, han sido adaptados para el cine y el teatro. En el año 1991, momento en el que recibe el premio Cervantes, anuncia su retirada, explicando que su obra estaba detrás de él y que ya no volvería a escribir novelas; sin embargo, solo habrá que esperar siete años para poder leer un nuevo libro del autor. El hereje, una enorme novela de quinientas páginas históricas, de destinos elegidos. Una exaltación del compromiso de los que deciden de su vida hasta perderlo todo. Una magnífica lección de vida y de literatura. A los 78 años, unánimemente celebrado, Miguel Delibes conoce en su país su mayor éxito.
Él no había querido ejercer de intelectual, y el no querer es lo mismo que él no ha querido figurar ni ha querido ser una figura. Ahora, el “no querer” le ha convertido en “ser”; esto hace que ahora sea el más deseado, el más creíble, admirado de todos.
Todo esto ha tenido el siguiente resultado: en Valladolid, Miguel Delibes ha sido propuesto como posible candidato a recibir el premio Nobel de literatura.
“Yo no soy un hombre que esté satisfecho con lo que escribo. Hay una realidad y uno siempre apunta más lejos y se queda más corto, es decir, que la idea que tenía en la cabeza es más importante que la que no escribió”
Sucede que Delibes conecta con aquello que es esencial, el corazón del hombre y en concreto, él solía decir que para ser universal hay que ser muy local. Y eso es cierto. Él es profundamente local siempre, pero al ser local, al conectar con la gente de Valladolid, de Castilla, de España, está conectando con la gente de todo el mundo, porque en el fondo, ser local significa entrar en el fondo del corazón del hombre, y ahí, en el fondo del corazón del hombre está precisamente ese trozo que hace que los escritores se conviertan en clásicos. Lo que hace que alguien se convierta en clásico es que sea entendido en cualquier tiempo, y cualquier lugar, porque en el fondo, ahí estamos todos.
- Universidad complutense de Madrid.
La novela experimental
de Miguel Delibes
Miguel Delibes. Premio letras españolas 1991
Miguel Delibes Periodista
El autor y su obra:
Miguel Deblibes
Las voces y los ecos de Miguel Delibes
Miguel Delibes:
un hombre,
un paisaje,
una pasión
El mundo en la
agonía
Ed. Taurus
Madrid, 1981
Ed. Artegraf
Madrid, 1993
Ed. Destino
Barcelona, 1989
Ed. Taurus
Madrid, 1981
Ed. Actas
Madrid, 1993
Junta de Castilla y León
Salamanca, 1999
Ed. Destinolibro
Barcelona, 1985