Por otro lado, como pusieron en práctica por primera vez los griegos atenienses, la democracia (demos-pueblo, kratos-gobierno) se presenta como un modelo de edificación social, en el que la voluntad del demos se antepone a la razón. Esto es, en la democracia se impone la voluntad de la mayoría a lo realmente libre. Un acto indigno, o injusto podría ser democráticamente convertido en una ley, si el pueblo lo desease.
Sería conveniente analizar el concepto “ley”, para entender a fondo las cuestiones expuestas en este texto. Muchas veces se malinterpreta la palabra ley, considerándose esta no mas que aquello que dicta qué se debe y qué no se debe hacer. La ley, para que sea una ley y por ello tenga “forma de ley”, ante todo debe obligarnos a ser libres. Con la malinterpretación previamente mencionada, esto resultaría paradójico y contradictorio, pero el hecho es que las leyes son proposiciones que determinan actos racionales. Hoy en día, por lástima, se ha perdido esa noción de ley, y es que gran número de las leyes que tenemos han perdido, o nunca han tenido forma de ley, y el término ley y el término impostura se han ido mezclando en gran medida.
Por ende, podríamos decir que las leyes son la “forma” del acto humano, y son los pilares de un estado de derecho. De todos modos, formalizar los actos humanos hasta el punto en que aquello que edifique una sociedad sea la razón nunca sería bien aceptado. La principal razón es que nuestra sociedad, tal y como la conocemos, no es libre. Es más, todos nosotros estamos influidos por una serie de motivos, ya sean culturales, sexistas, racistas, etc. Estos motivos son muros que nos hemos ido construyendo alrededor, desde nuestro nacimiento, y han ido forjando lo que conocemos como nuestra personalidad. El mundo, si se dejasen de lado nuestras personalidades y todos actuásemos como cualquier otro lo haría en nuestro lugar, correría el riesgo de volverse monótono y llano, y todas las culturas que a lo largo de la historia se han ido desarrollando en cada lugar, con sus mitos y sus costumbres, se perderían en una sociedad mecánica y perfecta. Al igual que en el mundo de las matemáticas, donde las relaciones entre números siempre son exactas y perfectas, sin excepción, un estado de derecho estaría compuesto por seres racionales cuyos actos no dependiesen de nada, y cuyo modo de relacionarse y de obrar fuera libre y exacto.
Puede parecer, a simple vista, que una sociedad tan perfecta como es el utópico estado de derecho sería la solución a todos los problemas que nuestra actual sociedad nos presenta. De hecho, lo sería. La cuestión es que a lo largo de los años, en cada lugar del planeta se han ido tomando costumbres y creencias, maneras de obrar que nos diferencian del resto de lugares del mundo. En cierto modo, esta serie de hábitos que hemos ido desarrollando son lo que consideramos la riqueza cultural de cada lugar. Esta riqueza cultural conlleva una cualificación de los individuos de esa cultura. La diferenciación social, la jerarquía y demás distinciones sociales desaparecerían de inmediato en un estado de derecho, sí, pero también las rutinas y los actos típicos de cada lugar. Lo que el estado de derecho provocaría sería una unión de la humanidad, hasta el punto en que nada diferenciase nuestros actos.
De todos modos, con el paso del tiempo, por vías de la previamente mencionada democracia, nuestra sociedad ha ido siendo persuadida por determinados individuos, hasta el punto en que se ha aceptado que el lugar vacío de las leyes, que proponían los Ilustrados, haya sido usurpado por la economía. Efectivamente, hoy en día el capital se ha convertido en el centro de nuestra sociedad. La cultura, que antes citaba, con sus distinciones entre la gente y con sus hábitos y costumbres, ha pasado a estar a la sombra del capitalismo, cuyo único fin es mayor y mayor prosperidad económica. La sociedad se ha proletarizado, y es que vía los medios de comunicación, a los habitantes del actual mundo se nos transmite continuamente el ansia por entrar en la
rutina capitalista que tanto daño hace a nuestra cultura. Por supuesto, el estado de derecho, al formalizar nuestro modo de obrar, volviéndolo libre, es totalmente incompatible con el capitalismo. Es más, en el caso de que un estado de derecho se hiciera vigente, las clases sociales que el capitalismo ha formado, así como las diferencias económicas en la población se reducirían al hecho de ser todos iguales y libres ante la ley. Nadie tendría más poder ni prosperidad económica que los demás. Esto al capitalismo no le interesa. Para él, la competitividad económica es esencial para seguir adelante. Si la gente, repentinamente, no sintiera la necesidad de tener más que sus convecinos, ocurriría una crisis económica inmensa, la cual no interesa bajo ningún concepto a la sociedad capitalista.
Por lo tanto, a lo largo de este texto hemos visto cómo para llegar a un estado de derecho, el único en el que todos nosotros seríamos ciudadanos y en el único en el que la ciudadanía sería posible, todos tendríamos que actuar con libertad, es decir, guiados por la razón. La sociedad se volvería formal, esto es, nuestro obrar se reduciría a actos libres, que cualquier otra persona habría de hacer en nuestro lugar. Como consecuencia, toda distinción de clases sociales, estamentos jerarquizados, machismo, hembrismo, racismo, y demás desaparecerían. Se crearía una nueva sociedad, la racional, en la que la razón se antepondría ante toda influencia de nuestro entorno. Las culturas, por consiguiente, desaparecerían, creándose una nueva cultura muy mecánica y exacta, quizás monótona. El estado de derecho supondría dejar de lado valores, aparentemente imprescindibles, como son la competitividad por el éxito económico, la prosperidad económica como indicadora del bienestar social, y la clasificación de las personas según lo que pueden o no aportar al capitalismo. Valores que se nos inculcan desde jóvenes, vía los medios de comunicación, y con los que nos persuaden a los proletarios sobre qué debemos y qué no debemos hacer. Por ende, el estado de derecho sería letal para la sociedad capitalista, así como para la riqueza cultural que define a cada sociedad del planeta. En caso de que todos actuásemos libremente, la sociedad capitalista desaparecería.