Hoy al menos no iré a trabajar, pero me siento igual, harto de todo y de todos. Ahora te estarás dando cuenta de quién soy. En realidad no lo sabes, ni yo lo sé. Solo sé que vivo y estoy aquí. Solo sé que debo seguir, pero ¿Por qué?, no lo sé. Sólo me basta fumar y dormir y eso es lo que haré y seguiré haciendo.
Jueves 17 de febrero de 1930
No tengo hambre. Ya me acostumbre a estar siempre vacío. Y así me siento bien. Hoy como casi todos los días iré a ese maldito lugar donde paso el resto del día sentado, mi trabajo.
A las 4 de la tarde recibí un telegrama que me informaba de la muerte de mi madre. Le pedí permiso al patrón para partir hacia Marengo donde se iba a realizar el entierro y le dije “No fue mi culpa”, porque en verdad no la era. ¿Por qué tendría que ir si ya estaba muerta? Ya nada se podía hacer. Solo quería dormir.
Viernes 18 de febrero de 1930
Ahora me encuentro en el bus que me lleva al asilo. Tengo calor, sueño, y estoy cansado. En este momento hay mucha gente a mí alrededor observándome. Me pregunto si acaso nunca antes habían visto a una persona de negro. En fin, ya llegaré a Marengo y todo esto terminará.
Ahora ya es de noche y me encuentro todavía aquí. Simplemente este lugar me desagrada, no lo soporto. Cuando por fin regresé a esta sala después de haber hablado con el director y el conserje, sentí inmediatamente el calor abundante que no me dejaba siquiera respirar.
Vi a mí alrededor viejos cínicos llorando descontroladamente que se asombraron al verme llegar. Yo solo quería que todo esto terminase, ya que el calor me molestaba. Me preguntaron si querría ver el cuerpo de mi madre por última vez, respondí que no. ¿Por qué debía de hacerlo?
De pronto tuve la necesidad de sentir humo entre mis dientes así que decidí prender un cigarrillo y comencé a fumar. Dormí un poco a pesar del ruido que había en la sala. Al despertar hablé con el director y nos dispusimos a proceder con el entierro de una buena vez.
Cuando por fin terminé con todo esto, pensé que inmediatamente en volver a Argel donde podría por fin descansar.
Sábado 19 de febrero de 1930
Finalmente era sábado y yo ya me encontraba en Argel. Había mucho sol, me dirigí a la playa sin más remordimiento. Sentí cómo los rayos del sol quemaban mi piel y cómo las olas reventaban cerca de mí. No aguanté más y me metí al mar.
Me encontraba nadando cuando sentí una piel muy suave cerca de la mía y un olor que me dejaba hipnotizado. Al voltearme noté que era Marie, la antigua mecanógrafa de mi oficina a la cual siempre deseé. Hablamos un poco, sentí su cuerpo, sus senos, su piel , aquella perfección que extrañaba. No podía resistirme a ella. Respiré profundamente antes de desenfrenarme y lazarme contra ella. Le pregunté si le gustaría ir por la noche al cine.
Al regresar, sentí que mi cuerpo se llenaba de deseo cada vez más, era difícil controlarlo. Mis instintos se apoderaron cada segundo más de mí. Me iba convirtiendo en un animal, en lo que en realidad era. Al ver a Marie en mi habitación, mi mente la vio desnuda, me lancé contra ella llenándola de besos y caricias. De pronto la escuché decir “Te quiero”. Me pareció extraño pero seguí con lo mío.
Domingo 20 de febrero de 1930
Me encuentro de nuevo solo en mi habitación sin más compañía que tú, un montón de papeles que contienen parte de esta absurda vida mía. Me dirigí al balcón, al mirar abajo vi personas corriendo, caminando, gritando, sonriendo, llorando, saltando, sufriendo .. ¿Por qué sufrir, por qué sonreír, por qué vivir? Qué aburrimiento, que aburrimiento me da el ver sentir, el ver vivir.
Lo que ahora importa es que es un domingo menos, ahora mi madre está enterrada y mañana tengo que volver al trabajo. Todo sigue igual para mí. Nada ha cambiado.
Lunes 21 de febrero de 1930
Volví a sentirme aburrido entre estas 4 paredes, rodeado de sujetos trabajando como idiotas. Mi jefe me da el pésame y me pregunta la edad de mi madre ¿Acaso debía saberla? ¿Acaso era relevante?
Salí a almorzar con un amigo, luego regresé a la oficina. Camino hacia mi casa me encontré con el viejo Salamano y su perro, ese viejo lo único que hace es maltratar a ese perro cada vez que se tropieza. Raymond me invitó a cenar y acepté. Me comenzó a contar sobre su amante pero no le tomé importancia, total es su vida, no la mía. Luego me pidió escribir una carta de venganza, yo acepté. Me era indiferente hacerlo.
Viernes 25 de febrero de 1930
En estos últimos días pasaron muchas cosas, entre ellas ir a la playa con Marie, acostarme con ella. Esa mujer me llena de placer, me calma la sed. Por otro lado, me preguntó si la quería, le respondí: creo que no, eso no significa nada.
Raymond le pegó a su amante. Salamano perdió a su perro y vino a llorarme. Al cabo de algunos días Raymond me llamó preocupado por que creía que los árabes lo perseguían.
Mi jefe me comentó de un nuevo proyecto en París, le respondí que nadie nunca cambia de vida. En otra ocasión, cuando salí con Marie, me preguntó si querría casarme con ella y le respondí que si ella lo deseaba yo lo haría. El matrimonio no me parece importante ni serio. Marie se fue. No me importó a dónde iba ni a qué iba.
Domingo 1 de marzo de 1930
Hoy fuimos a la playa Marie, Raymond y yo. Cuando estábamos en la calle pude ver que los árabes nos estaban siguiendo. El ambiente se torno tenso y una pelea de cuchillos comenzó. Raymond quedó herido y los árabes huyeron.
No podía más con esta furia y salí en busca de ellos. Tomé el arma de Raymond y la puse en mí bolsillo. El sol quemaba mi cabeza y la arena mis pies. Gotas de sudor no terminaban de caer sobre mi boca. Y fue cuando la última gota cayó sobre mis labios cuando apareció el árabe con un cuchillo. Aquel instrumento reflejaba una luz que me enceguecía. NO LO PUDE SOPORTAR UN SEGUNDO MÁS. Y le disparé UNA...DOS…TRES…CUATRO veces. Su cuerpo yacía en el suelo sin respuesta.
Martes 3 de marzo de 1930
Una vez más solo pero ahora en una celda. Apresado como un animal. Un juez me condena por matar al árabe. Sólo me deje llevar por mis necesidades físicas es lo único que puedo decir. Tengo un abogado, siento que en realidad no lo necesito, no necesito a nadie.
Jueves 5 de marzo de 1930
Comenzó el juicio dije todo lo que debía decir. Al parecer el juez se quedó anonadado por mi declaración. Me preguntó si creía en Dios yo le dije no, y que no me arrepentía de lo que había hecho. Ya esto esta perdido. Sólo espero la hora de mi condena.
Sin fecha
Ahora sólo como, duermo y vivo solo de recuerdos, ya me acostumbre a estar así. El tiempo pasa sin medida y yo sigo aquí. Marie como te extraño, como decirte lo mucho que te necesito. Ahora sólo espero ahora la hora de mi ejecución, la hora en la que mi cabeza rodará por lo suelos.
Esta es mi última noche, se me acaba la vida. Ahora tengo ganas de revivirla. Ya puedo sentir a las personas gritando “Te Odio” con rencor.