A continuación se muestra una tabla en la que figura un listado de descripciones de los indígenas fueguinos ordenados cronológicamente.
4. De obstáculo a espectáculo
Durante los siglos XVII y XVIII los selk’nam fueron visitados por los europeos en muy raras ocasiones y los contactos fueron breves y superficiales. Durante el período comprendido entre el último cuarto del siglo XIX y el primer cuarto del siglo XX, los blancos comenzaron a poblar la Tierra del Fuego. Y con ello, los contactos y encuentros entre culturas fueguinas y occidentales empiezan a ser más frecuentes.
Se instalan las primeras misiones católicas, a cargo de la orden de los Padres Salesianos, para evangelizar a los indios. A la vez que se extienden las actividades ganaderas por parte de los colonos con la creación de estancias, aumenta la llegada de buscadores de oro en una incipiente actividad minera.
Paulatinamente, los Selk’nam van viendo reducidos sus lugares de caza y el hambre los lleva al robo de ganado, convirtiéndose en un obstáculo para el desarrollo de la actividad económica desde el punto de vista de los colonos. Por ello, comienzan las cacerías del indio. Así, los Selk’nam se convierten en presa fácil de caza, llegándose a pagar una libra esterlina por cada par de orejas de indio.
Esta situación es denunciada por Gusinde en sus libros, con los más duros términos de “exterminio”, “genocidio”, “asesinato”, señalando con nombres y apellidos a varios de los artífices de las matanzas.
Otra muestra de la deshumanización “del otro” aparece en el escalofriante texto que se presenta a continuación, extraído del libro de Gusinde (1931) “Die Feuerland Indianer”:
Como alguien que hace un negocio mostrando animales salvajes, cierto MAURICE MAÎTRE raptó en la Bahía de San Felipe, a fines de 1888, a toda una familia selk'nam, que constaba de once personas, y, con pesadas cadenas, los llevó "cual tigres de Bengala" a Europa. Dos de ellos murieron ya en el viaje. En la Exposición Mundial de París en 1889, estos desgraciados fueron presentados, tras pesadas rejas, como "caníbales" ante el público curioso. A determinadas horas les arrojaban carne de caballo cruda; intencionalmente los mantenían en suciedad y total abandono para que realmente tuvieran la apariencia de "salvajes". Bajo las mismas condiciones los expusieron, poco después, en el Royal Westminster Aquarium de Londres. Pero el directorio de la S. A. Missionary Society protestó enérgicamente contra esta repulsiva exposición diciendo: "These poor helpless Indians have been drawn away from their country and their home to be exhibited... as wild beasts for commercial gain, not for themselves, but for others. They are advertised as cannibals, and to be fed at certain in hours with horseflesh... ". El empresario confesó abiertamente que, con su empresa, sólo pretendía "to obtain a commercial success".
5. Distinas caras de la Alteridad en Gusinde
Para comprender la figura de Martin Gusinde, es necesario insertarlo en su contexto histórico y su trayectoria personal:
Nacido en Austria en 1886, Gusinde estudia a partir de 1911 en el Seminario St. Gabriel de Viena, regido por la Sociedad del Verbo Divino, a la que pertenecían los Padres Wilhelm Schmidt, Wilhelm Koppers y Paul Schebesta, conocidos etnólogos y antropólogos que defienden y enseñan el método Histórico-cultural, a partir de las teorías alemanas del Kulturkreis o los círculos culturales, fundan la revista “Anthropos”, y critican intensamente los enfoques evolucionistas.
Gusinde llega a Santiago de Chile a dar clases de Biología en el Liceo Alemán y bajo la dirección del Museo Arqueológico y Etnológico de Santiago, realiza sus estudios etnológicos de las culturas fueguinas entre 1918 y 1924.
A su regreso a Europa Gusinde se inscribe en la Universidad de Viena en 1924 como alumno de Etnología, Antropología y Prehistoria. La crítica fundamental a Gusinde formulada en los círculos científicos, destaca su labor incansable como investigador naturalista y etnógrafo de campo, pero sin una adecuada preparación académica.
Entre las contribuciones más destacables de Gusinde al conocimiento sobre los Selk’nam, destaca el hallazgo de la creencia monoteísta en un Ser Supremo, llamado Temáukl, creador del cielo y la tierra, omnipresente y omnisciente. Este descubrimiento despierta la polémica en otras corrientes etnológicas, al punto que el antropólogo Ricardo Latcham, publicó en los diarios chilenos "... que Gusinde iba a Tierra del Fuego a encontrar altos dioses entre los primitivos". Así los Selk’nam pasan de ser un pueblo pagano, supersticioso, hereje, adorador del diablo -como eran percibidos inicialmente los pueblos indígenas-, a ser reconocido como una cultura trascendente, creyente en un Ser Supremo creador de la naturaleza y presente en su cotidianeidad, a través de ritos.
Sin querer restarle méritos a la obra de Gusinde, y realizando una lectura crítica de sus textos sobre los Selk’nam, en los siguientes párrafos voy a ir destacando algunos elementos significativos en la construcción de la alteridad.
Traslado de la Alteridad:
De “El Otro”, al “Yo-parte-de-ellos”
En primer lugar, llama la atención la carga afectiva de los adjetivos que usa para describir a los otros. En sus informes al Director del Museo sobre sus expediciones, Gusinde llega a alejarse de su rol como científico objetivo y deja traslucir su afecto por los Selk´nam, mediante el uso de expresiones como “Nuestros indios”, “amigos”, “me llega la triste noticia”…
Esto queda reflejado con más fuerza e intensidad en las palabras que usa para referirse a los colonos de origen europeo y sus acciones: “Una gigantesca ola embravecida”, “Incontables fechorías y violencias crueles”, “Una chusma de los más depravados europeos”…
Parece como si el “yo” de Gusinde de hubiera trasladado al “otro”, y desde ese “otro” comienza a describir la civilización de la que proviene como si fuera ajena.
La reaparición del mito del buen salvaje y el paraíso perdido
En ocasiones, al leer los textos de Guisinde, especialmente aquellos en los que explica la influencia europea sobre la cultura Selk’nam, puede intuirse la reaparición del mito ilustrado del buen salvaje, heredado de las ideas de Rousseau sobre la bondad natural del hombre.
Desde su posición como observador, termina tomando partido, tendiendo a idealizar la cultura primitiva de los Selk’nam, antes de la colonización. En su obra “Die Feuerland Indianer”, dedica un capítulo a la corrupción del buen indígena, ingenuo y confiado en manos de europeo pecador y mezquino, que le contagia sus vicios. De este epígrafe titulado “La europeización embruteció al indio” he extraído este fragmento:
De vez en cuando, observaba en manos de algunos jóvenes revistas ilustradas y fotos de desnudos de una impudicia repugnante, que habían adquirido en un almacén; tenían vergüenza de mostrármelas. Antiguamente, el indio rechazaba cualquier tipo de bebida alcohólica; hoy ya le tomó el gusto, y, dos veces por año, se embriaga de manera tal que queda borracho perdido. Los hombres nunca llevan a la cantina a las mujeres de su familia, pero algunos muchachos jóvenes se meten con mujeres europeas de mal vivir y pierden en el trato con ellas el poco dinero que tienen.
A continuación se presenta un resumen que grafica claramente las cargas semánticas que asocia Gusinde a colonos y Selk’nam.
Arrebato de etnocentrismo
A pesar del rigor científico desde el que pretende escribir, en ocasiones sus palabras se convierten en reflejo de su propio sesgo como etnógrafo sacerdote que proviene de una cultura austriaca-germana, cristiana católica, capitalista, puntual, estructurada, con una concepción occidental del trabajo y el ahorro, del tiempo y las relaciones sociales.
En especial, en los capítulos en los que se refiere a los onas en el momento histórico en el que los encontró, tras la colonización occidental. Estas descripciones contrastan fuertemente con las imágenes casi bucólicas que planteaba al describir la cultura elemental que los Selk’nam le contaban sobre sus antepasados, como si idealizara su cultura pero menospreciando a sus miembros.
A continuación se recogen algunas frases que reflejan estas ácidas críticas de Gusinde hacia sus indios.
Con la mayor avidez fuman y mendigan tabaco (…) compran un sinnúmero de objetos de valor y se jactan de sus gastos desatinados. No tienen idea de cómo distribuir el dinero que ganaron en la esquila. Consumen el café asquerosamente dulce y luego les falta azúcar por semanas. Carecen totalmente de la facultad de cálculo y distribución.
Esta gente nunca está lista a la hora señalada. La puntualidad es para ellos un concepto extraño.
A veces me causaba repugnancia la inactividad y la pereza, la hueca abulia e inmóvil pesadez de los hombres jóvenes y sanos. Es imposible educar a los hombres primitivos para un sistema de vida complicados.
Los siguientes párrafos muestran claramente el choque cultural a partir del encuentro entre dos concepciones diferentes del trabajo, del tiempo presente y futuro, de la relación con lo material, el ahorro y la economía:
Yo deseaba tener una manta grande para mi choza y para este fin ya había juntado gran cantidad de pieles. Un día les dije a los hombres: "Quiero pagar bien las pieles que me faltan. Decid a vuestras mujeres que me confeccionen una gran frazada de pieles". ¿Cuál fue su contestación? "Nuestras mujeres no quieren ganar nada. ¡Ni piensan molestarse con un trabajo fastidioso!"
Más tarde dejé caer con énfasis el comentario: "¡Si yo fuera un selk'nam, trabajaría ahora diligentemente, para poder ganar luego mucho dinero!". Se burlaron de mí por mis tontas ideas de querer trabajar. De mala gana recuerdo el indecible esfuerzo y la paciencia de que tuve que armarme para sonsacar a esta gente indolente, desafecta a todo trabajo mental, la gran riqueza de elementos de su patrimonio cultural, difícil de obtener, y de la que hoy puedo gozar como fruto de mis investigaciones.
¡Qué extraña es para nosotros la mentalidad de esta gente! No conocen las preocupaciones del presente ni velan por el futuro.
6. Miradas cruzadas en el espejo
Hasta ahora he estado explorando la evolución de la percepción por parte de los europeos sobre los Selk’nam, pero para salirnos del etnocentrismo, podríamos cuestionarnos algunas preguntas como… ¿Qué percibían ellos del hombre occidental? ¿Cómo llamaban al hombre blanco? Gusinde también se hizo esa pregunta y la responde a partir de la definición de los términos con los que denominaban a los colonos.
koliót : "forastero, extranjero, miembro de una tribu extraña".
k'ârks : significaba originalmente la raíz comestible blanca de Boopis. Por alusión al claro color de piel de los europeos, se les dio esa denominación.
samp : se dice del color macilento, pálido de la cara que aparece en estado de descompostura o enfermedad. El real sentido de la palabra es entonces "cara pálida".
p'álte : "uno que viene de lejos".
Káiyenhos: "terrones con raíces extraídos de negras aguas cenagosas". Los europeos obtuvieron este apodo porque se movían siempre en grupos o como una masa compacta, vestidos principalmente con ropas oscuras, o sea que semejaban un terrón negro.
Como vemos, cada uno trata de construir su imagen del otro a partir de unos referentes conocidos y cercanos, en este caso, comparaban el color pálido de los rostros europeos con el de unas raíces, o los ropajes oscuros con el de unas aguas cenagosas.
Este fenómeno de construcción de la alteridad en comparación con lo propio, reconocido y cercano, es claramente visible desde las primeras descripciones de Pigaffeta en la Expedición de Magallanes:
Calzaban sus pies abarcas del mismo bicho, que no los cubría pero que parecían zapatos y empuñaba un arco corto y grueso con la cuerda más recia que la de un laúd, aparte de un puñado de flechas de caña, corta y emplumada como las nuestras.
Los propios Selk’nam que al comienzo llamaron a Gusinde en su primera visita al campamento del Río del Fuego, “Xonkoliót” traducido como "Hechicero europeo", terminaron llamándole “Mankacen”=”Cazador de Sombras”, por las fotografías que les sacaba. A estas imágenes se dedica la siguiente reflexión.
7. Imaginando al Otro
En efecto, para completar la comprensión de cómo se fue construyendo la alteridad, la imagen que tenía el hombre occidental del otro Selk’nam, podemos pasar de las palabras a las imágenes, como representaciones visuales dibujadas a partir de la imaginación.
Para analizar las primeras imágenes disponibles del siglo XVII, es necesario tener presente que estos dibujos eran realizados por artistas que nunca habían subido a un barco, y mucho menos tenido un encuentro presencial con un indio. Todo lo que dibujaban, lo hacían tratando de retratar los relatos de navegantes y aventureros, de la misma forma que trabajaban los cartógrafos.
En primer lugar llama la atención el tamaño de los gigantes patagones, que corresponde a las proporciones mencionadas por los primeros viajeros. Como elementos comunes, encontramos la presencia de una familia compuesta por un hombre, una mujer y un niño, así como una actitud pacífica de acercamiento, como intercambiando regalos con el europeo de diferentes épocas. Otro elemento frecuente es la lanza con la que aparece el hombre, y las pieles que lo cubren.
Ahora bien, quiero resaltar que los primeros dibujos de los patagones aparecen con rasgos europeos, algunos, hasta con barba, reforzando lo mencionado en el apartado anterior, que para construir la alteridad, es necesario referirse a lo propio, comparándolo con la identidad de uno.
Si fijamos nuestra atención en las fotografías obtenidas por Gusinde, encontraremos imágenes estáticas, familiares, algunas incluso expresando emociones, como la de los dos adolescentes aburridos, esperando el Klóketen.
A este respecto, el antropólogo Daniel Quiroz, a partir de su estudio de las imágenes para “El cazador de Sombras” reflexiona que si en el tiempo en que Gusinde realiza sus estudios, los Selk’nam ya vestían ropa europea tal como lo demuestran algunas de las fotografías ¿por qué Gusinde prefiere retratarlos con las pieles que vistieron sus antepasados? De nuevo nos encontramos con el deseo del etnólogo por rescatar la originalidad de una cultura que se estaba extinguiendo. Posiblemente, pidió que se despojaran de sus harapos occidentales y que se vistieran con sus pieles y armas tradicionales ya desechadas para inmortalizarlos.
8. Reflexiones sobre Alteridad y Diversidad.
Tal como plantea Jure, C (2000), el término “nosotros” expresa el reconocimiento de una identidad colectiva que adquiere pleno sentido cuando se opone a su contrario, “los otros”; el nosotros se convierte en el punto de partida para clasificar a los otros dentro del esquema evolutivo y sobre todo, una manera de calificar y categorizar lo diferente.
El mecanismo fundamental para clasificar a 'los otros' en el esquema evolutivo consistía en identificar las ausencias de adquisiciones culturales. De este modo, el evolucionismo definía a los otros como aquellos seres sin los bienes e instituciones de la civilización moderna y construía su imagen a partir de la carencia. Durante esa etapa inicial, los máximos referentes, y de algún modo fundadores de la ciencia antropológica no tenían ningún tipo de contacto con los habitantes de las tierras colonizadas. Sus estudios se basaban exclusivamente en los datos obtenidos de los informes de viajeros, exploradores, militares, evangelizadores, comerciantes donde hablaban de la existencia, creencias y curiosidades de los que consideraban ‘otros culturales’.
El Funcionalismo británico de Malinowski, la escuela histórica cultural alemana critican la raíz etnocentrista de las Teorías evolucionistas. Las críticas apuntaban a la utilización del método comparativo, ya que su aplicación se basaba en tomar como referente exclusivo los valores occidentales. El surgimiento de estas corrientes asociadas al relativismo cultural produjo un significativo cambio en la construcción de “los otros”. A partir de esto, “los otros” ya no son considerados seres carentes de los bienes, costumbres y saberes de la modernidad, sino individuos con economía, religión, artes, política e instituciones que se presentan de forma diferente.
Construir la imagen de ‘los otros’ conduce inevitablemente a reflexionar sobre la propia identidad. ‘Los otros’ son posibles y necesarios para que podamos identificarnos. En la imagen del exotismo y del ‘otro’ como objeto pasivo e inferior, se evidenciará un racismo etnocentrista de orígenes evolucionistas; en la consideración del ‘otro’ como persona y la incorporación de su punto de vista, estaremos frente a las ideas relativistas y sus limitaciones; y donde los ‘otros’ y el yo mientras construyen una imagen conjunta se están construyendo a sí mismos, identificaremos las concepciones críticas, constructivistas y reflexivas que nos alejan de la ignorancia y sus consecuencias.
Si los seres humanos aprendemos cómo hemos ido construyendo la alteridad y simultáneamente, destruyéndola casi sin darnos cuenta con el paso de los siglos, tal vez podamos rescatar qué fue lo que hicieron otros que, como Gusinde, vencieron el desconocimiento y dejaron de mirarse al ombligo etnocentrista, se esforzaron por profundizar en la identidad del otro, por reconocerlo como un sujeto humano, por vencer el estereotipo generalizador, por rebelarse contra el prejuicio, ganando terreno al miedo para ir construyendo espacios de confianza, dejando que el otro conozca lo mío, denunciando la destrucción soterrada del otro, tal vez logremos encontrar y merecer el valor de la experiencia transformadora del encuentro con el otro.
Los Selk’nam ya se extinguieron, y con ellos su lengua, su religión, su cosmovisión y la sabiduría milenaria de uno de los pobladores más antiguos de América. En estos tiempos globalizantes, ojalá que aprendamos a construir la alteridad, convivir con ella, y dejarnos transformar por ella antes de que la destruyamos.
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