Es por ello que, a pesar de que en El Coronel No Tiene Quien Le Escriba hay una guerra anterior en la realidad, la Guerra de los Mil Das (1899- 1902

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Las campanas de la censura político-religiosa

La historia colombiana –como la de muchos países hermanos- ha sido desde la “independencia” una cadena ininterrumpida de conflictos. Es por ello que, a pesar de que en El Coronel No Tiene Quien Le Escriba hay una guerra anterior –en la realidad, la Guerra de los Mil Días (1899-1902)-, de la que el mismo Coronel fue un actor importante al lado de Aureliano Buendía, la novela no se instala en un territorio de paz, sino en un nuevo escenario conflictivo. Hay, a lo largo de la novela, un estado de sitio, tan interiorizado en la conciencia de los personajes, tan aceptado como natural, que hasta se utiliza para programar el reloj de la pared. Y a este poder abrumador del estado de sitio se le suman dos vías coercitivas más: la censura política y la religiosa.

La censura política no sólo tiene que ver con los toques de queda, sino ante todo con la configuración de un discurso oficial, que es el que se publica en los diarios permitidos y, por supuesto, con el hecho de que todo discurso de resistencia deba operar desde la clandestinidad. El Coronel se comunica con los amigos de su hijo, Álvaro y Germán, y con el médico del pueblo a través de mensajes cifrados que van de mano en mano informando la verdadera cara de las noticias; así sucede, por ejemplo, cuando el médico visita a la mujer del Coronel para revisar su asma:

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“Cuando la mujer anunció que estaba preparada, el médico entregó al Coronel tres pliegos dentro de un sobre. Entró al cuartel, diciendo: ‘Es lo que no decían los periódicos de ayer’. El Coronel lo suponía. Era una síntesis de los últimos acontecimientos nacionales impresa en mimeógrafo para la circulación clandestina. Revelaciones sobre el estado de la resistencia en el interior del país. Se sintió demolido. Diez años de informaciones clandestinas no le habían enseñado que ninguna noticia era más sorprendente que la del mes entrante” (Pág. 24)

La otra censura, la religiosa –cuánta razón tenía Sartre al decir que ...

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