No obstante, su capacidad para predecir los terremotos es muy práctico porque los cataclismos naturales son muy frecuentes en Chile. Así, ha podido adivinar un terremoto de violente fuerza cuando estaba con su familia a Las Tres Marías, pero no ha conseguido alertar a todos. Entonces, su marido Esteban Trueba ha sido enterrado por los pedazos de la casa que se había derrumbido, pero de donde ha salido solamente herido. Por otro lado, sus premoniciones permiten a Clara de enterarse de la muerte de sus padres en un accidente de coche, aunque su marido le había escondido la noticia. En sus sueños, ve exactamente cómo murieron y aun su madre había predicho en broma cómo ella y su marido morirían: ‘‘Cualquier día nos vamos a matar en esta máquina infernal--decía Nívea señalando a la vieja automóvil de su marido (Allende 111).’’ Más tarde en su vida, Clara organiza en su casa sesiones de adivinación y de comunicación con los espíritus con las tres hermanas Mora. Invoca a los espíritus con una mesa de tres patas y otros métodos telepáticos.
Otra ocupación importante de Clara es la escritura de sus cuadernos de anotar la vida. Cuando era pequeña, le afectó tanto la muerte de su hermana Rosa--otra mujer excepcional en el sentido que parece una creatura fantástica con su pelo verde y su piel azulado--que Clara se puso muda a los ocho años y no pronunció una palabra hasta los dieciocho, cuando anunció a sus padres que se iba a casar con Esteban Trueba, el novio de Rosa. Entonces, la escritura ha sido el único medio de comunicación con los miembros de su familia durante diez años. A lo largo de su vida, Clara nota todos los acontecimientos de su familia en sus cuadernos, no en ordén cronológico sino en orden de importancia. Estos mismos cuadernos han permitido a su marido y su nieta Alba de reconstruir la historia de la familia.
Si de su propia voluntad ha podido quedarse silenciosa por tantos años, se puede concluir que Clara no tiene las mismas necesidades o las mismas percepciones de la vida que los demás. Eso se explica por su capacidad de conectarse con otra dimensión del mundo real, o sea el más allá. Ya que su alma es un gran ser espiritual, Clara ha cambiado mucho en la época que sigue el terremoto en Las Tres Marías. Se aleja de Esteban cuando él necesita de su amor nunca más que antes. Pero ambos no están al mismo nivel y resulta difícil comunicarse entre sí: ‘‘Su espíritu no estaba conmigo [Esteban]. (...) Sólo nos encontrábamos a la hora de la comida y entonces era yo el que hacía toda la conversación, porque ella parecía vagar en las nubes (Allende 160).’’ A Clara no solamente le importa su vida amorosa, sino también le importa el materialismo. Cuando Las Tres Marías se vuelve en una casa con mucho lujo (grandes muebles coloniales, adornos, tapices de lana, etc.), Clara no reacciona como lo habría hecho cualquier mujer. En vez de alegrarse de eso y ocuparse organizando la casa, Clara es ‘‘impermeable a esas cosas’’ (Idem 161).
Como las mujeres de su familia, Clara se dedica a tareas sociales. Por su parte, ayuda a los campesinos y eso desde el momento en que se mude a Las Tres Marías. ‘‘Clara [reparte] su tiempo entre el taller de costura, la pulpería y la escuela,...’’ donde enseña a las mujeres a coser y a los niños a cantar (Idem 99). Está consciente que la gente pobre necesita justicia social, combate en el cual su hija Blanca y su nieta Alba participarán también.
Según la crítica de Mario A. Rojas, es una novela feminino-céntrica en la cual ‘‘las mujeres de la saga reciben por vía materna una doble herencia: una desbordante imaginación y una clara conciencia de justicia social (Rojas 919-920).’’ Por otro lado, Rosa la Bella incarna el modelo de la mujer mitológica con un cuerpo mitad humano y mitad animal. Su muerte simbólica refleja muy bien el aspecto fantástico de la corriente literaria del realismo mágico.
Otra mujer importante de la novela es la hija de Clara que se llama Blanca. Es una hija rebelde que no quiere seguir las tradiciones du su clase social. Tampoco está de acuerdo con el comportamiento y las ideologías de su padre. Conoce de niña al hombre de su vida, Pedro Tercero García, nieto del ex patrón del campo, Pedro García. Los jóvenes son pronto amantes, fuera del matrimonio y se aman a escondido de Esteban Trueba quien no aprueba una relación ílegal, pero sobre todo no acepta que su propia hija ame a un chico campesino. Cuando se entera de esta relación deshonrosa, Esteban pelea a su hija y manda a Pedro Tercero de exiliarse de sus tierras. A pesar del breve matrimonio entre Blanca y el conde francés Jean de Satigny, Blanca y Pedro Tercero siguen viendóse. Si Blanca acepta de casarse con el intelectual, no es por amor sino porque teme a su padre. No estando feliz, Blanca se va de la casa matrimonal antes de dar a luz a Alba en la casa paternal en la capital chilena.
De salud débil, Blanca se permite jugar la comedia para que abandone sus estudios colegiales. Hace creer a las monjas y a sus padres que se ha enfermado a causa del aburrimiento. Es que la jóven Blanca tiene un carácter testaduro como su padre y quiere solamente regresar a Las Tres Marías para quedarse con su amante, Pedro Tercero. Para pasar el tiempo, Blanca se encarga de algunas tareas domésticas, imita a su madre en la escuela y en el taller de costura además de meterse a la alfarería. Poco a poco empieza a hacer animales y personas y fabrica un mundo en miniatura hasta que surge la idea de producir figuritas de los Nacimientos que más tarde serán vendidos. De regreso a la casa en la capital, Blanca y su hija Alba dan clases de alfarería para jóvenes pobres y mongólicos, enseñando a hacer gusanos y vasos deformes que luego son expuestos y vendidos por caridad. Esta actividad es al mismo tiempo una forma de contribución a la sociedad que descuida a estos niños: ‘‘Pronto Blanca y Alba se dieron cuenta que lo niños trabajaban mucho mejor cuando se sentían queridos y que la única forma de comunicarse con ellos era el afecto (Allende 249).’’ Casi sin dinero, Blanca tiene la suerte de vivir en la casa paternal, de pertenecer a la alta clase y de contar con la ayuda financiera de sus hermanos mellinos. Por supuesto, encontra su fuerza de vivir en el amor que siente por Pedro Tercero, lo que le ha permitido sobrepasar los obstáculos hasta el fin de su vida.
De la unión de Pedro Tercero y de Blanco nació Alba, una niña con una salud de fierro que ha heredo del pelo verde de Rosa. Utiliza el apellido de su madre--Trueba--en vez del apellido francés del conde como está escrito en el Registro Civil porque es más fácil de deletrear. A su abuelo no le gusta ‘‘ese mal hábito porque (...) se [ha] tomado muchas molestias para que la niña [tenga] un padre conocido y un apellido respetable y no [tenga] que usar el de la madre, como si fuera hija de la vergüenza y del pecado (Allende 235).’’ Alba ha recibido una buena educación y no ha ido a la escuela para aprender a leer y escribir. Favorecida por los astros, ya era capez de leer el periódico a la edad de cinco años.
En la universidad, estudia la filosofía y conoce a Miguel, un estudiante de Derecho y dirigente izquierdista. En búsqueda de la justicia, él quiere la revolución del sistema político. Como Miguel, Alba lucha por la justicia. Por ejemplo, admira mucho a su tío médico, Jaime. Por otro lado, Alba apoya a los comunistas más por amor a Miguel que por convicción ideológica. Su abuelo no comparte nunca las opiniones de Alba y le aconseja de cesar sus actividades políticas. La situación se empeora por Alba cuando los comunistas ganan las elecciones. Los conservadores al poder desde casi siempre se sienten amenazados. Luego siguen muchos enfrontamientos y actos de violencia. Alba tiene que olvidar la existencia de Miguel para protegerse. Después del golpe de estado y la muerte del presidente Salvador Allende, Alba se queda en casa con su abuelo pero trata de ayudar a la gente durante la represión, ‘‘...[transformando] los cuartos vacíos en un laberinto de rincones secretos donde [esconde] a sus protegidos, a veces familias completas (Allende 347).’’ Sin embargo, ella misma es víctima de las violencias creadas por el régimen de terror de Pinochet. Para resumir, se puede decir que la determinación de Clara, Blanca y Alba para mejorar la sociedad, su independencia de los hombres y su deseo de gozar de la vida son buenos ejemplos de que las mujeres en La casa de los espíritus son personas extraordinarias.
Por medio de la vida de Esteban Trueba, la autora logra demostrar dos mundos distinctos de la sociedad chilena, o sea la nobleza y los pobres. Primero, la descripción del campo se hace a través de Las Tres Marías, propiedad de la familia de Esteban Trueba. Después de irse de su madre enferma y de su hermana Férula, Esteban decide batir su nueva vida regresándo al campo de su infancia. Pero allí se encuentra con la extrema pobreza y la falta de organización social de los campesinos. Gracias a su presencia, se va a transformar drásticamente la vida campesina que es nada más que ‘‘una ruina de piedras y biutres’’. Con la participación del pueblo, Esteban va a poner orden en las tierras y, en los diez años siguientes, cambiar el campo en un lugar economicamente próspero. Si ‘‘Esteban Trueba se convirtió en el patrón más respetado de la región,’’ eso se ha realizado después de mucho trabajo. Además de enseñarles a canalizar el agua para que se cultiven las semillas plantadas, él tiene que ‘‘enseñarles de todo, hasta a comer, porque si fuera por ellos, se alimentaban de puro pan’’ (Allende 62-64).
No obstante, algunas catástrofas naturales han ralentado la prosperidad del campo. Por ejemplo, hay una plaga de hormigas que lleva la vida imposible: invaden las viviendas y comen casi todo la comida. Sólo el viejo Pedro García puede parar esta invasión a tiempo. De más, los campesinos se han mobilizado para reconstruir las casas destruidas por el terrible terremoto que obligó el patrón a guardar cama durante meses. Otro acontecimiento importante es la Reforma Agraria después del cambio de gobierno. Los campesinos de Las Tres Marías han sido unos de los últimos a expropriar las tierras: ‘‘(...) Formaron una cooperativa y se adueñaron de la propiedad, porque hacía tres o cinco meses que no veían a su patrón [Esteban] y se les había olvidado el huracán de sus rabietas (Allende 314).’’ Pero esta vez, la autoridad y el temperamiento colérico de Esteban Truebe sirven para nada contra la reunión de los campesinos.
A lo largo de la novela, el lector ve que hay una gran separación entre los ricos y los pobres de la capital. Se frecuenta raramente la gente de los barrios opuestos. No obstante, eso ocurre en la obra tras la relación que tienen los mellinos Jaime y Nicolás con Amanda. Sin hogar fijo, Amanda pasa algún tiempo en la casa de la esquina mientras trabaja para el periódico. Amanda es una chica pobre que cuida como puede a su hermano Miguel: ‘‘lo llevaba a su trabajo, lo acostumbró a comer de todo, a cualquier hora, y a dormir tirado en los lugares más incómodos (Allende 198).’’
Al leer la descripción de Alba de las viviendas pobres que parecen todas ‘‘un rancho destartalado’’, se explica la gran injusticia social. En el interior se ve una pobreza extrema ilumida por un solo bombillo: ‘‘los únicos muebles [son] una mesa de pino, dos sillas toscas y una cama donde [duermen] varios niños amontonados (Idem 376).’’ Eso contraste mucho con las habitaciones de la casa de la esquina en el Barrio Alto: el dormitorio de Clara tiene las ‘‘paredes tapizadas en seda azul, muebles ingleses, grandes ventanas con balcones abiertos al jardín... (Idem 90).’’ Esta comparación no se limita a los bienes materiales, sino también a las carreras del pueblo. De hecho, los pobres practican profesiones de baja reputación como sirvientes (por ejemplo la Nana, Férula o los indígenas de Jean de Satigny) o mineros (como lo era Esteban Trueba).
Es claro que este sentido de injusticia social, especialmente en el plan económico, crea en los pobres un deseo de venganza. Allende lo demuestra bien a través del personaje de Esteban Trueba. Creciendo en la miseria, soña con enriquecerse de oro para casar a Rosa. Pero la muerte de su amada le hace tomar otra dirección en su vida. Luego va a cumplir su deseo: ser rico y feliz. Sin embargo, Esteban Trueba saca provecho de su poder para explotar a los campesinos y para violar a las muchachas sin defensa. Del hijo envidioso de los ricos que era, se vuelve en un hombre violento, autoritario y orgulloso de la alta burguesía. Según su experiencia, la justicia es una cuestión de fuertes y débiles. Si los pobres no son ricos, es que ‘‘esa gente no hace ningún esfuerzo’’ (Allende 125). El caso de Esteban García es similar: hijo ilegítimo de Esteban Trueba, éste lo ignora toda su vida. Por eso, Esteban García quiere obtener justicia estudiando para militar. Durante la represión, se venga de Trueba secuestrando su casa y haciendo prisionera a Alba. Entonces, se puede concluir que los dos mundos de la sociedad chilena siempre están luchando entre sí por un mismo objetivo: vivir cómodamente en un mundo justo.
Viviendo en Chile, los personajes deben enfrentar una situación socio-política muy difícil, pero los elementos reales y fantásticos de la novela hacen que lo ‘‘imposible’’ ocurre. Las mujeres de la familia del Valle-Trueba tienen un don para los presentimientos y contactos espirituales que permiten predecir el futuro. Así, una de las hermanas Mora transmite a Alba un mensaje de su abuela muerta para advertirla que estará en peligro en los próximos meses si no se vaya del país. Exactamente en el tiempo predicho, Alba es víctima de las violencias de las fuerzas armadas.
Aunque el clima socio-política no estaba ideal antes del golpe militar, la llegada de Pinochet al poder empeora la situación. Hay censura en las artes y hasta en las conversaciones porque está prohibido decir ciertas palabras como libertad, justicia, o sindicato. Muchas personas inocentes son violentadas atrozmente. Alba relata que un día se ‘‘...despertó mojada y desnuda. No sabía si estaba cubierta de sudor, de agua o de orina, no podía moverse, no recordaba nada, no sabía dónde estaba ni cuál era la causa de ese malestar intenso que la había reducido a una piltrafa (Idem 359).’’ Mientras está en la cárcel, Alba invoca a Clara para que le ayude a morir, pero ella ‘‘[trae] la idea salvadora de escribir con el pensamiento, (..) para mantener la mente ocupada, evadirse de la perrera y vivir (Allende 362).’’ Entonces, se ve que el sobrenaturel se mezcla con la realidad. Pero lo que conduce a la liberación de Alba es el respecto que tiene la sociedad hacia a su abuelo, el Senador Trueba. Gracias a la colaboración de la prostituta Tránsito Soto que él frecuenta de vez en cuando, pide por su liberación. Por eso, se puede analizar que los derechos humanos no son los mismos para los ricos que para los pobres. Otro ejemplo pertinente es el exilio de Blanca y Pedro Tercero a Canadá, viaje que es solamente posible gracias a un amigo ambasador del Senador Trueba que puede darles un visa. Este acontecimiento marca también la aceptación de Esteban Trueba de la relación amorosa de su hija y su reconciliación con la pareja. En otras palabras, se puede decir que los elementos fantásticos han facilitado la vida de los miembros de la familia. Además, su linaje y respecto frente a los demás les ha dado una buen calidad de vida y mejores derechos humanos que la mayoría, a pesar de la tensión socio-política en Chile.
En conclusión, La casa de los espíritus relata la historia de tres generaciones de una familia rica de Chile que fue marcada por la presencia y la espiritualidad de las mujeres, por los enfrentemientos entre las clases sociales, así como por la violencia y la injusticia del sistema socio-política del país. Según el epílogo, el lector puede esperar un futuro mejor y más tranquilo para la jóven Alba y las nuevas generaciones chilenas. Sin embargo, la lectura de esta novela invita a reflexionar sobre la situación actual de los países de América Latina que no parece mejorarse con los años.
BIBLIOGRAFÍA
Allende, Isabel. La casa de los espíritus. Barcelona: Plaza & Janes/Literaria, 1982.
380 p.
Mujica, Bárbara. ‘‘Isabel Allende: La magia de las palabras.’’ Texto y vida: Introducción a la literatura hispanoamericana. New York: John Wiley &
Sons Inc., 2002: 596-598.
Rojas, Mario A. ‘‘La casa de los espíritus, de Isabel Allende: un caleidoscopio de
espejos desordenados.’’ Revista Iberoamericana. Número especial dedicado a las escritoras de América Hispánica. 132-133. L1. (Julio-Diciembre 1985): 917-925.